Entre piso y techo: el método

Las dos noticias económicas que más entusiasman al gobierno son que la inflación habría encontrado techo y parece bajar; y que el nivel de actividad habría encontrado piso y habría dejado de caer. No obstante la "estanflación", la enfermedad económica de estancamiento con inflación, no ha desaparecido aunque el espacio entre piso y techo se habría achicado. Es razonable pensar que se torne más manejable porque duele menos. ¿La misma medicina será suficiente? ¿El método PRO revelado será conveniente? Ni la Iglesia ni el movimiento obrero, los empresarios y la política (salvo el PRO) no lo ven así. Las heridas provocadas por la extrema duración de la aguda inflación y derrumbe de la actividad, de estos nueve meses, pueden volver a sangrar. No todo está en orden. Es cierto que lo muy malo que nos pasa es más producto de la herencia del kirchnerismo (12 años) que de estos nueve meses que no lograron revertir los males. ¿Qué males? Fractura gigante de la sociedad con más de 30 por ciento de pobreza y – peor aún – con 10 por ciento de indigencia. Fractura expuesta. La desocupación bien medida está en dos dígitos. La capacidad ociosa de la industria orilla 35 por ciento. La inversión privada se demora. La inversión pública recién arranca y la construcción privada tiene una tímida reacción. Lo que suma es la expansión del sector agropecuario y lo que éste arrastra en materia industrial y de servicios. Esas dos reacciones, la inversión pública – de un lado – y la reacción del sector primario a los estímulos cambiarios y fiscales - del otro – han marcado el piso de la actividad. La inversión privada no construyó el piso. Lo hizo el aumento del gasto o la reducción de los ingresos públicos. Mientras el consumo se desploma, el déficit fiscal resiste.

Absorbidos los impactos de la devaluación, de algunas tarifas y de la rebaja de retenciones, la redefinición del techo inflacionario deriva de la extremadamente dura política de tasas de interés del BCRA cuya consecuencia es recesiva. ¿Qué podemos esperar? El más formado de los economistas del gobierno, el ministro Alfonso Prat Gay, entiende que sin acuerdo social no hay posibilidad de lucha contra la inflación y el estancamiento. Ese es el ABC de la política económica. No hay ortodoxia – en estanflación – que pueda combatir la inflación sin generar más recesión. Y no hay política keynesiana – en estanflación – que pueda combatir la recesión sin generar más inflación. Esas dos políticas llevadas a cabo de manera independiente, lo que está haciendo el desacoplado equipo M, sin acuerdo social, llevan un escenario oscilante en el que no hay manera de generar señales positivas – todas a la vez – para el consumo, que le da nivel a la demanda global; para la inversión, que fundamenta la expansión; y para la exportación, que es la pista de la continuidad de cualquier proceso. La ausencia de un acuerdo social, de la visión sistémica que implica tenerlo, genera – en la práctica – una política contradictoria. Primero, contradictoria con el desarrollo positivo del sector externo: el tipo de cambio se atrasa y todas las perspectivas son que, sea por la necesidad de financiamiento externo para cerrar las cuentas fiscales o por el blanqueo, habrá un creciente retraso. Riesgo J. A. Martínez de Hoz, D. Cavallo, A Kicillof, jinetes del Apocalipsis. Segundo, contradictoria con el desarrollo positivo de las inversiones industriales a lo largo de toda la cadena productiva: la ausencia de crédito de largo plazo y las tasas de interés locales, impiden todo proyecto de expansión. Hasta ahora sólo crece el crédito en dólares, apto exclusivamente para los exportadores, y no el crédito en pesos. Otra vez los jinetes. Tercero, contradictoria con el desarrollo positivo del consumo masivo, basta mencionar pobreza, desempleo y la continuidad de la inflación, por más que se reduzcan las tasas, para imaginarlo. Y por tercera vez los jinetes. ¿Todo vuelve o nunca se fue? Piso y techo. Pero ¿por qué la mención al método? La cuestión de las tarifas ha puesto en escena con una crudeza "el método" de gestión de política económica en el que cree o el que practica el gobierno. Cada uno atiende a "su" sector. Es cierto que antes que fuera JJ Aranguren el informante del método, ya lo veremos, el presidente del BCRA lo hizo suyo. Con la idea de la "necesaria independencia del BCRA" transfirió más de 50 mil millones de pesos a especuladores. Una fortuna premio a una apuesta. Regaló a especuladores y financistas, a cambio de nada, más pesos que los que en algún momento esperaban obtener del blanqueo. Esa decisión se tradujo en un aumento gigantesco de la tasa de interés que generó, a los tenedores de LEBAC, una renta extraordinaria. Los montos de LEBAC y pagar los interese de más de 30 por ciento anual, genera cifras escandalosas. La suma de todos esos pagos conforma una transferencia extraordinaria (con costos sociales, inflacionarios y de actividad) a favor de un sector. Fue el área financiera del gobierno la que decide transferencias extraordinarias a favor del sector que administra. JJ Aranguren lo puso claro. Dijo en el Foro de Inversiones, ante los empresarios del sector energético (gas y petróleo), y cosechó aplausos, al igual que el Presidente del BCRA de parte de los banqueros, "no queremos un vínculo donde el Gobierno decida, queremos que decida el sector". Se estaba refiriendo a la decisión sobre el precio del gas en boca de pozo a partir del cual se escalan todas las tarifas sean las que paga el consumidor domiciliario como las empresas productivas. Quede claro que, desde el punto de vista de la producción, el aumento de la tarifa del gas – con un dólar estancado – equivale a una revaluación sectorial del tipo de cambio o una disminución de la competitividad. Salvar esas consecuencias es posible a costa de las utilidades, si existieran, o de bajar salarios o empleo. Si el que decide es "el sector energético" esas consecuencias no serán tenidas en cuenta. No es el criterio del bien común. Es el del derrame. Es obvio que lo mismo cabe para la política monetaria. La defensa sin límites de "la independencia del BCRA" lleva a decisiones no sólo no coordinadas con el resto de los instrumentos de la política económica, sino a decisiones que son contradictorias con los propios objetivos declarados del gobierno. Las decisiones del BCRA han jugado a la concentración de recursos en manos del sector financiero (tasa de Lebac, dólar futuro). No hay política más antagónica a la búsqueda de la "pobreza cero" que aquella que da más concentración. Lo mismo acaba de ocurrir con la definición "de acuerdo con los intereses del sector" de los precios del gas. Veamos. Las cuestiones estratégicas, de acuerdo a la experiencia y al método del gobierno PRO, se deciden desde la perspectiva del sector. Por esa razón el ministro dice desconocer el costo de producción en boca de pozo. Si la decisión es del sector, ¿qué sentido tiene conocer el costo de producir para que el ministro fije el precio? Basta la información de precio que le proporciona el sector. Eso significa que las empresas productoras procuraran un excedente, entre costos e ingresos, tal que rinda suculentas utilidades, lo que es lógico. Pero fundamentalmente que, además, genere recursos gratuitos para invertir. Lo que no lo es. La inversión en exploración, con ese método de decisión, bien podría estar siendo pagada por los usuarios o el gobierno, pero las utilidades de esa exploración serán apropiadas por las empresas. El método colisiona con el bien común en el presente y en el futuro. La estrategia, en síntesis, implica que los usuarios podrían estar pagando la exploración y la acumulación de las reservas. No nos proporcionan los costos y nos proponen un precio de 6,78 dólares el MMBTU. ¿Cuál será el excedente con ese precio? El gas en Argentina está en manos de tres empresas que producen el 75 por ciento. Un oligopolio básicamente de capitales multinacionales. La excepción es la mitad de YPF que es estatal. Son concesionarios por los próximos 30 o 40 años gracias a Néstor Kirchner.
En 2003 las empresas pedían 1 dólar por MMBTU, después firmaron contratos por menos de 2 dólares el MMBTU. YPF en 2015 – en base a una estimación de Fundación Bariloche – informó que el costo en boca de pozo estaría en 1,9 dólares el MMBTU y que en Estados Unidos, el mercado de gas natural establece un precio de 2,60 dólares. Al imponer como "precio" el del Gas Natural Licuado importado (6,78 dólares), el oligopolio está generando un excedente, suponiendo a lo sumo un costo de 3 dólares, de casi 4 dólares por MMBTU. El kirchnerismo dio las concesiones y Axel Kicillof le puso un precio de 7,50 dólares el MMBTU para el "gas nuevo" como incentivo a la exploración. Y también le había otorgado un subsidio de hasta 50 por ciento al barril de petróleo por encima del precio internacional. El subsidio continua. No hay diferencias entre Kicillof y Aranguren. El primero con irresponsabilidad fiscal y desprecio olímpico por la equidad y el medio ambiente. El segundo más atento al déficit, a la equidad y al medio ambiente. Pero los dos generando un mega excedente para las productoras. En suma el método es decidir con el sector y no por el Bien Común. Y eso es lo que está pasando con el gas y los combustibles, lo que baja la competitividad mas cuanto más intenso es el uso de energía en el proceso productivo. El método, explicito en la política monetaria y la energética, no responde a la polémica "Estado versus Mercado". No. Responde a la idea que el Estado debe ser permeable a las presiones de las grandes corporaciones, financieras, empresas multinacionales que, como consecuencia de la concentración, finalmente derramarán en inversiones. No ocurrió en los 12 años K en el que el sector financiero fue el sector de Cuentas Nacionales que más utilidades obtuvo ni con el energético que más prórroga de concesiones obtuvo y que ha logrado enormes utilidades. Este que es el método explicito del PRO - que es más pro mercado - y el implícito para los K que, en apariencia, era más pro Estado. En ambos casos, en temas energéticos, el peso de las decisiones se inclinó por las demandas de las empresas del oligopolio, con los K y con los M. Los K les dieron las concesiones, no los obligaron a invertir, lo mismo que el menemismo, y convalidan la ignorancia pública de los costos y del nivel de las Reservas que sólo conocemos por lo que dicen las declaraciones juradas de las empresas. El método no es independiente del resultado. Y las decisiones respecto del gas lo avalan. Y aclaremos la cuestión no es la tarifa que pagarán los usuarios. No. La cuestión es qué se llevan las empresas por tarifas o subsidios. No lo sabemos porque el costo es un "secreto". Pero lo que estimamos es escandaloso. Y nos saca de competencia. Interés privado y no Bien Común.

Frente al método han surgido dos reacciones convergentes. Con un gesto de humildad – poco común en el elenco del PRO – llegaron a un diálogo con las autoridades de la Iglesia Católica – a la que el Jefe de Gabinete y su asesor estrella J. Duran Barba la tienen entre cejas. Lo que han escuchado los funcionarios, en la sede del Episcopado, es una demanda de rectificación de la manera de hacer política. En última instancia una discusión sobre el método de las decisiones. Es una cuestión mayor y por eso la Iglesia ha insistido. Se trata del diálogo y del acuerdo social. La doctrina social de la Iglesia pone en el centro de la decisión política el bien común. Y entiende que ese bien común sólo puede conocerse sobre la base del diálogo honesto y construirse sobre la base del consenso en el entendimiento que todo el sistema social debe apuntar al "desarrollo de todos los hombres y de todo el hombre". Lo cierto es que este estado de la sociedad y de una economía de la desindustrialización es la herencia que recibió el PRO. Pero en los nueve meses de gobierno la situación ha empeorado sin señales de mejora excepto la modesta baja del techo y suba del piso. Hoy la situación social y económica no desborda en la crítica política gracias a que el gobierno goza de una enorme expectativa positiva basada en el espanto de lo que fue el pasado. La imagen es la de un pueblo que huye de un incendio corriendo por un desierto en el que espera encontrar un oasis. Nadie quiere volver atrás. Aunque no haya certezas. Esa conciencia del pasado siniestro, alimentada por los descubrimientos cotidianos de corrupción, sostiene el camino en el desierto. Pero el riesgo de esos procesos no es sólo que no se quiera volver al lugar del que se huyó, sino que los que están en fuga ingresen en el desierto de la angustia y de la desesperación cuyo nombre es el desempleo. Importa la inflación, importa la inseguridad, pero si el precio de la fuga es el desempleo, entonces la no resolución de los problemas se trasladará a la política. Volvamos al método. Con la metodología de política económica del BCRA y de la energía, que pareciera es "el método" elegido, como bien dice Prat Gay, no hay salida de la estanflación. La Iglesia reclama el acuerdo social como método alternativo. El gobierno permanece en silencio y se dedica a tocar el timbre cultivando, insólitamente, el mismo método. La política monetaria la decidimos con los financistas, la energética con los petroleros y la comunicación con cada uno de los 42 millones de argentinos. No hay nada en común, no hay proyectos colectivos, hay problemas individuales. La respuesta a la Iglesia parece que pasa por ahí. Margaret Tatcher hace 30 años dijo "no hay tal cosa como una sociedad". Y esta es la filosofía que hay detrás de la campaña y de las decisiones públicas del PRO. Finalmente, con el anuncio, por parte de Juan Carlos Schmid, de un paro nacional a decretar por la CGT unificada para el mes de octubre, el movimiento obrero decide enfrentar el método reivindicando no sólo las demandas de los trabajadores sino, por encima de eso, la necesidad de un proyecto colectivo, de un espacio de realización del Bien Común que pasa por un diálogo que ponga en común un acuerdo de objetivos e instrumentos básicos para evitar el desempleo, el deterioro del salario y abra las bases del crecimiento con distribución del progreso social. (Economista)