
redacción de época
Astroturismo en el Iberá: la historia guaraní escrita en el cielo
En búsqueda de uno de los mejores cielos del mundo para hacer turismo astronómico, época conoció la nueva propuesta del Parque Iberá, un atractivo que invita a redescubrir la cosmovisión guaraní a través de "un viaje por el universo".

Cuando pensaba en relatar mi experiencia de astroturismo "Noche con Payé en Aventura Iberá", se me vino un recuerdo de la infancia en que creía firmemente que las estrellas fugaces cumplían los deseos. De pequeña no sabía sobre la contaminación lumínica, mucho menos que había más estrellas de las que podía ver. Nacida y criada en Capital, de lo único que estaba segura era que la luna me seguía a donde fuera y que, si quisiera, podía contarle de mis sueños.
-A partir de este momento van a hacer lo que yo les diga ¿me van a hacer caso?
- Sí, afirmamos en coro.
- Depende, dice un cordobés copado que además de simpático resultó ser un astro en la fotografía.

En medio de las risas, el paisaje me abrumó por su inmensidad. Una majestuosa cúpula de estrellas se cernía sobre nosotros (una comitiva de periodistas, fotógrafos, empresarios y emprendedores), junto a una melodía que ya poco se oye en la ciudad. La imperceptible presencia humana pareció habilitar el cantar de grillos y ranas, y en medio, sobrevolaron las luciérnagas. Esas lucecitas sólo nos hicieron levantar la vista, arriba estaba el misterio de la creación y la razón de aceptar el viaje a Loreto para conocer una propuesta innovadora en el Iberá. "Bienvenidos a un viaje por el universo", vociferó el guía y el grupo se preparó ansioso. Nos anticipó que sólo la luz roja que tenía incrustada en la frente estaría permitida, y así nos negó el uso del celular a fin de evitar que se dilaten las pupilas. "Despacio, vamos juntas", le digo a una colega y amiga, y emprendemos una caminata por un puente que une la tierra y los esteros. La madera crujía a nuestros pasos, pero firme nos condujo hacia nuestro destino.

Lo que vi al final del camino se pareció a la cita más romántica que podría tener en mi vida: Islas de madera apenas iluminadas con velas. Una antorcha reveló el resto de la decoración, dos asientos de madera y una colchoneta. Orientadas al centro de la escena, había un circulo de luces cálidas donde resaltaban cinco telescopios. Sus guardianes eran otros cinco monitores, de los cuales dos recorrieron la historia de la astronomía moderna combinando la cosmovisión guaraní.

Apuntando al cielo, precisó que "en esa dirección los guaraníes veían en las estrellas al lobizón", y relató la leyenda del séptimo hijo condenado a ser un monstruo: mitad hombre, mitad lobo. Tal es la creencia que por ley el presidente debe ser padrino de la criatura, y que la virgencita nos resguarde de ser maldecidos con siete engendros, porque según dicen, todos llevan la maldad en la sangre.
Mientras el guía se enfocó en nuestra historia ancestral, el resto de los monitores se preparó para la segunda entrega de la noche. Un vino para brindar, acompañado de una picada para recibir una experiencia alucinante. "Pueden acercarse, vamos a ver Saturno", dijo, y automáticamente se iluminaron los rostros. Todavía cuesta procesar que un planeta estuvo al alcance de mi vista. Antes se compraban camaritas de juguetes que por un sencillo mecanismo proyectaba imágenes en su interior. Así de pequeño y así de mágico, Saturno se aparecía en el lente. Un punto en el universo que demostraba, quizás, el vacío y el milagro de existir. Esa misma noche las nubes de Magallanes se posaron frente a nosotros, infinitas luces en el cielo dieron cuenta de lo que pequeños que éramos en ese instante. También observamos a Júpiter y tres de sus lunas, mientras una cuarta jugaba a las escondidas para los menos afortunados. En esos pequeños intervalos de descanso, se descubría a más de uno con la vista clavada en el cielo. Toda una vida enfocada en el horizonte, viendo las luces de la computadora, del celular, del alumbrado. Todas menos esa que nos llenaba de esperanza como cuando de niños creíamos que la luna nos seguía y que una estrella fugaz podía cumplir cualquier sueño. Yo había visto un par esa noche.

Después de una foto grupal, con una manta salpicada de luces como fondo, nos preparamos para partir a la tercera etapa del encuentro. En el complejo Aventura Iberá del portal San Antonio, ubicado en la localidad de Loreto, nos esperaba una cena apenas alumbrada con velas y decorada con fiambres que parecían arreglos florales. AVA Beer, una cerveza artesanal de San Miguel inspirada en la mitología guaraní, aplacaba la sed tras la expedición en el estero. "Los invito a reunirse en el fogón mientras esperamos el plato principal (una de las famosas polentas que preparan los Cocineros del Iberá)", se oyó por el parlante.

Hay muchas historias que se remontan a la cultura guaraní, una de ellas fue relatada esa noche por una de las monitoras que esa tarde recibió su certificado tras un año de capacitación. Se trata de uno de los milagros de Tupá, dios supremo de los guaraníes y creador del universo. Frente al fuego que representaba a ese ente superior, se hicieron presentes los protagonistas del relato: un hombre fuerte que acompañaba a los seres dando luz y vida: Kuarahy, el sol; y Jasy, la luna, una mujer de cabellos negros con luz propia, que iluminaba el camino de las personas. Dicen que cuando estos dos seres se vieron por primera vez, nació el amor. Bailando lento al ritmo de un chamamé, los amantes recrearon un eclipse, la unión de ese fuego que los consumía en su interior.

Esa noche podía creer que la mismísima Jasy oía fascinada su propia historia de amor, y que, en secreto, Tupá se enorgullecía de que su creación no pasara por alto en las nuevas generaciones. Esa sería la misión de los nuevos monitores, que se difunda la historia ancestral de nuestro pueblo y que no muera ese amor escrito en el cielo.

Una proyección infinita
Más de un millón de hectáreas del Parque Iberá fueron certificadas como el mejor cielo del mundo, no sólo por su calidad para ver las estrellas sino por la riqueza natural, cultural y etnográfica que representa. Como explicó a época uno de los astrónomos presentes, Carlos Bornancini: "No es tanto por el cielo porque no cambia mucho del lugar donde estemos, pero sí por el entorno terrestre y la iluminación, en el Iberá tenemos una gran oportunidad porque es una zona libre de contaminación lumínica".
Una voz menos científica quizás, pero no menos nutrida de cultura y admiración, aportó el fotógrafo que recorrió el país conquistando cielos, se trata de Jonatan Mira de "Latino Imaginarios": "Para mi es el lugar donde sucede la magia y permite a las personas que conozcan su cielo, piensen que ocho de cada diez personas por contaminación lumínica nunca en su vida han visto la vía láctea. Es un privilegio".
Se trata de una de las mayores extensiones certificadas como Reserva Starlight a nivel mundial, lo que, además, le significa un enorme potencial turístico. "Presentamos este proyecto en un congreso de España y la gente quedó asombrada. Está generando mucho ruido a nivel internacional", dijo Daniela Salvitti, una de las representantes de Ideas for Change.

Quienes hicieron posible este trabajo y acompañaron a las comunidades a interesarse y formarse para desarrollar esta novedosa propuesta son cuatro instituciones socias del Proyecto Starlight Iberá: Fundación Yetapá, Fundación Starlight, Ideas for Change y Global Cad.
Los unió el fin de acompañar el desarrollo de las comunidades locales, buscando crear una experiencia turística y cultural innovadora, movilizando el ecosistema emprendedor territorial, protegiendo y certificando un recurso natural tan valioso como lo es el cielo estrellado del Iberá.
"Vemos una gran oportunidad y un producto que a nivel internacional se puede comercializar, pero también el destino tiene que estar preparado para recibir ese turismo internacional", explicó Salvitti y precisó que "nos gustaría seguir constituyendo esta red del Iberá donde las localidades trabajen en conjunto, y crear un modelo de gobernanza que les permita gestionar todo esto cuando nosotros no estemos".
Siguiendo las constelaciones
Actualmente, 56 monitores de diez localidades correntinas cuentan con la capacitación y la certificación para llevar adelante esta actividad y poner en valor la cultura del Iberá con relatos del cielo, a partir de la cosmovisión guaraní. A nivel local representa no sólo una oportunidad de desarrollo sino la posibilidad de trabajar en la tierra que los vio crecer.
Así comentó emocionada Lucrecia Fader, monitora y guía de sitios del Portal Carambola, ubicado en Concepción: "Me fui de mi pueblo por 14 años por falta de oportunidades. Lo que hizo el turismo y la política de Estado que toma el gobierno hacia las 1.300.000 hectáreas del Iberá, es abrir las puertas para que la gente pueda volver y dar oportunidad a otros que quizás creían imposible el poder elegir quedarnos en el lugar que amamos".
Se trata de una actividad que potencia además el emprendimiento social porque implica no sólo el trabajo de los guías, sino el accionar de artesanos y cocineros, por ejemplo. "Como monitores tenemos no sólo esta responsabilidad de materializar el turismo astronómico sino también empezar de alguna manera a ser multiplicadores de este mensaje, de protección, de conservación, y de desarrollo", explicó Diana Frette.
En ese sentido, la monitora Starlight precisó a este medio: "Como emprendedores sociales seguramente vamos a sumar a nuestros pares porque es una experiencia que no sólo se construye con un guía, sino que detrás está la persona que va a armar la gastronomía, el transfer, la persona que ha sabido construir el canasto donde se van a depositar los chipacitos".
"Para nosotros, el turismo se trabaja y se siente de esa manera, como una oportunidad de trabajar como un gran emprendimiento social, y eso se puede ver en pueblos como Carlos Pellegrini y en Concepción", sintetizó. Cabe mencionar que esta actividad se podrá disfrutar en Loreto, Chavarría y Concepción del Yaguareté Corá, pero se extenderá a través de los portadores de este conocimiento ancestral.
Desde la Fundación Yetapá, una de las impulsoras de este proyecto, destacaron la convocatoria que tuvo la iniciativa y subrayó el gran número de mujeres que se inscribieron. "Ellas vieron la posibilidad de trabajar de lo que saben hacer, de aportar a la economía familiar haciendo lo que más le gusta, y eso no tiene precio", comentaron. También contribuyó la credibilidad de la institución, que ya lleva diez años al servicio del ecoturismo.
"A nivel personal me quedé muy asombrada con las energías y las ganas que tenían las comunidades. Me sorprendió porque si bien la propuesta es innovadora, sin el sostén de la gente no sería igual y hubo que mantener durante un año todas las formaciones, que fueron muchas, desde astroturismo hasta emprendeduría, y hoy vemos ese crecimiento que queremos que se consolide", subrayó por su parte una de las representantes de Ideas for Change, Daniela Salvitti.
Actualmente la propuesta de astroturismo cuenta con impulsores y desarrolladores que llevan adelante su emprendimiento con esta innovadora actividad. Pueden encontrarse a través de cuentas de Instagram o bien consultarse en el Ministerio de Turismo de la provincia. Se espera que este verano sea incorporada como parte de una experiencia integral que se vivirá y sentirá en el corazón de Corrientes, nuestra reserva Iberá.

Redacción de época