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Jorge Enrique Deniri

Junta Histórica de Corrientes

SEGUNDA PARTE

Marginalia Historiográfica Correntina

Uno de los testigos privilegiados es el célebre Juan Bautista Ambrosetti, discípulo y luego yerno del no menos renombrado Eduardo Holmberg.

Como queda evidenciado a través de mis últimas notas, la historia de Corrientes es pródiga a la hora de reivindicar los merecimientos de quienes se internaron en ella desde los distintos campos del conocimiento y, a sabiendas o no, nos han dejado un legado de enorme valor histórico que las circunstancias y el paso del tiempo han ido esmerilando en diferente medida y hoy se hace más que necesario imperioso rescatar para que una vez más tengamos en cuenta que la substancia de nuestra correntinidad es la historia y que sus protagonistas somos todos nosotros, quienes nos han precedido, y también aquellos que los acompañaron y fueron testigos. Y uno de esos testigos, y de privilegio, es el célebre Juan Bautista Ambrosetti, discípulo y luego yerno del no menos renombrado Eduardo Holmberg.

Nacido en Gualeguay en 1865, Ambrosetti crece en Buenos Aires y se educa en un colegio inglés. Cursa luego Humanidades en aquella facultad que luego se suprime e incorpora al Colegio Nacional. Ya por entonces organiza un verdadero "museo de historia natural" con cuanto colecciona.

Antes de finalizar sus estudios, se dedica por un tiempo al comercio y las actividades agropecuarias -su padre es un fuerte comerciante y productor- y es con ese motivo que se inician sus viajes por el país. También se torna asiduo asistente a la Biblioteca Nacional.

Paleontólogo en el Museo de Historia Natural de Paraná. La donación de sus colecciones y el padrinazgo de Pedro Scalabrini le valen ser designado director.

Hacia 1890 se traslada a Buenos Aires. Arqueólogo en el Museo de Historia Natural de Buenos Aires, investiga en el Noroeste.

Es él quien descubre el Pucará de Tilcara en Humahuaca, las Ruinas de Quilmes y La Paya. Su amistad con Samuel Lafone Quevedo le vale una designación suplente como profesor de Arqueología Americana en la Facultad de Filosofía y Letras. La donación que hace de sus colecciones obliga a esa casa de altos estudios a fundar el Museo Etnográfico que ha de llevar su nombre años más tarde de su deceso y del cual es designado director en 1905.

Un lustro más tarde, en 1910, la Universidad de Buenos Aires le otorga el título de Doctor Honoris Causa.

Por tan enjundiosa trayectoria es considerado por diversos autores como padre de nuestra folclorología y quizá el primer antropólogo. Sobresale además como naturalista, explorador, arqueólogo y etnógrafo. Un destacado americanista, además. Menos se lo reconoce como uno de los miembros más distinguidos de la Junta de Historia y Numismática Americana, la que hoy conocemos bajo el nombre de Academia Nacional de la Historia. Cuando en el año 1901 aquella institución inicia su actividad orgánica, es Ambrosetti quien da apertura al programa de trabajos con la lectura de uno suyo titulado "Hachas de piedra en la Pampa Central".

También en el seno de la Junta de Historia y Numismática es Ambrosetti quien se encarga de establecer el nexo con la universidad, a través de sus informes sobre expediciones arqueológicas ejecutadas por los investigadores de la Facultad de Filosofía y Letras. Fallece en Buenos Aires en el año 1917. Como herencia científica suya lo sobreviven 122 títulos y las asombrosas colecciones que fue capaz de reunir.

Su relación con Corrientes se estrecha a fines del siglo XIX, cuando lleva a cabo dos viajes a Misiones, el gran vellocino que su generación descubre, pero no logra debelar. Al punto que la colección que los reedita hace algunos años se titula "Viajeros Olvidados".

En la primera de esas oportunidades, Ambrosetti pasa algún tiempo en Goya. En la segunda, recala en la ciudad de Corrientes. La estancia de Ambrosetti en ambos puntos tiene su origen en una visita al Museo de la Plata en julio del año 1892, cuando "el Perito" Francisco Moreno, le ofrece, conocidos sus antecedentes en la materia, la dirección de la "Expedición Nord - Este" del Museo de la Plata a Misiones. Su título mismo nos indica con qué lejanía, la visión geopolítica sesgada que padecen los hombres de la Generación del 80, enfrenta "aquellas regiones".

Ambrosetti acepta, con un itinerario que le impone hacer estación en Goya para allí visitar los paraderos aborígenes cuya existencia, descubiertos por Tomás Mazzanti, fuera comunicada a Moreno. La parada en Corrientes será impuesta por un accidente durante la navegación.

AMBROSETTI. VIAJEROS OLVIDADOS.

Apenas dos días más tarde, lo que da una idea de que ya estaba todo organizado cuando se le hace el ofrecimiento, parte del amarradero de La Boca en un vapor, el Urano, con destino a Goya. Lo acompaña un taxidermista del museo de origen francés llamado Emilio Beaufils, cuya participación ha solicitado él mismo. También lo secunda un célebre artista, Adolfo Methfessel, suizo alemán del cantón de Berna, muy reconocido hoy por sus acuarelas sobre la Guerra de la Triple Alianza.

Su visión de la ciudad de Goya cabe sintetizarla en un párrafo: "…un bonito mercado, una logia masónica, un lindo edificio de la Sociedad Italiana, obra también del arquitecto Arnaldi, buenos edificios particulares y sobre todo lo que descue / lla es la edificación moderna y aseada, quiero decir, revocada y blanqueada…".

Le llaman especialmente la atención, también la "Pirámide" (en realidad es un obelisco) de la Plaza Mitre, las torres de estilo morisco del templo y que éste haya sido costeado por los vecinos, que la ciudad cuente con tres periódicos y las escuelas, que para él "…son lo mejor que tiene Goya…".

A nuestro viajero no le agrada Corrientes. Debe permanecer allí más tiempo del previsto debido a que la embarcación en que navega desde Goya, sufre una avería, ocasionando que pierda el buque al que tenía previsto trasbordar que, además, ha zarpado con antelación. A su arribo, nocturno, resulta sorprendido por los gritos y reclamos de los boteros que se disputan el traslado a tierra de los pasajeros.

En su estada forzosa, visita el Mercado, siguiendo una antigua costumbre suya, porque allí es posible encontrar "tipos populares…objetos curiosos, animales vivos, etc", y donde despiertan su interés las vendedoras fumando cigarros de hoja. Asimismo, hace notar que aún quedan algunos indios del Chaco asentados en la periferia de la ciudad.

Ambrosetti, recorre las iglesias porque en ellas "…suelen encontrarse conservados algunos objetos históricos, que también valen la pena de verse…".

De estas critica duramente a la Merced, el templo de la clase alta correntina, cuyos confesionarios le parecen "…de un estilo grotesco, con todo el tipo de los trabajados en tiempo de los jesuitas...", y también a la San Francisco, a la que califica de "…ridícula caricatura de San Pedro de Roma…".

También desdeña el Cabildo, que le parece "…más bien una cárcel que otra cosa…", y su descripción de la plaza principal es especialmente ácida en lo referente a la columna conmemorativa -el típico monumento correntino- que por entonces se alza en su centro en homenaje la Constitución Nacional.

Le agradan la flamante Casa de Gobierno, con su "magnífico reloj" y su "flamante techo de pizarra", el monumento al Sargento Cabral, modelado "…por el conocido escultor Camilo Romaironi…", y especialmente la educación técnica, el "slodj" -trabajo manual- del que tiene noticias por dos profesores de escuelas normales que conoce en el hotel, uno de ellos de la provincia de Buenos Aires y el otro de San Juan, a los que sus gobiernos han enviado para estudiar el tema, prácticamente, en Corrientes. Concurre así con ellos al Colegio Nacional, donde observa cómo funciona el Taller de Carpintería que dirige un profesor sueco y, en definitiva, reclama un "aplauso unánime " para Buenos Aires y San Juan por haber enviado docentes con la finalidad de "…plegarse a este gran movimiento evolutivo de la educación moderna, cuya iniciación se debe a la heroica Corrientes…".

En la próxima nota haré memoria de otros dos viajeros del siglo XIX, conocidos por haber aportado tanto a la historia nacional como a la de la provincia: los hermanos John y William Parish Robertson, indispensables a la hora de aproximarnos al pasado correntino en tiempos de la Revolución de Mayo.