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Papi Miño, el bandoneón mayor de Mburucuyá

Por José Miguel Bonet, desde Mburucuyá
Colaboración 
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Hablar de Eustaquio "Papi" Miño no es fácil, porque tenía muchas aristas, casi todas buenas salvo cuando algo se le cruzaba, por suerte también duraba muy poco en él.

Nació escuchando el bandoneón y el chamamé, que sin querer le inculcaba Eustaquio Padre cuando ensayaba cerca de su cuna. Tuvo uno niñez difícil, eso acrecentó en él su compromiso de ser solidario y de dar una mano al que estaba un escalón más abajo.

Tuvimos muchas charlas, todas muy enriquecedoras para conocer la historia contada por los mismos protagonistas. Hablar de Papi y la música es hablar de dos cosas; mucho talento y mucha humildad. Y cuando digo talento, es hacer con soltura lo que es difícil a los demás y cuando digo humildad, se necesita grandeza y eso le sobraba.

Tenía las cualidades de todo buen músico,  paciencia, la creatividad, la disciplina, la comunicación, en esto andaba flojo, la humildad y la determinación. No sólo tocaba un instrumento. Su estilo de vida estaba plagado de dedicación, pasión y otras habilidades como dibujar. Un músico es alguien que utiliza su talento para crear melodías que tocan los corazones de las personas y despierta emociones. Papi era músico, y todo músico es un artista, expresaba sus sentimientos a través de la música. Cada canción es una historia, una expresión de la vida y del amor.

Los músicos tienen una conexión especial con el universo. Tenía la capacidad de componer música original y de experimentar nuevos sonidos, el bandoneón de "Papi" era una extensión más de su corazón. Su formación musical fue empírica, no curso estudios formales en la materia, incursionado de manera autodidacta y con las lecciones que otro maestro, Don Eustaquio.

Con su partida, queda vacante el lugar del bandoneón de Mburucuyá, y las campanas del pueblo, como bien lo definía Antonio Machado, "De las campanas resonó el tañido, como un suspiro, seco sordo y grave, y el son plañía de las campanas, Y lagrimas sonoras de la campanas viejas, doblar de campanas, lejanas y llorosas". Te despido con eso que corre por las venas, se amontona en el corazón y estalla en la garganta, un fuerte sapucai.