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Corrigiendo el error
Ilusionado, sueño con que esa pequeña luz que se ve en el Norte llegue después a iluminar también estas tierras ahora oscurecidas por sombras de muerte.

Al fin, en junio del año pasado, la Suprema Corte de los Estados Unidos (con el caso "Dobbs vs Jackson") cauterizó (aunque sólo parcialmente) una herida que -por casi medio siglo- desangraba al gran país de la libertad, permitiendo la muerte de muchos millones de personas por nacer.
Hay quienes estiman (con las previsibles inexactitudes estadísticas) que los niños abortados podrían llegar a la escalofriante cifra de 62 millones entre 1973-2022. Más de 800 abortos por día, de los cuales aproximadamente 18 millones eran negros. El macabro legado de Margaret Sanguer ("Negro Projet") fue -por lejos- mucho más letal que el Ku Kluk Klan.
¿Dónde estuvo "Black Lives Matters" cuando el lugar más peligroso para un negro en Estados Unidos era el vientre de su propia madre? Bueno… tal vez ocupadas haciendo números con sus acaudalados "benefactores". Pero a esas que incendiaron el país antes de las elecciones -como si el propio Trump hubiese decapitado a Floyd-, a esas no se las ve reclamando por los niños negros sacrificados. El total de abortos triplica holgadamente las víctimas del Holocausto. Sin embargo, es un muy lucrativo negocio para clínicas aborteras (Planned Parenhood a la cabeza) y los fármacos abortivos.
Lo que recién el año pasado hizo la Corte (y que debió haber hecho hace 47 años) es muy simple en esencia. Decir la verdad: el aborto no es un derecho. No está -nunca estuvo- consagrado como derecho Constitucional.
Cae la mentira
Transcurría 1973, aún bajo los eufóricos efectos del Mayo Francés y la "liberación" (sexo, drogas y rock and roll) predicada por el fatuo Herbert Marcuse. Deambulaba por Texas, Norma McCorvey (en adelante Jane Roe) alcohólica, adicta, vendedora de drogas, madre ya de dos niños (que dio en adopción) y embustera a tiempo completo, buscando hacerse un aborto de su tercer embarazo que, decía, fue fruto de una violación. Mentía.
Ella misma lo confiesa luego y aún puede verse el video -del año 1995- en YouTube.
Después dijo que fue pillada, reclutada y manipulada por dos activistas feministas (Sarah Weddington y Linda Coffee), tan desocupadas como sedientas de notoriedad. Ese fue el origen del caso "Roe vs Wade", en el que (con voto dividido) la Corte cometió el trágico "error" de interpretar que las leyes estatales que prohibían el aborto eran "inconstitucionales", según la (ideologizada) opinión de aquel momento. En 1992 (en el caso "Planned Parenthood vs Casey") tuvo oportunidad de rectificarse, pero no lo hizo, sólo cambió el criterio de los trimestres por el de viabilidad del feto.
Ya sabemos el baño de sangre que eso permitió. Millones de niños exterminados con pastillas o despedazados en quirófanos, sin nombre, sin sepultura, sin una plegaria. Sin piedad. Arrojados, descartados como desechos en bolsas de residuos patológicos. Poco importa debatir si fueron más o menos millones, si son o no exactas las estadísticas. La masiva aniquilación fue enorme, despiadada, brutal. Inaceptable, injustificable, pese a que aún existen quienes la nieguen o no quieran ver, ni entender, ni reconocer toda la perversidad que la ideología alimenta.
Digamos, sólo para completar la historia, que Roe (McCorvey) en definitiva nunca abortó, que tuvo su tercer hijo y lo dio (también) en adopción. No lo hizo, porque el sindicato feminista la necesitaba embarazada para su planteo e infames fines. Luego Roe confesó haber sido manipulada para ello. Después dijo haber sido sobornada para fingir su conversión religiosa y su militancia pro-vida, y finalmente que lo hizo por dinero. Pueden buscarse el archivo de 12 minutos como "Jane Roe confiesa que fue usada por las feministas pro-aborto", en YouTube, en el que tropieza una y otra vez con sus enredados dobleces, quedando al descubierto la fabulación más amoral como sistema de vida y fuente de ingresos.
En cuanto a sus "preclaras" abogadas, el caso Roe fue ("casualmente") un providencial trampolín para el inicio de sus rentables carreras que -aunque bien remuneradas- no pudieron destacar más que lo que su mediocridad permitía.
La esperanza
El nuevo fallo, si bien pone algunas cosas en su lugar, aún no termina el debate, ni la lucha contra el lobby abortero, sus secuaces adoctrinados por ideólogos de reparto y secundados por la horda militonta.
Ahora, en Estados Unidos, la responsabilidad de legislar sobre el tema se ramificará a cada uno de los estados. Que Dios ilumine con sabiduría, valor y templanza a todos aquellos que también en esas latitudes elijan la vida.
Por estos pagos -hasta ahora- prevalece la simple tiranía ocasional del número, del voluntarismo y el poder; no la razón. Fue por ello que se sancionó (hace ya dos años) la Ley de Aborto Nº27.610. En medio de una crisis mundial, nuestros gobernantes decidieron que tratar el tema del aborto era prioritario para salud pública y el Presidente convocó a sesiones extraordinarias al Congreso para aprobarla. Ya escribí en otros lugares sobre el desatino, los vicios de inconstitucionalidad y groseros errores jurídicos.
Pese a todo y contra toda razón, se sancionó. La ideología de género ahora saciada de sangre inocente, se dedica a otras "conquistas", como licitar penes de maderas, repartir lubricantes sexuales, tampones y toallitas de "gestión menstrual" para "todes", adoctrinar a niños con supersticiones anticientíficas y a perseguir -con la santa inquisición del INADI- todo pensamiento disidente contra la nueva religión atea oficial. El deporte más popular y lucrativo consiste en inventar cargos públicos con los que rentar, recompensar y premiar la militancia obsecuente. Siempre con dinero ajeno, naturalmente, no sea cosa de olvidar las tradiciones.
Los mercaderes de la muerte también guardan un pestilente silencio mientras sus cuentas bancarias continúan creciendo.
Al parecer la pandemia causó aquí (pese a toda la incompetencia e ineptitud con la que fue gestionada) algo así como 130 mil muertos hasta ahora. Según otros datos, la fatídica Ley Nº27.610 permitió el aborto de 132 mil niños por nacer, contando sólo en el sector público. No encontramos datos fidedignos del privado y dudo que existan de fármacos abortivos consumidos como caramelos. En esos mismos dos años, una ley inconstitucional, sólo en el sector público, causó más muertes que la pandemia. Sólo aquí, un aborto cada nueve minutos.
Pese a todo, aún hay voces que no claudican ante tanta iniquidad.
He ahí, Sancho, los enormes molinos del miedo, la injusticia y la ignorancia. Quizás por eso la magistral pluma de J. L. Borges señalaba que a los caballeros sólo les interesan las causas perdidas.
Ilusionado, sueño que esa pequeña luz que se ve en el Norte llegue después a iluminar también estas tierras ahora oscurecidas por sombras de muerte. Quizás sea el principio del fin de esta pesadilla de indiferencia. Quizás nos anime a sacudirnos el sopor de tanto abrumador silencio. Quizás, con el tiempo, lleguemos a ser más, muchos más, millones, dispuestos a no callar ante la barbarie, a gritar si hace falta y donde sea lo que el Señor ya nos enseñó: "De cierto os digo que todo lo que hiciste al más pequeño de mis hermanos; a mí me lo hiciste… Os aseguro que cuanto dejaste de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo" (Mateo 25:40-45).
Si quieren no me crean nada, no me oigan, no me vean. Sólo escribo porque no quiero enjaular en mi conciencia estas palabras que reclaman ser dichas. Y porque sé que al final del camino tendré que rendir cuentas por la iniquidad que callé. Al final, la cuestión será entre Dios y yo; nunca fue con ellos.
(*) El Peregrino
