Las noticias sobre ciudadanos hartos de ser víctimas se multiplicaron. Es decir cada vez más argentinos que, en otras circunstancias, no matarían una mosca toman la peligrosa decisión de ajusticiar.
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"¿En qué momento perdimos nuestra humanidad? ¿Quién nos dio el derecho de creernos Dios para decir 'no merece vivir'?. No está en nuestras manos decidir si vive o muere, pero la desesperación nos lleva a cosas inimaginables. Sin embargo, los demás miran desde una vitrina siendo jurados y jueces. La inseguridad se fue de mambo, ya no se puede controlar. Y sí, nos pasan cosas que no nos merecemos. La vida es injusta pero todo vuelve, tanto bueno como malo hagamos en este mundo. Ojalá algún día la Justicia se gane el respeto que merece y podamos dejar a Dios lo que es de Dios y al hombre lo que es del hombre. El ladrón perdió su vida terrenal, el médico lo perdió todo al tomar sin querer una vida que no era suya. Ojalá las dos almas puedan encontrar la paz".
El texto precedente es una reflexión que publicó en su cuenta de Facebook mi hija, Isa de 21 años, tras conocer la noticia del médico que se defendió a balazos y mató al ladrón.
En las últimas semanas las noticias sobre ciudadanos hartos de ser víctimas se multiplicaron. Es decir cada vez más argentinos que, en otras circunstancias, no matarían una mosca toman la peligrosa decisión de ajusticiar.
Cuando un ciudadano asume el rol de "justiciero" es porque el Estado le falló. El médico de fines de agosto, el carnicero del martes 13 de septiembre que persiguió al ladrón hasta atropellarlo con su vehículo con la posterior muerte son el ejemplo de lo que nos ocurre en una sociedad cada vez más violenta y proclive a la solución inmediata e incivilizada de la "justicia por mano propia".
No vivimos en una sociedad de carmelitas descalzas dulces y comprensivas. Cada vez la nuestra se parece más a la vida salvaje, donde sobrevive el que puede adaptarse mejor para esquivar los peligros de la jungla.
Un pueblo entero en Rosario y Santa Fe mostró su ira contenida por tanto crimen irresuelto, por tanta inacción de la Justicia y las fuerzas de seguridad.
Más de 260 muertes violentas por año, en el Gran Rosario, más de 110 muertes en seis meses en el Conurbano bonaerense, asaltos, arrebatos, apuñalados y hechos violentos en todo el país, porque no sólo las grandes urbes o las capitales de provincia padecen el delito y la inacción del Estado para controlarlo y disminuirlo.
El interior de Corrientes fue por estos días noticia, en las cuales se informó sobre sofisticadas bandas armadas que no trepidan en torturar a sus víctimas para obtener el botín deseado. Incluso los asesinan y eligen a los más indefensos, los ancianos, para hacerlos sus víctimas.
Nadie parece estar a salvo de entraderas, arrebatos, secuestros express y muchas otras formas del delito, pero poco y nada se puede hacer si el sistema que debe castigar sólo llega a una sentencia de culpable cada 1.000 denuncias.
La clase dirigente tampoco da buenos ejemplos. En Argentina casi todos los ciudadanos consideran que concejales, intendentes, diputados, senadores, secretarios, ministros, gobernadores y hasta los presidentes se hacen políticos con el único deseo de, como dice Jorge Asís en su página de periodismo artesanal, "mojar la medialuna" en el café con leche de la plata del Estado. Es decir la mayoría de la gente no sólo piensa, tiene la certeza de que esos individuos se meten en la vida de algún partido para llegar a un cargo y robar.
Lo atestiguan las obras con sobreprecios, las partidas que se cambian de destino sin razones justificables, una obra que se anunció a 10 millones de pesos termina costando 40 millones y además no se termina.
"Bronca porque roba el asaltante, pero también roba el gobernante" es la actualización de la "Marcha de la Bronca" que, como en los años '70, viene con los dos dedos en V.
"No hay que comerse al caníbal", recomienda Jorge Lanata desde su atril de megaestrella del periodismo nacional, quien se muestra como uno de los pocos que se les anima a los funcionarios con poder.
Esa frase del reconocido periodista resume el pensamiento que se trata de desgranar en esta columna.
UN PUEBLO ENTERO EN ROSARIO Y SANTA FE MOSTRÓ SU IRA CONTENIDA POR TANTO CRIMEN IRRESUELTO, POR LA INACCIÓN DE LA JUSTICIA Y LAS FUERZAS DE SEGURIDAD.
UN PUEBLO ENTERO EN ROSARIO Y SANTA FE MOSTRÓ SU IRA CONTENIDA POR TANTO CRIMEN IRRESUELTO, POR LA INACCIÓN DE LA JUSTICIA Y LAS FUERZAS DE SEGURIDAD.
En resumidas cuentas no se puede combatir a los malos con sus reglas. Los que nos consideramos buenos tenemos el estado de derecho para la defensa y si fracasa la defensa, esas leyes se deben usar para evitar la impunidad, lo otro es la anomia de un estado que se resiste a cumplir con una de sus obligaciones fundamentales.
Entre 1930 y 1983, la sociedad argentina padeció esa anomía disfrazada de golpes institucionales. Un sector del poder establecido se consideró por encima de las leyes y la Constitución.
Derrocó un gobierno electo por el pueblo y comenzó una serie de iniquidades, con honrosas excepciones y primaveras democráticas, que recién pudo terminarse cuando un presidente electo por el pueblo decidió aplicar el debido proceso y condenó a las Juntas Militares de la última dictadura, la más sangrienta de todas, usando el debido proceso y obtuvo la tranquilidad de la democracia para la sociedad.
Los próceres que redactaron la Constitución que moldea nuestra organización institucional estaban realmente convencidos de que serviría para "afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino".
Naturalizar la justicia por mano propia es un error. Considerar que es viable terminar con el flagelo de la inseguridad creciente sin respetar las leyes y la Constitución es reconocer que somos un fracaso como sociedad.
Cuando el ciudadano naturaliza la justicia por mano propia es porque la sociedad perdió la batalla por la civilización y se prepara para vivir en la barbarie y eso será, como bien lo señala Isa en su posteo, pese a que no tenemos el derecho de creernos Dios para tener la certeza que otro ser humano merece la muerte.
Si llegamos a la conclusión que un semejante merece morir como algo inevitable es porque la barbarie ya ganó.