El gran clásico de los juguetes argentinos
Hubo un tiempo en el que los niños argentinos disfrutaron de juguetes irrompibles, capaces de soportar las más exigentes proezas de la imaginación infantil y hasta de emular a los Dukes de Hazzard sin perder una sola ruedita. El Duravit fue entre las décadas del 50 y del 80 el sueño dorado de los chicos, en especial de aquellos más apasionados por el mundo de los autos, que gracias a esos modelos concebidos a imagen y semejanza de los vehículos reales que podían verse circulando por las calles.

- Eran años de tecnologías analógicas, épocas remotas sin atisbos de juegos electrónicos. Sin embargo, el Duravit llegó a tener tanta versatilidad que en el recordado Ital Park hubo modelos adaptados como simuladores de manejo sobre unas mesas de madera que reproducían las dificultades del tránsito real con la consigna de sortearlos mediante destrezas varias. El comando era un volante de baquelita que transmitía los movimientos del conductor mediante un cable común y corriente, pero podría decirse que aquella atracción era una digna predecesora del actual Gran Turismo Sport, o simplemente GT de Play Station. Durante la segunda mitad del siglo XX miles de niños varones -y sin dudas otras tantas niñas- tuvieron la oportunidad de jugar con un Duravit hasta entrados los años 80, cuando la producción de este juguete que podría considerarse el gran clásico de las pasiones lúdicas argentinas entró en crisis como consecuencia de factores económicos inmanejables.

- Pero no vayamos tan rápido. Estamos hablando de un juguete vintage que adquirió ribetes de leyenda desde sus mismísimos orígenes, que se remontan a 1945, cuando el emprendedor Ricardo Macchiavelo puso en práctica una idea que venía barajando desde hacía unos años. Macchiavelo fue un militar que, obligado a retirarse muy joven como consecuencia de un accidente, invirtió su tiempo libre en desarrollar un juguete de alta resistencia con goma vulcanizada, ocurrencia que le rondaba la cabeza desde que comprobó la resistencia del material en distintos usos de la vida castrense.

Cuenta la historia de Duravit (empresa que sigue funcionando actualmente, con producción de modelos plásticos) que su fundador comenzó la actividad como un entretenimiento, moldeando las matrices en madera tallada sobre las cuales volcaba goma derretida que luego, al enfriarse, se consolidaba como un casco de gran rigidez. Luego se colocaban las rueditas (que también eran de goma) vinculadas por sólidos ejes de acero y aseguradas con remaches cónicos que permitían el libre movimiento giratorio. El secreto del éxito fue la capacidad del juguete para absorber impactos, lo que permitió a los autos (y camionetas, camiones y tractores Duravit) protagonizar las más arriesgadas maniobras sin peligro de daños estructurales.

- A lo sumo una peladura (eran siempre monocromáticos y con la zona "acristalada" pintada en color aluminio) o la pérdida de una ruedita, desperfecto que podía ser enmendado con la ayuda de un martillo y certeros golpes sobre el extremo del eje. Los Duravit (cuyo nombre jugaba con la idea de la duración vitalicia del juguete) no traían ojales para atar el cordel del cual los chicos tiraban para salir a recorrer el barrio con su inseparable compañero de cuatro ruedas pero eso no fue óbice.

El hilo se ataba por el eje delantero de modo tal que el autito copiara los movimientos de su dueño, que en ocasiones adoptaba opciones drásticas como el experimento de atarlo al portaequipajes de la bicicleta para multiplicar la velocidad máxima del cacharro hasta niveles impensados. Una característica de esta empresa de origen nacional fue su apego a la industria automotriz argentina, ya que Macchiavelo decidió reproducir solamente modelos fabricados en el país, desde el famoso Torino hasta el legendario Falcon, pasando por el Chevy, el Renault 12, el Renault 4 y el Peugeot 504. Todos exitosos en ventas, con picos de popularidad concentrados en los infaltables de toda vidriera: el Fiat 600, la pick up Ford F100 y el camión Mercedes Benz con acoplado. El catálogo de modelos se completaba con las figuritas difíciles, que eran los modelos deportivos de moda. Hoy muchos ejemplares de Duravit sobreviven en los hogares de aquellos niños convertidos en padres de familia que han cumplido el sueño de compartir con sus propios hijos el juguete de su infancia. Estos exponentes de la industria nacional lograron traspasar generaciones gracias a la nobleza de su material, ya que la goma vulcanizada mantiene en buena medida sus características de origen, aunque con el tiempo se vuelve quebradiza y, por ende, propensa a las fisuras en caso de golpes. Por eso los Duravit de antaño han dejado de utilizarse como juguetes "todo servicio" y reposan en los cuartos de herederos por lo general conscientes del valor intrínseco de ese objeto que hizo feliz a su padre o incluso a su abuelo cuando las computadoras eran parte de la ciencia ficción.

- De hecho, estos juguetes que forman parte de la identidad nacional son considerados por los aficionados como verdaderas piezas de colección cuya cotización va en alza a medida que pasa el tiempo, al punto que un ejemplar en buen estado sólo puede conseguirse en el mercado de usados por no menos de cinco o seis mil pesos. En este apartado podría decirse que el precio de un Duravit de edición limitada no tiene techos, ya que hay casos récord como la réplica del Trueno Naranja, el auto campeón de TC de 1968 con Carlos "Tim" Pairetti, por el que llegaron a pagar 25.000 pesos hace un par de años. Luego de años de gloria y esplendor en las décadas de los ‘60 y los ‘70, Duravit estuvo a punto de caer en la ruina en los años ‘80, como consecuencia de la apertura importadora, lo que permitió el ingreso de juguetes foráneos que llevaron a la empresa nacional al borde del abismo. Sin embargo, los hijos y nietos de Macchiavelo decidieron cambiar el modelo de negocios al incorporar materiales plásticos, lo que permitió que el gran clásico del juguete nacional siguiera con vida hasta la actualidad, aunque con productos más convencionales y, posiblemente, menos resistentes que sus ancestros de goma.

- Mientras tanto, aquellos viejos modelos de goma entraron al olimpo de los símbolos de la inventiva nacional. Hoy es muy difícil imaginar que un desarrollador argentino pueda instrumentar desde cero una idea de fabricación en serie de un producto tan exitoso y perenne. Es por eso que, en pleno apogeo de las colecciones de autos en miniatura que pululan en el mercado de las editoriales de revistas, para muchos coleccionistas el único "inolvidable argentino" a escala se llama Duravit.
