Usos políticos de la conversación pública

- Ya en 2015, antes de la segunda vuelta presidencial, Jaime Durán Barba había dicho "nosotros estamos a favor de la libertad de la gente. Que cada uno haga lo que quiera. Y si una señora quiere abortar, que aborte", idea que repitió, como globo de ensayo, en otras apariciones mediáticas. Aquel desafío da cuenta de la capacidad de correr los límites culturales clásicos de centroderecha que mostró la coalición dirigente del Pro, y que el ecuatoriano expresa cabalmente. Lo hace, en general, cuando se abre la oportunidad de sacar rédito político, pero también a partir de temas, por así decirlo, disponibles, es decir que no han sido tematizados por otras fuerzas. En este caso, el Gobierno es canal de una demanda que el Peronismo no puede reivindicar como propia. La pone en su agenda. Responde a una parte de su electorado, las clases medias progresistas en materia cultural, así como a reivindicaciones de diferentes movimientos sociales con los que tiene vínculos débiles, entre ellos, la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Ahora bien, al tiempo que abre el debate, la voz presidencial -y la polifonía que forma parte del aparato discursivo de Cambiemos-, expresa rápidamente su desacuerdo con la despenalización y se manifiesta "a favor de la vida". El Gobierno toma posición en el debate público de un modo acorde con las posiciones más conservadoras en este tema. Interviene "desde arriba" y, aunque no anula a los participantes de la discusión, se apropia de un valor universal -"la vida"- del que aliena a los partidarios de la legalización. Referentes sociales y culturales, activistas y expertos que se movilizan a favor de que la sociedad se emancipe de la tutela religiosa en la regulación de las autonomías personales, no sólo lidian con poderes fácticos, corporaciones, por usar el término antaño preferido del Alfonsinismo, que participan del debate, sino que también despliegan formas de lobby subterráneas hacia los miembros del Poder Legislativo. También tienen que revertir el estigma de no defender la vida. El conflicto de intereses y el debate público movilizan actores desiguales. Hasta el momento, pocos personajes de peso del Gobierno apoyan la legalización del aborto. En este terreno, en el Ejecutivo harían falta más seguidores de Durán Barba. La legalización del aborto produciría un cambio importante en la sociedad. Malograr un movimiento de largo aliento podría dejar el tema en un lugar relegado en la agenda. Y generaría frustraciones profundas en un movimiento que avanza, pero también en sectores sociales a los que el Gobierno quiere interpelar. El debate público requiere de actores movilizados y de recursos públicos que compensen el peso de los poderes fácticos. Otra fue la posición adoptada por el Gobierno en relación con el tema de la seguridad. Allí, la voz presidencial, en su persona o en la de sus ministros, suena fuerte y clara. También en este caso sabe leer una preocupación de su electorado, así como de los sectores populares, por el delito y en especial por la violencia asociada a él. Con su toma de posición, ocupa el lugar de la defensa de la "mano dura", que en su momento quería para sí Sergio Massa, y que fue tradicionalmente terreno de disputa entre fuerzas conservadoras Peronistas y no Peronistas. La crítica de la ministra de Seguridad a los jueces que defienden derechos y garantías de las personas, aun si cometieron delitos, constituye una voz clara y potente en el debate público. De confirmarse que el policía Chocobar hizo uso excesivo de la fuerza, la voz presidencial -lejos de bajar el volumen, aquí clara y audible- habría intervenido vehemente en defensa de un acto contrario a la ley.
* Sociólogo, profesor de la Universidad Nacional de General Sarmiento e investigador de Conicet. Autor de La larga marcha de Cambiemos. La construcción silenciosa de un proyecto de poder.