Citroën: un siglo de transgresión

Cuando el joven ingeniero André Citroën observó el funcionamiento de un sistema de ruedas para molienda de trigo, en el que fuera su primer trabajo, se inspiró para perfeccionarlo mediante la aplicación de la "doble punta de flecha" o "doble chevrón", un engranaje de doble espiga en forma de "V" que mejoró notablemente la producción. Al cabo de un tiempo. Citroën patentó su sistema y se convirtió en fabricante de engranajes helicoidales caracterizados con la forma geométrica que, tiempo después, se convertiría en el símbolo de la fábrica de automóviles que este año está cumpliendo una centuria ininterrumpida en la producción de vehículos a escala global. Para lograr que su apellido se transformara en un emblema de la industria automotriz, aquel joven ingeniero francés dio pasos firmes en cada estadío de su evolución como emprendedor industrial. A mediados de la primera década del siglo XX, fue contratado como director general de la fábrica de automóviles Mors, a la que ayudó a salir de la crisis mediante la reorganización del esquema productivo inspirado en la línea de montaje inventada por Henry Ford, a quien visitó en 1912.

Al cabo de 10 años, Mors duplicó su producción. Pero en 1914 Citroën tuvo que interrumpir su relación con esa compañía. Había estallado la Primera Guerra Mundial y fue convocado por el ejército francés como teniente. En ese momento, hizo un aporte clave al sugerir la aplicación del "fordismo" en el montaje de obuses, lo que multiplicó la capacidad de fuego de la artillería gala. Finalizada la guerra, André Citroën había formado su propia empresa, financiado por sus socios capitalistas, los herederos de la familia Hinstin, con quienes formó la corporación que en 1919 dio el gran salto: sobre la base de una fábrica de armamento en desuso, adaptó el lugar para producir su ópera prima, el Citroën Type A, considerado el primer vehículo europeo fabricado en serie mediante un sistema de fabricación similar al utilizado por la norteamericana Ford en el Modelo T. El Type A se produjo a razón de 20.000 unidades por año, con una clara influencia norteamericana y un precio sumamente competitivo. A partir de allí, Citroën no se detendría, marcando hitos tecnológicos y publicitarios que forjaron su fama como constructor innovador. En 1922, una expedición a bordo de varios Citroën oruga cruzó el desierto del Sahara, y en 1925, sorprendió al mundo con 250.000 lámparas incandescentes que formaban su apellido en vertical sobre la torre Eiffel, golpe de marketing que le dio tanto fama como las oportunidades y posibilidades para desarrollar sus ideas más transgresoras.

Fue así que, luego de producir una decena de modelos con tracción trasera y carrocería montada sobre chasis, siendo el cuarto fabricante automotriz del mundo, encaró un proyecto revolucionario al concebir, en 1934, el primer automóvil de tracción delantera y carrocería autoportante a nivel mundial: el Citroën Traction Avant (también llamado 11 Ligero), cuyo éxito comercial no alcanzó para que pudiese conservar su empresa. Producto de su arrojo, Citroën había entrado en una profunda crisis financiera que lo obligó a aceptar a la familia Michelin como copropietaria de su compañía. Los Michelin, fabricantes de neumáticos de sólida capacidad económica, eran los principales acreedores de Citroën, por lo que ante la imposibilidad de pago, André les cedió el control de la fábrica a fin de salvarla de un endeudamiento que la hubiera llevado a la ruina. En 1934, en el marco de una liquidación judicial promovida por el Gobierno, Pierre Michelin se transformó en el nuevo presidente de la compañía para defender 250.000 puestos laborales y comenzar a cumplir con el pago a millares de proveedores. En 1935, André Citroën se retiró para siempre de la fábrica que había montado con sus propias manos. Aquejado por un cáncer de estómago, murió el 3 de julio, a los 57 años. Sólo 15 años estuvo Citroën al frente de su empresa, lapso en el que logró alcanzar la gloria con su Traction Avant, inspirador de los posteriores modelos de la marca.

Hoy, aunque la casa Citroën mantiene un exitoso presente, sus productos se han tornado más "normales", sin el espíritu innovador que los distinguió durante el siglo pasado, en especial con la llegada de Donfeng, la compañía china que desde hace 5 años mantiene el control de la empresa, en sociedad con el Estado francés.
Del Traction Avant a los Íconos
A lo largo de estos 100 años que lleva fabricando automóviles, Citroën produjo verdaderos íconos de la industria mundial caracterizados por su originalidad. El primero de ellos fue concebido por el propio André Citroën al final de su vida empresaria, en el año 1934, y fue denominado Traction Avant. Se trata del primer tracción delantera de la historia, diseñado sobre una estructura monocasco por el escultor italiano Flaminio Bertoni.

El 2 CV: El Citroën 2CV es uno de los autos más gravitantes en la historia mundial. Diseñado por André Lefebre y Flaminio Bertoni antes de la Segunda Guerra Mundial, su simpleza mecánica y bajo costo de producción lo convirtieron en un best seller de los vehículos populares de la posguerra. Se fabricó ininterrumpidamente en distintos lugares del mundo desde 1948 a 1990, siempre con motor bóxer de dos cilindros refrigerado por aire. En la Argentina, se produjo con la denominación 3CV bajo la marca Citroën hasta entrados los años 80 y luego siguió durante un tiempo más como IES. También tuvo su versión juvenil y playera, llamada Mehari, con carrocería de fibra. El Tiburón: En 1955, la marca volvió a despertar la sorpresa mundial con la presentación del Citroën DS, un modelo adelantado 20 años por su diseño espacial y su tecnología de punta. También fue obra del italiano Flaminio Bertoni, quien lo dotó de un andar superlativo, gracias a la distancia entre ejerce y un sistema de suspensión hidroneumática, transformaba al auto en una "nave" capaz de adaptarse a cualquier superficie, con un andar tan confortable como seguro. Incluso se hicieron experiencias con el auto viajando en tres ruedas (sin una de las traseras), sin que perdiera cualidades dinámicas. El Maserati: En su época de mayor esplendor económico, Citroën invirtió en acciones de la italiana Maserati, lo que le permitió acceder a la tecnología de los motores deportivos más eficaces del momento. Gracias a ese matrimonio industrial, nació el Citroën SM, un auto con carrocería inspirada en el DS, pero con motor Maserati V6 de 170 CV. Hoy en día, esta coupé exuberante y exquisita, diseñada por Robert Opron, es una de las figuritas difíciles para los coleccionistas.
Citroën GS: El Citroën GS es muy conocido en Argentina debido a la apertura importadora de fines de los años 70. Al país, ingresaron numerosos ejemplares, considerados de alta gama por su equipamiento y su confort de marcha. Se caracterizó por un diseño vanguardista y aerodinámico, pero, además, por la suspensión hidroneumática que estrenó el Citroën DS, en algunas versiones con motores bóxer refrigerados por aire. Citroën CX: Este modelo es otro de los Citroën de los años 80 que ingresaron a nuestro país en buen número. Es considerado, como los antes mencionados, uno de los mejores modelos producidos por la marca gracias al excelente coeficiente aerodinámico de su carrocería. También posee la suspensión hidroneumática y es considerado el más fiel heredero del legendario DS. El Xantia: El Citroën Xantia es uno de los más exitosos modelos contemporáneos de la marca. Antecesor del actual C5, fue concebido en los años 90 con una mejora en la conocida suspensión hidroneumática de la marca, que pasó a llamarse suspensión activa, con un sistema que no sólo regula la altura del auto sino su comportamiento en curvas y zonas de ascensos o descensos. El Xantia llevaba motores de dos litros y competía de igual a igual con los autos premium de su tiempo. Está considerado un futuro clásico.