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Hay una mujer…

"Hay una mujer que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor." Así se refiere el poeta cuando efectúa una magnífica descripción de lo que significa "la madre".
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Lo que se puede decir de una madre, no alcanza límites. Por la sencilla razón que determina que ella representa el traernos al mundo, el amamantarnos, el criarnos, el ayudarnos a dar los primeros pasos, el darnos las fuerzas para afrontar los primeros encuentros con el mundo exterior, el jardín de infantes, la escuela primaria, la escuela segundaria y, cuando pudo, el velar junto a sus hijos en un examen de cualquier escala de la enseñanza.

Sabe ella entender los estados de ánimo de sus hijos y jamás fallará en el consejo sano o en el consuelo sincero y permanente. Su calidad de mujer le permite comprender todo sin haberse preparado intelectualmente para ello. Ella sabe por madre. Sabe porque su vida son sus hijos y no ella. No puede dormir ni descansar, si no llegan a tiempo y menos, mucho menos, cuando tienen un poco de fiebre o deben estar junto a su cama cuando el mal impone un tratamiento o una internación. Sabe también cuando debe ser un poco cómplice de sus hijos y cuando debe apoyar una decisión del padre, su esposo. Porque transitó las baldosas de la vida en la misma proporción que sus hijos. Sabe porque lloró el primer desencanto amoroso. Sabe porque cuando tuvo que decir que no, la trataron de cobarde o temerosa. Sabe porque es mujer y tiene la sana intuición que caracteriza el género. Hoy la mujer hace lo que antiguamente no podía hacer. Decide, participa, opina, forma grupos de trabajo, actúa donde se sabe capaz y, lo que es más importante, decide con firmeza y voluntad, no dejando de prestarse al amor familiar y a las labores de la casa.

-- Se puede decir que, en la actualidad, la mujer se ha desdoblado desde su rol de madre hasta alcanzar puestos o lugares que asombran por su gran capacidad. Es que el ser "madre" le proporciona un plus que no todos pueden poseer. Y, entonces, lector, no pretenda ya una mujer que se quede en la casa a limpiarla, lavar, planchar, cocinar y en definitiva, ser aquella mujer hacendosa y sólo ocupada en cosas del hogar. Eso es el pasado. La mujer de hoy es madre sí, pero una madre distinta. Protagoniza la vida para que aprendamos a respetarla y aceptarla porque su figura se ha agigantado por sus propios méritos. Entonces, debemos saber que aquella antigua "ama de casa" era una madre a la que le faltaba ser protagonista social en defensa de su lugar en el mundo. De esto surge que hoy la mujer-madre es, y tiene todo el derecho y las posibilidades, de transformarse y transformar. No queda hombre, salvo los energúmenos que no las valoran, que no la vea orgulloso lucir su papel de dirigente y madre sin dejar de lado su natural género femenino que la hace un valor fundamental para constituirse en defensora de sus hijos, pero también, severa cuidadora de su conducta y corrección ante una sociedad deformada por malignos intereses y por conductores prescindibles porque una madre hará lo que el hace en forma más eficaz y positiva. Nadie puede decir que la palabra "mamá" no tiene la magia del amor y de la protección más celosa y cuidadosa. Porque "madre" se es por decisión de la naturaleza y, aunque a veces las veamos en circunstancias que pueden producir rechazos o críticas, de pronto sabemos que lo que están haciendo es porque su intuición le indica, certeramente, que eso es lo que corresponde. Un presente con una mujer-madre activa y participante ya no sorprende a nadie. Lo que sorprende es esa inmensa capacidad de amor y sacrificio en pos de su familia y, por qué no, de la sociedad que la tiene en su seno. Mucho se ha escrito y cantado sobre el amor de madre. A mí me parece que ella no necesita eso. Ella quiere ser una "madre" con todas las letras y, si debe actuar fuera del ámbito del hogar, quiere seguir siendo una madre que pretende lo mejor para todos los hijos del mundo. Así lo veo yo.