Imaguaré: cuatro décadas de historias que vienen de lejos
Un diálogo con la memoria de un grupo musical que lleva 45 años de existencia y de éxitos. Julio y Nicolás Cáceres representan tres etapas de tiempo. El padre con mucho pasado y ambos son presente, y el hijo el futuro de ese legado.

Rubén Orlando Giménez
Martín Romero
Horacio Romero
Redacción
Identidad. Es el sustantivo que representan Julio y Nicolás Cáceres, las voces actuales de Los de Imaguaré. Padre e hijo que amalgaman una historia de 45 años de trabajo para cumplir ese compromiso de "crecer hacia lo nuevo desde la tradición" y suele vocear rítmicamente el patriarca de una familia que dedica su vida a transitar escenarios llevando un mensaje que viene de tiempos inmemoriales.
Es difícil frenar su verborragia que lo hace "hablar hasta por los codos", pero cada sentencia es enseñanza y transmisión de un legado que se afirma en la fe cuando dice que en el Santuario de la Virgen le reza a "la Itatí por nosotros".
Historia, poesía y coherencia en un mensaje que reconoce un pedido de fortaleza espiritual frente al vino para no ceder a las debilidades que tiene el hombre y convierte en otra cosa lo que "Dios pone entre nosotros para la alegría".
Don Julio, vamos a pedirle que cuente su historia.
Esto empezó una vez decía yo, hace ya mucho tiempo, cuando andaba la sangre galopando en el pecho y era entonces Mercedes, repleta de misterios, la tierra que le daba calor a nuestros sueños. Ese es un poco un recitado inicial para comenzar una historia de Los de Imaguaré. Empieza allá por 1977, después de una formación anterior que teníamos con el Padre Julián (Zini) que se llamaba "Los hijos del Paiubre", eso finalizó en el año 75, el 76 quedó vacío y después en el 77 con el Gringo Joaquín Sheridan decidimos formar Los de Imaguaré, de ahí hasta acá, son 45 años.
¿Cómo comenzó su historia con la música?
Mi abuelo era guitarrero/ mi padre solía versear/ y en mi casa una guitarra/ nunca estuvo por estar. Esto arranca en un versito porque soy verseador. Comienza un poco lo que puede ser mi historia. Nací en el departamento de San Roque, en un lugar que ahora se va a llamar decididamente Mantilla, antes le decían Pedro R. Fernández. En el campo a la costa del Batel, de tal suerte que cuando tuve que ir a la escuela a los seis años me trasladé a Mercedes y desde entonces soy mercedeño.
Si me preguntan por qué, allí tuve un buen amigo y allí quise a una mujer. Eso decía un poeta también para explicar por qué, sin ser de allí, uno se siente parte del lugar.
Los formoseños dicen que cuando un visitante se prenda de una mujer local pisa la huella del indio y no se va más...
Son cosas que hacen que uno se sienta de un lugar la amistad, el amor. Esa es mi historia, desde los seis años en Mercedes y a partir de que la música siempre estuvo en mi familia.
¿La influencia es sólo chamamé o hay otros géneros?
Mi abuelo me recitaba cosas del Martín Fierro, recitado gauchesco y cosas por el estilo.
Lo cita mucho a Rubén Darío...
También me entusiasmé con la poesía clásica y latinoamericana, y Darío es un poeta fundamental. El abuelo me enseñó versos criollos, el rasguido con una manera particular que tenía de acompañarse a tocar estilos, cifras, modos camperos con los que se contaban historias de nuestra campaña, generalmente. Eso fui mamando de muy pequeño, yo le atribuyo esto a la memoria que tengo para recordar versos. Mi abuelo me sentaba en la rodilla y me recitaba los versos del Martín Fierro, eso fui aprendiendo.
En la escuela fui primero recitador, en Primero Superior una maestra, Nora Jaureguiberry, me llevó a su casa para enseñarme una poesía que hablaba de la Pachamama, y me salió tan bien ese poema que fue un éxito en la escuela y me quedó el apodo "Pachamama".
Desde ahí fue el recitador designado.
Durante toda la primaria, que hice en la Escuela Graduada Número 82, con ese apodo. Allí pase a la escuela secundaria, la UPM Don Emanuel López Rodríguez, y con mi hermano nos cambiamos al centro y con otras exigencias.
En el barrio cantaba chamamé tradicional, algunas polcas, Cocomarola, Miqueri, empezaban a sonar Los Hermanos Barrios. Cuando llegamos a la secundaria eso no era muy aceptado y tuvimos que recurrir a otro repertorio. Entonces comenzamos con el Cholo Aguirre, las litoraleñas, boleros, alguna zamba.
Por la influencia del abuelo siempre me gustó el poema gauchesco, entonces siempre tenía una milonga campera. Siempre dentro del folclore, esas son mis referencias iniciales.
Nicolás, el verso puede llegar a formar parte de tu vida porque te conocemos sólo por el canto...
Tengo una anécdota sobre eso. Cuarenta y cinco años tienen de historia Los de Imaguaré, desde hace 21 años acompaño a papá en los escenarios, pero anteriormente también los acompañaba armando las cosas del sonido, vendiendo casetes, fíjense que estamos hablando del siglo pasado.
En el año 2001 fue la primera vez que subí a un escenario. Papá me invitó en octubre para hacer un repertorio de canciones que tenían que ver con madre, con temas como "Novia de siempre", "Recibe este canto, madre", "Amor supremo".

Anteriormente Los de Imaguaré hacían un recital anual en el Teatro Vera. Fue así que en noviembre del año 2000 actuaron con un teatro colmado. "Bajó el telón y la gente pedía otra, otra, y papá me dijo ‘vamos a hacer Nuestros sueños y la distancia, y me preguntó si me animaba a hacer el recitado.

Me gustaba vestirme de traje y estaba acorde con el grupo, cuando comienza la canción y termina la primera parte hago el recitado y cuando comienza la segunda parte, seguí con "no me pidas muchacha que me quede…" y papá me dejó, luego cantamos juntos. Todo esto para decir que un poema fue mi comienzo en los escenarios, bueno desde gurí vi a mi papá tocando la guitarra y desde su voz aprendí y mi corazón, desde muy chico aprendí a querer estas canciones y poesías.
Don Julio, en Los de Imaguaré, como en el chamamé en general, la influencia de Zini es trascendente...

Creo que la importancia que tiene la obra del Padre Julián es haber conseguido atraer, sobre todo, a la gente más joven, gracias a un repertorio que hablan de cosas habituales que apelan a la recuperación de nuestra identidad como hombres de la región, como correntinos fundamentalmente. Siempre fuimos abiertos hacia la región, al país.
Recuerdo una de las primeras frases que usábamos para presentarnos: "Cuatro voces que desde Corrientes le cantan al país". Es una cuestión de ofrecer nuestra apertura a un espacio que no era solamente la provincianía, creo que la obra del Padre Julián es fundamental para comprender todo esto. Gracias a Dios ha cumplido ese rol trascendente y no sé lo que hubiera pasado si él no hubiese estado.
También hay un poco de historia en Paraguay...
La historia con Paraguay es muy particular para mí. No sé de dónde me viene, pero tengo un sentimiento muy profundo hacia el pueblo paraguayo y desde ahí a sus canciones. Una vez cuando con "Los Hijos del Paiubre" fuimos a Asunción a la casa de un señor tucumano que hacía como 30 años vivía allí y ya era un paraguayo más.
En una de esas noches brillantes que suele haber, con una luna grandota y debajo de una palmera, hablábamos sobre la responsabilidad del poeta, del cantor, e hice una promesa, que siempre iba a mantener mi corazón el amor por ese pueblo. Toda vez que voy a Itatí rezo en tres lugares, en la Itatí por nosotros, en la Caacupé por el pueblo guaraní y con la Guadalupe por los hermanos latinoamericanos.
¿Cree que la música puede aportar a esa integración que se nos demora en Latinoamérica?
El chamamé es el sonido del MERCOSUR. Si no creemos, vayamos a Uruguay o a Brasil, ahora se están haciendo festivales del chamamé en Brasil, en Paraguay que somos casi parientes musicalmente.
Parientes musicales e históricos con las misiones.
Todo eso es parte de lo que somos. Por eso como hombre del área guaranítica, por supuesto que me identifico con la provincianía correntina, pero tengo el corazón abierto a todo lo que es el espectro guaranítico anterior, que se asentaron con las misiones jesuíticas y le pusieron una impronta fundamental que quedó, por razones que hacen a la historia y la geografía, enclavado en Corrientes. Yapeyú, Loreto, San Miguel, Diamante en Entre Ríos, todos pueblos fundados por los jesuitas.
Ustedes siempre abogaron por una América Latina hermanada y el chamamé lo está logrando.
Es un sueño que comenzamos en la década de los 70 con el tema de la Patria Grande, con la memoria de Artigas, Bolívar, San Martín. Hay un elemento central que somos los primeros que arrancamos hablando de la importancia de la enseñanza que dejó la Compañía de Jesús a nuestros guaraníes. Cuarenta años después, con mi compañera Lidia (Pascua, su pareja) estábamos en la plaza San Pedro de El Vaticano, un papa jesuita y argentino nos daba la bendición.
Yo sentí en ese momento, cuando recibía la bendición, que cerraba un ciclo y Dios me estaba diciendo que lo que había hecho estaba bien, por lo tanto yo tenía luz verde para seguir trabajando.
Y después vino la declaración del chamamé como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Toda esa tarea la hizo una cantidad de gente que trabajó mucho y bien, en función de que se presente al chamamé como un género que pudiera tener esa homologación en cuanto a su condición de música, lo que para nosotros significa un gran honor.
¿Cómo vive la transformación tecnológica , usted que viene del LP de vinilo, el casete?
Eso es para Nicolás que sabe de esas cosas. Yo me acuerdo que antes las cartitas venían escritas a mano. Ahora tenés todo en el teléfono, los chicos no saben de esas cosas. ¿Sabés lo que teníamos que esperar para recibir una carta?
No hay control y también hay que reconocer que es nuevo para todos. Hace unos días estábamos en una reunión social en los premios Zona Vip, hablé con Néstor Barrios y me decía esto mismo. Entre nosotros, la generación chamamecera de este tiempo, nos estamos dando una mano para ver la mejor manera de difundir nuestra música a nivel mundial.
¿Cómo es la actualidad de Los Imaguaré después de la pandemia? ¿Piensan actuar en el teatro Colón?
Ese es un anhelo que tenemos pendiente, por ahora cumplimos el sueño de tener una marquesina gigante de Los de Imaguaré, en la calle Corrientes de Buenos Aires que es la avenida más importante que tiene espectáculo argentino.
Estábamos en la cartelera del teatro Ópera y lo más importante es que el chamamé brilló, de estar en un teatro de Buenos Aires, solamente el grupo sin otro condimento artístico y fue un logro no sólo artístico porque en esa semana estaban los Guns and Roses y mucha gente fue a ver y a escuchar chamamé y logramos llenar el teatro.
Don Julio, ¿se ve cantando en el teatro Colón?
Estamos trabajando en eso, a través de gestiones por la buena vinculación que tienen en Corrientes con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Recuerdo la actuación de Nini Flores y antes don Ernesto Montiel, y mucho más antiguamente los músicos de las Misiones que iban a dar conciertos a los teatros de esos tiempos.
Hace poco estuvieron en San Cirilo, cuéntenos un poco esa historia...
San Cirilo es un espacio que supera muchísimo lo que somos de Los de Imaguaré. Ahí cantaban Los Hermanos Barrios, Isaco Abitbol, Antonio Niz, gente que iba por la amistad que tenían con el Cambá Avel (por la sangre Esquivel). Lo nuestro fue una cosa muy especial, nos conocimos con la gente del Cambá Avel en una musiqueada, en aquella época yo era muy verborrágico, hablaba hasta por los codos, explicando qué era la música qué hacíamos y los muchachos grabaron en un casete.
Al mes me llega una carta del maestro Almirón de Caá Catí, ellos hacían una reunión de amigos para escuchar ese casete y a partir de eso nos pedían si podíamos actuar en ese lugar, a la fiesta del aniversario de Casamiento, que el Cambá Avel y doña Rita se casaron el 22 de mayo, fiesta de Santa Rita y para eso fuimos contratados.
Se pidió como condición para actuar un grupo electrógeno, lo que era difícil. La actuación se hizo muy larga y cuando terminó el canto, se acerca el Cambá Avel para pagarnos y con el Gringo, que nos entendíamos con la mirada, le dijimos "mire, nosotros tenemos que pagar para actuar acá porque en lugares como estos es de donde nos nutrimos y de aquí recogemos todo lo que después le cantamos a la gente que no es Corrientes y no podemos cobrar por eso".
Tras la sorpresa, nos dijo que siempre teníamos un novillo al que le pusieron "El músico", al que comimos cuando hicimos la celebración de los 20 años de Los Imaguaré, en un festival que juntamos músicos de Paraguay, Brasil, Uruguay y Ramona Galarza. Al otro día, el domingo hicimos un asado en la Peña El Sapucay yendo para Laguna Brava y vino el Cambá con la familia e hizo el asado.
Esas son las cosas que Julio Cáceres le cuenta a su vino en la intimidad del hogar cuando reflexiona sobre la vida.
El vino es otra historia. Uno lo incorpora o, a veces, el vino te incorpora a su trasnochamiento. Son circunstancias en la vida del hombre que van ocurriendo y a veces se superan, a veces no.
La relación con el vino es algo que viene desde el comienzo de la historia del hombre. Cuentan que Noé cuando bajó del arca después del diluvio, lo primero que hizo fue plantar vid para hacer vino y de ahí viene esa relación.
Yo pienso que al vino lo puso Dios entre nosotros para que nos ayude. Pero el hombre es limitado, tiene debilidades, a veces eso que pone Dios para la alegría se convierte un poco en otra cosa. Por eso hay que estar atentos a nuestras debilidades. Eso es lo que pido Dios delante de mi vino, que me dé la fortaleza de espíritu para no caer en situaciones que no quiero caer.
Conjunto con cambios que mantuvo la esencia

Los de Imaguaré eligieron ese nombre como testimonio de la búsqueda de la esencia del arte chamamecero. En 1975, fieles a esa pertenencia mercedeña, Julio Cáceres, Joaquín Sheridan y el Padre Julián Zini constituyeron "Los hijos del Paiubre", que dos años más tarde sumó a José Frette, Carlos Núñez y a Justo Ricardo "Tito" Gómez para dar paso a Los de Imaguaré.
Ya reconocidos produjeron los discos "Viajeros de sueños", "El camino del amor", "Chamamecero" y "Nuestro Canto" con canciones como "Para volver a soñar", "Tapera de mis recuerdos", "Niña del ñangapirí" y "Nuestros sueños y la distancia".
En estas grabaciones colaboraron Ramón Alberto "Pocholo" Airé, Rudy Flores, Mateo Villalba, Oscar Alem y Roberto Garlaza.
A principios de los 80 se incorporan Michel Sheridan, Mario Bofill con creaciones como "Glorias de nuestro pasado" y "Memoria de la sangre" con el aporte de la recordada autora Marilí Morales Segovia.
En 1986, los Sheridan eligen su propio camino y Julio Cáceres asume la dirección y se suman Oscar "Cacho" Montes en Bandoneón y Fabio Acevedo en Guitarram y la posterior incorporación de Bruno Acevedo por el fallecimiento de Montes.
Asimismo hubo ingresos y salidas con Soriano Sosa, Pablo Bentos, Mauro Bonamino, Martín Sena y Juan Mora. Y la llegada -tal como lo explican en el reportaje- de Nicolás mantiene la continuidad de un estilo particular de ver al chamamé y todo el bagaje cultural que representan.
El escritor en tiempos de pandemia

Habla en rima y también escribe poesía, su obra literaria es profusa no sólo en arreglos poéticos para introducción de los chamamés que canta o recita, también es autor en forma conjunta con el ya mítico paí Julián Zini, "Camino al chamamé", y su novedosa producción de sonetos que tituló "Del silencio y los caminos", editado por Moglia.
Esa particularidad que tiene Cáceres la expresa cuando define a un soneto como método muy popular en un tiempo hasta que se dejó de usar. "Pero yo no sé por qué razón me quedó adentro".
"Del silencio y los caminos" nació en pandemia, pero es una recopilación de escritos a lo largo de varias décadas. Y afirmó: "Es casi autobiográfico porque empiezo con la familia, sigo con los amigos, con la tierra, algunos amores y despedidas que tienen que ver con amigos que se fueron en este último tiempo".
"Cuando me preguntan cómo fue la pandemia para mí, digo que yo no la sentí tanto", declaró al lanzar su libro que es el resultado de las charlas de sobremesas que suelen ser muy valiosas. "Pero también conocí las cosas que producen estos encuentros, entonces en un tiempo decidí alejarme de ello y paso mis días en mi casa con mi familia y compartiendo con los amigos que visito o vienen a visitarme; entonces la pandemia me encontró con ese ejercicio de quedarme en casa, y empecé a corregir los versos que tenía escritos hace mucho tiempo y a escribir otros".