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¿Camino a la cuarta?

El "deme dos" será la cultura dominante de la clase media y que el deterioro del empleo, la desigualdad y la pobreza difícilmente mejoren.
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la pre­gun­ta del tí­tu­lo con­tie­ne dos po­si­bles res­pues­tas. La pri­me­ra que efec­ti­va­men­te es­ta­mos (o no) en ca­mi­no. Es de­cir que hay una mar­cha en la que el pri­mer obs­tá­cu­lo di­vi­sa­ble, que son las elec­cio­nes de me­dio tér­mi­no, se­rá su­pe­ra­do. Que el pro­ce­so del pre­sen­te con­ti­nua­rá. Eso es que va­mos en ca­mi­no. La se­gun­da, el "ha­cia", el des­ti­no, el rum­bo, se­ría ha­cia "la cuar­ta". Un po­co enig­má­ti­co. Pe­ro si re­fres­ca­mos la me­mo­ria es­ta jo­ven de­mo­cra­cia, en lo que a la eco­no­mía se re­fie­re, na­ció del olím­pi­co fra­ca­so de la ges­tión de Jo­sé Mar­tí­nez de Hoz cu­yo sig­no de "pres­ti­gio", en­tre los sec­to­res me­dios pa­ra arri­ba, fue el "de­me dos" en Mia­mi. El des­co­mu­nal atra­so cam­bia­rio en­deu­da­ba al pa­ís y em­po­bre­cía a la so­cie­dad. ¿El mé­to­do?: la de­sin­dus­tria­li­za­ción y su sus­ti­tu­ción por la al­ga­ra­bía im­por­ta­do­ra. Y co­mo con­se­cuen­cia el de­sem­pleo y la po­bre­za. Esa fue "la pri­me­ra". La "se­gun­da" fue el per­fec­cio­na­mien­to del "mé­to­do" con el mis­mo pro­ce­so del atra­so cam­bia­rio más la en­tre­ga por mo­ne­das del pa­tri­mo­nio pú­bli­co a los que ter­mi­na­ron sien­do un gru­po de bu­ca­ne­ros.

JOSÉ ALFREDO MARTÍNEZ DE HOZ, EL PIONERO.
JOSÉ ALFREDO MARTÍNEZ DE HOZ, EL PIONERO.

A ese pro­ce­so se lo lla­mó pri­va­ti­za­ción, mien­tras con­ti­nua­ba la sus­ti­tu­ción de pro­duc­ción na­cio­nal por im­por­ta­da, au­men­ta­ban el de­sem­pleo y la po­bre­za. Allí el gran pro­ta­go­nis­ta fue Do­min­go Ca­va­llo. Él lo asu­me. Pe­ro ca­si to­dos los que lo acom­pa­ña­ron nie­gan su per­te­nen­cia al pro­ce­so (mu­chos en la ges­tión PRO) y cuan­do fir­man no­tas, en me­dios pres­ti­gio­sos, re­li­gio­sa­men­te ocul­tan ha­ber si­do par­te fun­da­men­tal de ese pro­ce­so de cruel em­po­bre­ci­mien­to y en­deu­da­mien­to. La "ter­ce­ra" es el atra­so de Axel Ki­ci­llof, no fue el úni­co ni el prin­ci­pal si­no el más sor­pren­den­te res­pon­sa­ble de la sa­ga. Allí ocu­rrió la con­ti­nui­dad del pro­ce­so de de­sin­dus­tria­li­za­ción es­truc­tu­ral, la fu­ga de ca­pi­ta­les por 100 mil mi­llo­nes de dó­la­res, el des­pa­rra­mo de dó­la­res de tu­ris­tas via­jan­do, con­su­mien­do y com­pran­do en el ex­te­rior, más el pe­or en­deu­da­mien­to que es el con­di­cio­na­do swap pro­ce­den­te de Chi­na. Es­to im­pli­có has­ta la ce­sión de una por­ción del te­rri­to­rio, de la so­be­ra­nía na­cio­nal, por 50 años. Te­ne­mos allí un te­rri­to­rio "sa­gra­do", con­sen­ti­do por el Es­ta­do Na­cio­nal, no de los ma­pu­ches si­no de­ri­va­do del Acuer­do Es­tra­té­gi­co Chi­no. El Acuer­do es mu­cho más que en­deu­da­mien­to, son tre­nes chi­nos que ob­tu­ran el de­sa­rro­llo de la in­dus­tria na­cio­nal o cen­tra­les nu­cle­a­res que nos con­de­nan al atra­so tec­no­ló­gi­co, et­cé­te­ra. Co­mo ima­gi­na el lec­tor "la cuar­ta" es ha­cia dón­de va­mos. Lo de­ci­mos en fun­ción de los po­cos da­tos que te­ne­mos acer­ca del "pro­gra­ma". Dis­tin­ga­mos "el pro­ce­so", que es lo que es­tá ocu­rrien­do, del "pro­gra­ma", que es lo que di­cen los fun­cio­na­rios que va a ocu­rrir en al­gún mo­men­to. No lo han re­ve­la­do. Pe­ro hay in­di­cios. ¿Re­tra­so Cam­bia­rio? Sí. ¿En­deu­da­mien­to ex­ter­no? Sí. ¿Sus­ti­tu­ción de in­dus­tria por im­por­ta­cio­nes? Más o me­nos sí. ¿Vo­ca­ción de aper­tu­ra ha­cia la ba­ja de aran­ce­les con re­tra­so cam­bia­rio? Sí. ¿Po­lí­ti­ca in­dus­trial a la ma­ne­ra del de­sa­rro­llo? No. ¿Es­pí­ri­tu "pri­va­ti­za­dor"y "des­re­gu­la­dor"? Sí.

DOMINGO CAVALLO, PROTAGONISTA DE LA SEGUNDA.
DOMINGO CAVALLO, PROTAGONISTA DE LA SEGUNDA.

Con es­tos ele­men­tos es­ta­mos en con­di­cio­nes de ima­gi­nar que "va­mos ca­mi­no a la cuar­ta" vez en que el "de­me dos" se­rá la cul­tu­ra do­mi­nan­te de la cla­se me­dia y que el de­te­rio­ro del em­ple­o, la de­si­gual­dad y la po­bre­za di­fí­cil­men­te me­jo­ren. Bas­ta­ría re­pe­tir lo que di­jo el Pre­si­den­te "20 años pa­ra sa­lir de la po­bre­za" com­ple­men­ta­do con lo que di­jo el Mi­nis­tro de Ha­cien­da "20 años de cre­ci­mien­to al 3 por cien­to", que se­gún el Mi­nis­tro de Fi­nan­zas se­rán "dé­ca­das" en las que el pa­ís "se­rá la es­tre­lla de la re­gión". Op­ti­mis­mo ofi­cial en que el ca­mi­no con­ti­núa y ho­nes­ta­men­te un ra­di­cal pe­si­mis­mo ofi­cial en los re­sul­ta­dos si es que se ins­ta­la "el pro­gra­ma" que los in­di­cios su­gie­ren. Los re­sul­ta­dos, se­gún Ni­co­lás Du­jov­ne, su­po­nen du­pli­car el PBI por ha­bi­tan­te en 40 años y con­ti­nuar con­vi­vien­do con la po­bre­za, si bien en re­tro­ce­so, 20 años más. Pe­ro si "el ca­mi­no" de­pen­de de es­tas elec­cio­nes el pro­nós­ti­co pa­ra el Go­bier­no es bue­no. Arri­ma­rá al 40 por cien­to del elec­to­ra­do. Y se­rá la pri­me­ra mi­no­ría no "la ma­yo­rí­a". Eso per­mi­te go­ber­nar, lo que es bue­no, pe­ro no ge­ne­ra cer­ti­dum­bres, lo que es ma­lo. Las ma­yo­rí­as siem­pre son ne­ce­sa­rias. O se ob­tie­nen y es­te no es el ca­so. O se ne­go­cian y por aho­ra, es­te no pa­re­ce ser el ca­so. Lo que no se pue­de ob­te­ner, se de­be ne­go­ciar. Eso es la po­lí­ti­ca. Y lo que no se en­tien­de es por qué es­te go­bier­no PRO per­sis­te en el error de ser "go­ber­na­do" por un gu­rú co­mer­cial que los ha con­ven­ci­do que gra­cias a él ga­nan y no se al­can­zan a dar cuen­ta que han ga­na­do y ga­nan gra­cias a CFK y su ca­pa­ci­dad pa­ra des­truir. Vol­ve­re­mos so­bre es­to. Ve­a­mos. La cues­tión de Ser­gio Mal­do­na­do ca­da vez que la tra­ta de acla­rar, el Go­bier­no la os­cu­re­ce un po­qui­to más. Pe­ro igual la opi­nión pú­bli­ca tien­de a on­da fa­vo­ra­ble ca­mi­no a la elec­ción. Las en­cues­tas, que se­ña­lan el pé­si­mo ma­ne­jo de la de­sa­pa­ri­ción de Mal­do­na­do, in­for­man que es­te de­sas­tre no le ha qui­ta­do uno so­lo de los vo­tos fa­vo­ra­bles al Go­bier­no. Los in­ge­nio­sos ar­gu­men­tos es­ta­dís­ti­cos des­ti­na­dos a sos­te­ner que la eco­no­mía ya se es­tá "re­ac­ti­van­do" tam­bién ali­men­tan el en­tu­sias­mo de los vo­tan­tes de Cam­bie­mos. El es­ce­na­rio fa­vo­ra­ble al ofi­cia­lis­mo obli­gó a Cris­ti­na Kirch­ner a cam­biar de es­tra­te­gia. El pa­so de la te­a­tra­li­za­ción "e­van­ge­lis­ta", acom­pa­ñan­do a los su­frien­tes, fue inau­gu­ral. Pe­ro lo "re­vo­lu­cio­na­rio" fue el ofre­cer una en­tre­vis­ta no con­di­cio­na­da, a un pe­rio­dis­ta pro­fe­sio­nal. Ana­li­zar pre­gun­tas y res­pues­tas exi­ge un cier­to re­po­so. Pe­ro lo que ha re­sul­ta­do cla­ro a pri­me­ra mi­ra­da es que Cris­ti­na lo­gró con­di­cio­nar la en­tre­vis­ta "no con­di­cio­na­da". Com­pren­si­ble. CFK si­gue sien­do una no­ta­ble po­le­mis­ta del va­cí­o. La "re­vo­lu­ción", de quien ja­más sien­do pre­si­den­te ad­mi­tió una pre­gun­ta com­pro­me­ti­da, en la me­di­da que no la des­nu­dó fue pa­ra ella un triun­fo. Mon­se­ñor Jus­to La­gu­na pre­gun­ta­do qué fue acer­ca de CFK men­cio­nó só­lo que "E­lla ha­bla de co­rri­do". Ha­bla en con­ti­nua­do. El don de la pa­la­bra no es­tá ne­ce­sa­ria­men­te acom­pa­ña­do del don del sen­ti­do. Pa­ra ello quien se ex­pre­sa de­be po­se­er un com­pro­mi­so ra­di­cal con la ver­dad y con el otro. Es­te no es el ca­so. Re­cor­de­mos que en Har­vard men­cio­nó que su for­tu­na pro­ve­nía de ha­ber si­do una "a­bo­ga­da exi­to­sa". Re­cor­de­mos que, si lo fue, lo fue unos po­cos años en Río Ga­lle­gos, 30 mil ha­bi­tan­tes y ab­so­lu­ta ma­yo­ría de em­ple­a­dos pú­bli­cos. Po­de­mos ima­gi­nar de qué ren­di­mien­to eco­nó­mi­co de los jui­cios ha­bla­mos. Po­co amor a la ver­dad co­mo lo acre­di­ta la evo­lu­ción de su for­tu­na co­mo fun­cio­na­ria. Alia­da po­lí­ti­ca de Do­min­go Ca­va­llo, sos­tu­vo la "ra­cio­na­li­dad" de sus po­lí­ti­cas. Acom­pa­ñó a Car­los Me­nem, en to­das las bo­le­tas elec­to­ra­les por­que se tra­ta­ba del "me­jor pre­si­den­te de los ar­gen­ti­nos"; ha­bló ma­ra­vi­llas de los Es­que­na­zi a los que su ma­ri­do -­por su ha­bi­li­dad pa­ra las "em­pre­sas reguladas"-­ les con­si­guió un por­cen­ta­je de YPF y el con­trol de la em­pre­sa sin po­ner un pe­so. Re­cuer­dos pa­ra po­ner en cla­ro que la ha­bi­li­dad pa­ra la en­tre­vis­ta no trans­for­ma la men­ti­ra en ver­dad, si­no a las pa­la­bras en fa­bu­lo­sa hi­po­cre­sí­a.

El pe­rio­dis­ta no pu­do, nin­gu­no po­drí­a, po­ner en ca­ja a quien abu­sa de la pa­la­bra co­mo en­ga­ño. El re­sul­ta­do de es­ta y de to­das las en­tre­vis­tas no mo­di­fi­ca­rá el en­tu­sias­mo de sus fie­les. Na­die la de­ja­rá de­mu­da­da. Pe­ro di­fí­cil­men­te le su­me vo­tos. La "re­vo­lu­ción" me­diá­ti­ca de CFK al igual que el kirch­ne­ris­mo en to­do su pe­ri­plo se­rá una re­vo­lu­ción ima­gi­na­ria. Se­rá lo mis­mo que ha­ya da­do las en­tre­vis­tas o no, por­que en nin­gún mo­men­to ni la ver­dad ni el res­pe­to al otro es­ta­rán en sus pa­la­bras. La má­xi­ma de sus ex­pre­sio­nes fue la que re­fi­rió a Jo­sé Ló­pez, el que ti­ró los mi­llo­nes de dó­la­res al "no con­ven­to", y la pin­ta de cuer­po en­te­ro: "Creo que lo odié co­mo po­cas co­sas odié en mi vi­da". No le pre­gun­ta­ron por qué lo odió. ¿Us­ted qué pien­sa? ¿Por ha­ber ro­ba­do o por ha­ber­lo pues­to en evi­den­cia? To­do es­tá en el es­ce­na­rio. Los he­chos im­pre­vi­si­bles, co­mo la des­gra­cia­da si­tua­ción de Mal­do­na­do o la re­pen­ti­na vo­ca­ción de dar en­tre­vis­tas de CFK, no cam­bian -­desde lo político-­ el es­ce­na­rio. Cam­bie­mos se ha for­ta­le­ci­do. Y las res­pues­tas de Ser­gio Mas­sa, Flo­ren­cio Ran­daz­zo y so­bre to­do de Mi­guel Ángel Pi­chet­to, an­te la ape­la­ción de CFK a la uni­dad a los opo­si­to­res al pro­gra­ma de Mau­ri­cio Ma­cri, han ge­ne­ra­do con­di­cio­nes pa­ra con­si­de­rar que los vo­tos de CFK mu­cho no van a au­men­tar. Y lo po­co que su­men no pro­ven­drá de una alian­za pe­ro­nis­ta en cier­nes si­no de al­gu­nos sec­to­res mar­gi­na­les de iz­quier­da co­mo ve­hí­cu­lo de con­de­na y po­ten­cial de­ses­ta­bi­li­za­ción al Go­bier­no. La con­se­cuen­cia de es­tas su­mas y res­tas con­fir­ma­rán, si to­do si­gue así, lo que las PA­SO anun­cia­ron la no­che del cóm­pu­to ma­ni­pu­la­do. Aque­lla men­ti­ra se trans­for­ma­rá en ver­dad: un ca­so ra­ro, si­no úni­co, de pos­ver­dad con­ver­ti­da en ver­dad. Ori­gi­na­li­da­des ar­gen­ti­nas.

AXEL KICILLOF, EL TERCERO EN LA LÍNEA DE LA CRISIS.

Con­clu­sión: Cam­bie­mos ga­na­ría en la pro­vin­cia de Bue­nos Ai­res y da­da la pro­ba­ble re­pe­ti­ción de los re­sul­ta­dos en el res­to del pa­ís, el par­ti­do de Go­bier­no se al­za­ría con las elec­cio­nes cons­ti­tu­yen­do una pri­me­ra mi­no­ría de cer­ca del 40 por cien­to del elec­to­ra­do, con pre­sen­cia im­por­tan­te en to­do el te­rri­to­rio na­cio­nal y, se­gún al­gu­nos, con al­gu­nas pin­ce­la­das po­li­cla­sis­tas. Es­tos he­chos muy pro­ba­bles cons­ti­tui­rí­an pa­ra los men­to­res del "pro­gra­ma mo­der­ni­za­dor y de re­for­mas", aho­ra sí, el na­ci­mien­to del par­ti­do po­lí­ti­co ne­ce­sa­rio pa­ra con­du­cir "el pro­ce­so" has­ta cul­mi­nar en la eje­cu­ción del "pro­gra­ma". Pe­ro has­ta aquí el pro­ce­so, no el pro­gra­ma que só­lo ima­gi­na­mos, tie­ne po­co de in­no­va­dor o mo­der­ni­za­dor. Y las su­ge­ren­cias del "pro­gra­ma" sa­ben a vie­jo. Acla­re­mos que el pro­ce­so es lo que es­ta­mos vien­do aho­ra (no es­ta­mos su­gi­rien­do que sea kaf­kia­no, pe­ro...). El pro­gra­ma es lo que se anun­cia que se anun­cia­rá, aun­que ya te­ne­mos in­di­cios. Por aho­ra es­ta­mos en el pro­ce­so. Rei­te­ro que pa­ra los men­to­res del "pro­gra­ma", el pro­ce­so es la cla­ve pa­ra lle­gar al pro­gra­ma: el éxi­to del pro­ce­so es la con­di­ción pa­ra la pues­ta en mar­cha del pro­gra­ma. Pues bien, los men­to­res cre­en que en es­tas elec­cio­nes se pa­ri­rá "el Par­ti­do" del pro­ce­so que da­rá a luz el pro­gra­ma. El em­ba­te cen­tral del pro­ce­so es­tá en la lu­cha con­tra la in­fla­ción. Los ob­je­ti­vos son enor­me­men­te am­bi­cio­sos. Pe­ro no se al­can­za­rán ni los de es­te año y pro­ba­ble­men­te tam­po­co los de 2018. Y eso a pe­sar que, pa­ra al­can­zar esos ob­je­ti­vos, se lle­va a ca­bo una po­lí­ti­ca im­pla­ca­ble ba­sa­da en ab­sor­ber la emi­sión mo­ne­ta­ria ge­ne­ra­da por el fi­nan­cia­mien­to en dó­la­res del Te­so­ro. Se lo ha­ce me­dian­te la emi­sión de deu­da del Ban­co Cen­tral que, pa­ra ser co­lo­ca­da, obli­ga a la en­ti­dad mo­ne­ta­ria a ofre­cer ta­sas re­a­les des­co­mu­na­les en tér­mi­nos de sus ex­pec­ta­ti­vas de in­fla­ción. Gra­cias a es­te mé­to­do de ele­gan­tes me­tas de in­fla­ción, que es­ta­ble­cen que el Te­so­ro se en­deu­de en dó­la­res y no con emi­sión del Cen­tral, el Cen­tral igual emi­te pe­sos pa­ra com­prar los dó­la­res que el Te­so­ro pi­de pres­ta­do. De es­te cir­cun­lo­quio eru­di­to re­sul­ta que, pe­sos y dó­la­res más o me­nos, las re­ser­vas en dó­la­res del BCRA son idén­ti­ca­men­te igua­les al stock de Le­tras del BCRA, con lo que el ac­ti­vo bru­to re­sul­ta igual al pa­si­vo. Cui­da­do. Aun­que co­mo mu­chos de esos dó­la­res son de los de­po­si­tan­tes de las en­ti­da­des ban­ca­rias, en­tre otros con­cep­tos, la si­tua­ción pa­tri­mo­nial es "un po­qui­to" más com­pli­ca­da. Pe­ro un "co­men­ta­rio me­nor" es­ta es­tra­te­gia "pro­fe­sio­nal" ga­ran­ti­za un dó­lar no­mi­nal­men­te es­ta­ble o pa­ra aba­jo, mien­tras los pre­cios sea por lo que sea su­ben. To­do se pue­de tra­du­cir co­mo se de­se­e, pe­ro pa­ra los "men­to­res", es­te dó­lar plan­cha­do, a cau­sa de la deu­da pú­bli­ca mo­ne­ti­za­da en dó­la­res, es una se­ñal de es­ta­bi­li­dad pa­ra los mer­ca­dos: el dó­lar no se mue­ve, ba­ja. Un dó­lar que no es el que Ju­lio Oli­ve­ra ima­gi­na­ba co­mo el de equi­li­brio con ple­no em­ple­o. Ni tam­po­co el dó­lar que ima­gi­na que sea ra­zo­na­ble el fu­tu­ro in­ver­sor en bie­nes tran­sa­bles. Us­ted me en­tien­de. El pro­ce­so con­ti­núa y ha­ce fal­ta el Par­ti­do que lo sos­ten­ga has­ta que lle­gue la ho­ra del pro­gra­ma. Di­cen los men­to­res. Hay dos pro­ce­sos com­ple­men­ta­rios en re­la­ción al em­ba­te cen­tral de la lu­cha con­tra la in­fla­ción. El pri­me­ro es la re­duc­ción del dé­fi­cit fis­cal. Aquí los re­sul­ta­dos de la elec­ción, es­ti­man los men­to­res del pro­gra­ma, se con­vier­ten en la he­rra­mien­ta cen­tral. Cam­bie­mos for­ta­le­ci­do, di­cen, con el em­pu­je de las vic­to­rias (cu­ya con­tra­par­te es la de­bi­li­dad de las de­rro­tas) ima­gi­nan que po­drá do­ble­gar las de­man­das de los go­ber­na­do­res y con­ver­tir esos dis­ci­pli­na­mien­tos en vo­tos par­la­men­ta­rios pa­ra li­mi­tar los des­ba­ra­jus­tes fis­ca­les pro­vin­cia­les, mu­ni­ci­pa­les y pro­pios. No se­rá fá­cil. Cual­quie­ra sea la es­truc­tu­ra de los pre­su­pues­tos de las dis­tin­tas ju­ris­dic­cio­nes to­dos sa­be­mos que las de­man­das de in­ver­sión y gas­to pú­bli­co es­tán ra­di­cal­men­te in­sa­tis­fe­chas. Eso es el atra­so: de­man­das de bie­nes pú­bli­cos in­sa­tis­fe­chas. To­do el sec­tor pú­bli­co es ine­fi­cien­te en el gas­to, y ade­más sus gas­tos no es­tán or­de­na­dos en fun­ción de la je­rar­quía del bie­nes­tar pú­bli­co de lar­go pla­zo. Y las fuen­tes de fi­nan­cia­mien­to tri­bu­ta­rias (con una eco­no­mía en ne­gro enor­me) es­tán li­mi­ta­das y las fuen­tes de fi­nan­cia­mien­to fi­nan­cie­ras tien­den a ma­te­ria­li­zar­se en mo­ne­da du­ra. Sín­te­sis, pue­de apla­car­se el dé­fi­cit pú­bli­co a cos­to de au­men­tar­se el dé­fi­cit de bie­nes­tar. Us­ted sa­be, una co­sa es el equi­li­brio de la Na­ción co­sa de es­ta­dis­tas y otra el equi­li­bro del Es­ta­do co­sa de con­ta­do­res sin áni­mo de ofen­der. ¿Un Par­ti­do pa­ra ar­bi­trar es­te di­le­ma? Y fi­nal­men­te el ter­cer com­ple­men­to del pro­ce­so: la re­ac­ti­va­ción de la eco­no­mía con to­dos sus con­di­men­tos. La eco­no­mía de­jó de ca­er, es ver­dad; pe­ro to­da­vía no se re­ac­ti­vó. To­dos los in­di­ca­do­res nos di­cen que los ni­ve­les de ac­ti­vi­dad to­da­vía es­tán por de­ba­jo de 2015 cuan­do em­pe­zó la ca­í­da en pi­ca­da. No hay tal co­sa co­mo éxi­tos en in­fla­ción, ni en las cuen­tas pú­bli­cas, ni en la eco­no­mía re­al. La pro­me­sa de los ge­run­dios no se rin­de. Y es­tá bien. Pe­ro en es­tas con­di­cio­nes el Par­ti­do del pro­ce­so (es­ta eta­pa de Cam­bie­mos) to­da­vía no mu­tó en el Par­ti­do del pro­gra­ma de "las re­for­mas y la mo­der­ni­za­ción". ¿La re­for­ma y la mo­der­ni­za­ción son una ex­ten­sión, por ejem­plo, del pro­gra­ma de Car­los Me­nem? Lo di­cen los in­di­cios y ya sa­be­mos có­mo ter­mi­nó. Por otro la­do, la de­rro­ta de CFK es una bue­na no­ti­cia en la me­di­da que quie­nes, des­de la sen­sa­tez y la pro­fe­sio­na­li­dad, pre­di­can las po­lí­ti­cas de de­sa­rro­llo y rein­dus­tria­li­za­ción de Ar­gen­ti­na li­be­ra­dos del las­tre es­pan­to­so del kirch­ne­ris­mo pue­dan cons­truir un Par­ti­do de la pro­duc­ción ca­paz de in­te­grar el tra­ba­jo y la em­pre­sa, el te­rri­to­rio na­cio­nal y el con­jun­to de la so­cie­dad. Des­gra­cia­da­men­te el pro­gra­ma que anun­cia Cam­bie­mos (e­sas re­for­mas y mo­der­ni­za­cio­nes) con seis años (di­cen los men­to­res) de re­va­lua­ción cam­bia­ria y aper­tu­ra, no pa­san por el de­sa­rro­llo y la in­dus­tria­li­za­ción. Ejem­plo, BGH adhi­rió al pro­gra­ma de re­for­ma y mo­der­ni­za­ción: de­jó de pro­du­cir y aho­ra va a im­por­tar. Bien­ve­ni­dos a "la cuar­ta" del de­me dos (Mar­tí­nez de Hoz, Ca­va­llo, Ki­ci­llof y "el equi­po"). El hom­bre es el úni­co ani­mal que tro­pie­za dos ve­ces con la mis­ma pie­dra. ¿Có­mo se lla­ma al po­lí­ti­co y eco­no­mis­ta que pre­pa­ra por cuar­ta vez la mis­ma cri­sis?