Discapacitado, familia y cuidador

Discapacitados han existido en todas las épocas y regiones geográficas. Desde antes de la edad de piedra, durante la cual se era anciano a la cuarta década de vida(y, aparentemente, cuidado por su comunidad), pasando por Grecia y Roma antiguas (ya no tan ejemplares en el cuidado de niños con alteraciones), para llegar a la actualidad, con todo un abanico de actitudes individuales o colectivas ante la discapacidad. Despleguemos ese abanico: Un ministro de Finanzas de Japón, hace cinco años y sin sonrojarse, decía: "Los mayores tendrían que darse prisa y morir, porque ni el estado ni cada ciudadano debería pagar por él". Pero esos dichos que aparecen como, al menos, insensatos, no exhiben el pensamiento de una persona sino el de muchos y hay quienes lo extienden a aquellos que padecen enfermedades crónicas e invalidantes, accidentes con secuelas graves o soldados que vuelven al hogar con un grado de invalidez que duele. Recordemos el odio que manifestaba el "teniente Dan" de la película Forrest Gump cuando le arrebatan la posibilidad de morir como héroe en el campo de batalla para pasar a integrar las legiones de servidores que viven de los sistemas de protección social. Y es que nos cuesta aceptar la realidad que es nuestro presente y nuestro futuro. Cuando señalamos que la Provincia de Corrientes es solidaria y altruista en cuanto a la donación de órganos, lo hacemos exhibiendo la parte exitosa de la desgracia -la donación de uno o múltiples órganos que salvarán vidas que están en una angustiante espera al lado del teléfono-, pero no mostramos la parte oscura de esto, que son los accidentes, especialmente de motocicletas, que generan diariamente muertes o discapacidades permanentes en víctimas de edades juveniles en general y sobre las cuales también anotician, pero en forma dolorosa e inesperada, a la familia por teléfono. Tampoco muchos se sonrojan al momento de pasarle el cuidado de sus mayores a otros o hacerse los distraídos ante pedidos de colaboración, pero rápidamente encuentran cómo llevarles los papeles para transferir dominios, antes de que sea tarde. Si hay dinero, pensamos que está todo resuelto, total, un buen asilo será la solución, o bien uno o varios cuidadores en el domicilio.

En España, existen más de 7.000.000 de personas de mas de 65 años, casi dos millones son autosuficientes y viven solos; pero casi 300.000 requieren ayuda. Muchos no la consiguen. ¿Y que pasaría si decidimos cuidarlo en casa? Antaño, la mujer desempeñaba el rol de cuidadora del hogar, entender en la educación de los niños, en el cuidado de los ancianos y encargarse de la comida ¿Qué más se le podría agregar a semejante mochila? Pero en la actualidad, la mujer sale para estudiar o a cumplir con un trabajo remunerado. Al regresar a su hogar, afloran el lógico cansancio y problemas de salud pero ¡cómo no! debe seguir atendiendo los niños, los ancianos, la comida, etcétera. O sea que la mochila sigue sobre su espalda. Cuidar a un paciente con enfermedad de Parkinson (PD) es muy estresante y tiene un impacto importante, tanto en la salud física como mental del cuidador. En un estudio, se investigaron 1.882 cuidadores miembros de Parkinson UK., 95,6% eran familiares de primer grado y el 64,2% eran mujeres. Estos tenían que ayudar a los pacientes en un promedio de 12 tareas diarias. Más de un cuarto de ellos había reducido su jornada laboral o renunciado a su empleo y más del 30% había empeorado su situación financiera a partir de cuidar al paciente. Los problemas de salud más frecuentes en los cuidadores fueron artrosis u otras afecciones articulares (59,7%), problemas cardíacos, de presión sanguínea o circulatoria (50,8%), pérdida de la audición (26,5%), problemas digestivos (22,9%) y cataratas u otras enfermedades oculares (19,3%). Un 87,5% tenía estrés emocional. Un 72,1% sentían fatiga; 63,8%, dificultades para dormir; un 58,5%, ansiedad y 50,5% padecía depresión leve. La cuestión económica es también importante, pues en muchas ocasiones, los familiares han tenido que renunciar al trabajo o disminuir la jornada para poder cuidar del afectado, además los gastos se ven aumentados debido a que se suelen necesitar sillas de rueda, muletas, calzado especial y en muchas ocasiones podría requerirse adaptar la vivienda. El mal descanso y el adaptarse a los horarios y necesidades del enfermo, dan lugar al deterioro en la salud, tanto física como psicológica, a la ansiedad y depresión. Cuando uno de los cónyuges se ve afectado, habitualmente es su pareja quien tiene los mayores índices de sobrecarga y mayor posibilidad de enfermar. Buscará consuelo y ayuda en sus hijos o fuera de casa. Para evitar la angustia y tristeza de sentir la soledad, tiene que hacer un gran esfuerzo para sobreponerse a la nueva situación que va a afectar negativamente a sus relaciones sociales y familiares, a sus finanzas y autonomía, ya que sienten que han perdido el control de su vida porque su familiar demanda que solo ella o él, se ocupen. Estos cuidadores pueden sentir angustia debido a la incomprensión de los demás miembros de la familia respecto a la situación de la persona enferma, así como por la falta de colaboración y apoyo. La tasa de divorcios aumentará o disminuirá, dependiendo del grado de impacto que hayan sufrido las parejas cuando se les comunicó la discapacidad, o según la resiliencia, solidez de los lazos o capacidad práctica de manejo. Cuando la carga es excesiva, podría provocarse un abandono más temprano de la vivienda familiar o, por el contrario, reforzar esa unión familiar con el sacrificio de alguno de sus miembros. Se agrava la situación cuando el requirente dice "no hace falta contratar a nadie si fulana puede atenderme ella sola" ( la pobre víctima sigue camino al sacrificio.) Pero este artículo no pretende ser un paño de lágrimas, sino mostrar crudamente lo que viven muchos hogares, como también proponer soluciones.

Cuidando al cuidador Bueno, para encontrar las probables soluciones, debemos en primer lugar conocer tres complejidades: la funcionalidad de la atención sanitaria, la familia del paciente y la aceptación de la enfermedad. Para una adecuada atención sanitaria, importa ponerle rótulo al proceso, esto es contar con diagnóstico en lo posible y a partir de ello, los implicados deben compenetrarse en las terapias farmacológicas y no farmacológicas, y en cuanto existan limitantes a esos conocimientos, se debe intentar contar con contactos a quienes recurrir en forma funcional y dinámica para adecuadas intervenciones (esto es muy importante para que el cuidador se sienta sostenido). Una corriente moderna da lugar a encontrar un punto en el cual el enfermo tenga herramientas (si tiene la capacidad y resiliencia) para colaborar, en lo que esté a su alcance, en su propio cuidado. Se deben incorporar actividades de rehabilitación física en conjunto, con conocimiento de la enfermedad y estrategias psicosociales para adaptarse a la continua evolución del padecimiento. El apoyo proporcionado por los familiares al cuidador resulta de gran ayuda para aceitar los procederes, siempre y cuando sean también capaces de modificar conductas y actitudes de influencia negativa. Un elemento fortalecedor es la experiencia de haber realizado esa actividad anteriormente. Ello ayuda a reducir el estrés. La claridad al momento de pedir recursos edilicios o en equipamiento, se fortalece con la experiencia. Si bien los enfermos son, en general, altamente demandantes, el filtro del cuidador hacia los responsables de dichos aportes, ayuda a aportar criterios razonables, pero que, con frecuencia, se encuentran con la pared de limitantes económicos u oídos sordos de los familiares. La impotencia de cuidadores, familiares o no familiares, ante el desgaste implacable de sus protegidos, exige un apoyo de todos los implicados para lograr el mejor equilibrio emocional que ha de trasladarse, desde luego, al paciente.
Quien asiste al paciente, debe instruirse en la historia evolutiva de la enfermedad para saber qué esperar: dominar los horarios de los medicamentos, los controles médicos, higiene, movilización, descanso y actividades de esparcimiento.
Existen grupos que brindan soporte espiritual y social, y el saber incorporar dichos aportes, permitirá al cuidador conocer la importancia de la palabra estimulante y de la caricia o el apretón de manos en los que van todos los mensajes en una comunicación no oral. Asimismo, los cuidadores con gran resiliencia manifiestan menos depresión y ansiedad. La asistencia de un no familiar, no exime a la familia de estar presente y disponible, ya que todos deben saber que pueden contar con el otro en forma fidedigna, confiable y comprometida.

A modo de resumen de Cuidando a los cuidadores, de L. Ortiz y Cols, 2010), van los siguientes ítems: *Pedir explicación sobre lo que se desconoce o no se comprende. *Determinar la capacidad real de independencia del paciente. *Solicitar ayuda a otros familiares para evitar sobrecarga. *Valorar cuidadosamente los recursos y las necesidades para el cuidado en casa. *Obtener información sobre grupos de apoyo de personas en situaciones similares. *Descansar en vacaciones o tiempo libre intermitente. *Vincularse a redes de apoyo existentes. *Encontrar sentido en la responsabilidad que se tiene. *Tomar decisiones de manera sistemática. *Aprender a aceptar a la persona como es ahora, y no como era en el pasado. *Hacer un balance entre protección y autonomía del ser querido. *Reconocer las propias necesidades como algo fundamental para cuidar a otros. *Aprender a compartir y a afrontar la frustración. *Discutir el resurgimiento de sentimientos de pérdida, en ocasiones especiales. *Compartir el conocimiento sobre el manejo de la familia y la comunidad. *Desarrollar redes de cuidado con el grupo familiar y social cercano. *Manejar los sentimientos de culpa, inutilidad y desesperanza. *Identificar formas realistas de apoyar. *Mantener preparada siempre una red de emergencia para situaciones imprevistas. *De evidenciarse efectos negativos, el cuidador debe aceptar que necesita ayuda. *Guiar a la familia, en la toma de decisiones y posibles soluciones. *Expresar sentimientos e inquietudes a toda la familia. *Permitirse descanso, actividad física, alimentación equilibrada y esparcimiento. *Darse tiempo para resolver problemas, abordarlos uno por uno. *Buscar el lado positivo de las cosas, mantener el sentido del humor y alejarse de los sentimientos de culpa, producto de no resolver todas las necesidades y demandas del enfermo, o por errores que se cometen en forma involuntaria. *Es vital tratar de aliviar la tristeza y la depresión, identificando las situaciones que las provocan, buscando evitarlas y acudiendo a actividades que resulten gratificantes (leer, charlar con amigos, escuchar música, ver televisión). Finalmente, lo mas importante, el bienestar espiritual, crucial soporte en situaciones difíciles. Es el que proporciona resistencia, orienta y da sentido a la vida. Sin él no es posible afrontar de manera adecuada el ser el sostén del enfermo crónico.