En un punto de quiebre histórico, no es momento para distraerse

El gobernador Gustavo Valdés descendió del avión luego de un extenso viaje desde China donde desarrolló una larga visita institucional. El objetivo: abrir mercados y atraer inversiones. Y mientras el Mandatario delineaba en un borrador la exposición en la que narraría de qué se trató el periplo en el gigante asiático, la noticia del acuerdo entre el MERCOSUR y la Unión Europea ganó los titulares de los diarios. Ello significa una gran oportunidad pero que puede ser un boomerang si no nos volvemos competitivos. Sin embargo, la mirada de nuestros políticos parece centrada en la campaña presidencial. Y la de los ciudadanos se muestra distraída por la caída mundial de las redes sociales y la derrota de la Selección Argentina de fútbol a manos de Brasil. Ojalá no perdamos la oportunidad histórica por desatentos. Alguna vez a los correntinos nos pasó con Yacyretá. "En China visitamos provincias", dijo Valdés. Cada una de ellas es equivalente en población a la República Argentina. "Necesitan de nuestra carne", argumentó Jorge Vara, ministro de Producción de Corrientes. Tenemos las vacas y ellos tienen la necesidad de comprarlas. ¿Qué puede salir mal? Para que los acuerdos prosperen, lo primero necesario, imprescindible, es la actitud del sector privado: de los productores con su materia prima y de los empresarios con sus inversiones en las siempre imperiosas industrias. Lo segundo, tan urgente como lo primero, es el Estado. Valdés ya dio sobrados ejemplos de que pretende un Gobierno de desarrollo y crecimiento. Pero para ello serán indispensables inversiones en infraestructura que, en muchísimos casos, están por encima de las posibilidades presupuestarias de la Provincia. Y que tampoco son de su competencia, su construcción o implementación: puertos, ferrocarriles, rutas, energía. ¿Hace cuánto se habla de lo mismo? En el kirchnerismo, Corrientes estuvo directamente borrado del mapa argentino; con Mauricio Macri, las obras llegaron en cámara lenta.

En este punto no hay que olvidar de aspectos importantísimos como el de equilibrar - de una vez por todas - las finanzas nacionales. Claro está, sin que ello implique aplastar y pisotear del todo al sector privado con un sistema impositivo que hoy ya es voraz y que sólo se explica en la necesidad de contar con recursos para sostener a la mitad improductiva del país. Por supuesto, en este apartado hay mucho por desarrollar: eliminar la burocracia estatal, facilitar las transacciones y, por supuesto, el más importante de todos: desterrar la corrupción (menuda tarea, muy fácil de decir, casi imposible de ejecutar). Lo tercero: la modernización de las leyes laborales. Mientras desde la oposición kirchnerista y los gordos sindicalistas se llenan la boca al hablar de "flexibilización" o "precarización", lo cierto es que uno se sienta a tomar mate en la costanera y ve cómo casi todos los barcos que desandan el Paraná tienen bandera paraguaya (el vecino país cuenta con la tercera mayor flota fluvial de embarcaciones a nivel mundial después de Estados Unidos y China y la mayor de Sudamérica). Y en ello tiene mucho que ver que ningún empresario naval, en su sano juicio, quiere tener empleados bajo la actual legislación argentina.

No es momento de perder el tiempo con lamentos porque el VAR no le dio dos penales a Argentina en la derrota en el clásico con Brasil. Tampoco para mirar al cielo por horas porque la luna tapó al sol. O lamentándose porque Facebook no funcionó o no se pudieron bajar las fotos del WhatsApp. Mucho menos para prestarle atención a fulano o mengano enojado o contento porque su lista a diputados nacionales va o no con la boleta presidencial para las elecciones PASO de agosto. Este es un momento único. Irrepetible. Nuestros gobernantes y legisladores deben poner el caballo delante del carro y empujar juntos. Nosotros, los gobernados, necesitamos estar más atentos a cada una de las oportunidades que tenemos en nuestras narices. O, si no, continuaremos siendo ese Norte tantas veces postergado. Esa provincia que se queda sin energía eléctrica cuando tiene en sus aguas la represa más importante del país. Y para muestra basta un botón: la primera de las 20 turbinas de Yacyretá fue puesta en servicio en junio de 1994 y la última en agosto de 1998; pero la electricidad a la isla Apipé, a tiro de piedra del coloso de cemento, recién llegó en febrero de 2010. Una vergüenza. Que no nos vuelva a ocurrir.