
Colaboración
Día del Historiador Correntino

El lunes 25 de julio al anochecer, se reunieron en el Archivo General de la Provincia poco menos de una veintena de integrantes de la Junta de Historia para festejar el Día del Historiador Correntino y conmemorar un nuevo aniversario del nacimiento del primer Historiador Científico de Corrientes, el doctor Manuel Florencio Mantilla.
Un convite modesto pero alegre, iluminado con la presencia de novísimo cuño de dos Miembros Adherentes que son estudiantes de Historia y con su participación comienzan a encarnar esa promesa de renovación que tan necesaria es a la naturaleza de instituciones como la Junta, que aunque pueda parecer mucho, en el marco de la dilatada y complejísima Historia de Corrientes, apenas acumula un cuarto de siglo.
Es que si las sucesiones son el talón de Aquiles de todas las instituciones humanas, las renovaciones, bien entendidas, son todavía más arduas porque son, o debieran ser, sinónimo de cambio y, por ende, mientras en una sucesión se presume subyacente una garantía mínima de continuidad, el piso de las renovaciones es o debiera ser el cambio.

Y aquí comienzan a perfilarse toda una serie de elementos de juicio motorizados a partir del mero título de lo conmemorado como el "Día del Historiador Correntino".
En primer lugar: ¿por qué aparece como fecha digna de recordar ese día?
Porque debemos remontarnos, como en tantas otras cuestiones, a la Defensa de Corrientes en cuanto patrimonio histórico frente a uno de tantos avances de Buenos Aires, en su presunción de asumir per sé la representación de toda la República. En ese terreno, en el año 2002, en el mes de marzo, el Congreso de la Nación instauró al día 1 de julio como "Día del Historiador", a fin de rendir homenaje al esfuerzo que realizan los escritores, investigadores, profesores y aficionados, para el estudio, el análisis y la difusión de los acontecimientos del pasado.

Y ya aquí, desde el mismísimo origen de la cuestión, debemos recurrir a Mantilla, que en ese Congreso, en las postrimerías del siglo XIX, siendo diputado por Corrientes, aseveró públicamente en una de las sesiones que la historia no se legisla y que el Congreso no hace la historia. Palabras no de bronce, como las de Pellegrini por aquella misma época, sino de hierro porque requieren tanto la dureza de ese metal como una pugnacidad análoga a la del saladeño. Probablemente sin imaginarlo, con esas frases Mantilla nos legó lo que debiera ser un verdadero mandato para nuestros legisladores de todas las épocas y de todos los niveles, nacionales, provinciales y comunales, a fin de evitar que se siga perpetrando y se consagre como una nueva forma de hacer la historia, que se convierta en historia la faramalla de naderías que contaminan e intoxican nuestro calendario cívico, consagrándole jornadas a fruslerías que prefiero no individualizar, tanto por su número desmesurado como por su insignificancia.

En lo personal, ése es el primer título al que se hace acreedor Manuel Florencio Mantilla para ser exaltado al podio de nuestro Día del Historiador.
En segundo lugar: ¿Por qué escoger la fecha del nacimiento y no la del óbito del prócer?
Que las conmemoraciones se asocien con las muertes tiene su intríngulis porque aunque en nuestro país sea una tradición consagrada, en otras latitudes es el nacimiento el que se toma en cuenta.
Los griegos consideraban consagratoria a la muerte, como el momento a partir del cual ya no podían cometerse más errores. En cambio, ese "paso a la inmortalidad" del que se habla entre nosotros, se da con el deceso porque se sostiene que el nacimiento es previo al desarrollo de la carrera heroica exaltada. Nada de qué gloriarse hasta que ha llegado la muerte.

Lo concreto es que, entre el tánatos hispano tan arraigado en nosotros y el menos lúgubre eudemonismo ático, la Junta escogió el nacimiento de Mantilla por una razón mucho más prosaica: Mantilla murió un 17 de octubre y no se quiso que la fecha resultara políticamente viciada de nulidad.
Pero como carnadura del pasado de Corrientes, Manuel Florencio Mantilla da todavía para mucho más, incluso pensando en la Historia en sentido lato, por ejemplo para reflexionar sobre el significado de la palabra "historiador", en aquella época y en relación con la percepción actual.

En el caso de Mantilla, estamos hablando no sólo de un investigador del ayer sino, primordialmente, de un actor, un hacedor, un protagonista de muchos de los sucesos del proceso histórico que le toca vivir.
Es, además, un político de fuste, un sujeto viril que no hesita en empuñar un sable y cargar con su "montado" a la hora de lidiar por sus ideas en el combate, un legislador que no duda en alzar su voz en el hemiciclo para pronunciar una encendida catilinaria contra un opositor al que menosprecia al punto de negarle un lance de honor. Por sobre todo, es un batallador hombre de prensa que con su pluma "ruda y bravía", según el calificativo que le endilgó un contrincante, publicó notas incendiarias y flamígeras que más de una vez le valieron la clausura al medio de prensa y a él, el destierro de la provincia.

Ahorrando camino: ¿Pretendo comparar a los historiadores con los periodistas partiendo de Mantilla?
Sí. Creo que el periodismo de investigación actual, ejercitado correctamente y por las razones correctas, es tan válido como el trabajo de los "profesionales" de la Historia con sus disquisiciones heurísticas y hermenéuticas, y a la hora de sopesar el acceso logrado ante el gran público, arriesgo afirmar que el periodista lleva ventaja, a lo menos en lo inmediato de la difusión del conocimiento histórico que alcanza.

Periodistas como Mantilla, Gómez, Zinny, López, ¡Mitre! y tantos otros, que para su propia época representaron aportes indudables. Con sus más y sus menos, constituyéndose en las fuentes en las que aún hoy abrevamos, si se quiere, libres además de los prejuicios que algunos les oponen desde las trincheras ideológicas y la historia académica. El hecho es que han perdurado a título de historiadores, más allá del rótulo de hombres de prensa o de cualquier otra de las etiquetas profesionales que también les ajustaban apropiadamente, y que tanta especificidad denotan hoy por hoy, como para que resulte descartado todo lo demás. Particularizando en el caso de Mantilla, atrás quedó el abogado, el jurista, el guerrero, el legislador, el político, el periodista.

Todos los Mantillas aunados de ese sujeto tan polifacético, se resumieron en uno solo, el que ha perdurado, el historiador. Y de sus trabajos históricos, uno, el principal en cuanto a difusión e importancia: la "Crónica Histórica" que arranca de una monografía extensa pedida para incorporarla al Censo Nacional, publicada post mortem, no sólo justifica otorgarle el laurel del primer historiador científico correntino sino que mantiene una sorprendente vigencia, al punto que cualquiera que decida emprender el camino del conocimiento de la Historia de Corrientes, sigue encontrando en ella una síntesis admirable, cuya aprehensión sólo requiere despojarse de los anacronismos psicológicos que impiden desbrozar los prejuicios, identificar las omisiones, rellenar los vacíos, calibrar los errores, reconocer los ideales, en suma, exaltar si el que se presume historiador ha cumplido con el principal mandamiento que se le exige en cuanto tal: la búsqueda de la verdad. Esa verdad que, alcanzada o en germen, va a quedar marcada a fuego, incinerando, haciendo jirones el manto de subjetividad que, no por inevitable es todo poderoso. Que puede y debe ser superado.
¿Y por qué hablamos de un historiador "científico"? porque el conocimiento científico se presume alcanzable cuando entre el sujeto y su objeto media un método, un camino que recorre el uno para aprehender al otro. En ese terreno, aún hoy hay claroscuros perdurables. Tal vez el más socorrido de los actuales es el penumbroso sendero que media -uniendo o separando, según sea el caso- entre la memoria y la historia, cuya contienda primigenia ya libraron Mitre con su amor por los documentos y Vicente Fidel López con la valoración de la tradición, las historias de familia y la oralidad. En realidad, pareciera que, según se mire, no hay nada demasiado nuevo bajo el sol. Por lo que hace a Mantilla, trabaja con los documentos y tiene una cualidad que debe ser exaltada: contra el criterio y lo que yo llamaría el "gusto" académico en pleno auge en algunos cenáculos, que recomiendan reducir a papers todo lo posible, recurrir a escasas notas al pie y abominar de las transcripciones.

Mantilla, sobre todo en sus borradores y sus apuntes, transcribe abundantemente los documentos que utiliza, lo que ha sido una fortuna para nosotros porque en sus páginas, esas fuentes, mal que pese a tantos americanizados críticos, han logrado sobrevivir a las altas temperaturas y la intensa humedad de nuestro medio. Un dato muy reciente al respecto: el año pasado, para estas fechas se conmemoró el bicentenario de la muerte de Pancho Ramírez, el "Supremo Entrerriano", y en diversas oportunidades vinieron al Archivo General de la Provincia investigadores "Tagüé" interesados en los documentos de aquella "República Entrerriana" que Ramírez forjara y cuya capital, mal que bien, fue la ciudad de Corrientes.
Pues bien, el numeroso epistolario ramiriano resultó irreparablemente afectado por la humedad y las filtraciones, cuando el repositorio se hallaba sobre la calle La Rioja, muchos años atrás.

Afortunadamente, Hernán Félix Gómez realizó una transcripción monumental bajo el título de "Corrientes y la República Entrerriana". Gracias a ella podemos saber a qué atenernos. Y lo mismo vale decir con uno de los protagonistas a la moda, Andresito, del cual Manuel Florencio Mantilla transcribió en las páginas de sus investigaciones tanto documentos como correspondencia en una medida tal, como para que Machón pudiera hacer historia. Incluso documentos que el tiempo y la mala conservación habían "lavado", en su momento, el gran historiador misionero me dijo que había podido descifrarlos gracias a los apuntes de Mantilla, tan puntilloso que incluso imitaba las firmas.
En fin, como remate, cabe reseñar que el "Día del Historiador", legislado por los porteños cae el 1 de julio de cada año, conmemorando el día de 1812 en que el Primer Triunvirato, decretó asentar por escrito los acontecimientos de la Revolución de Mayo. Ese mismo año 2002, parte de la Junta de Historia de la Provincia de Corrientes la iniciativa de crear un "Día del Historiador Correntino", en homenaje a Manuel Florencio Mantilla y se elabora un proyecto de ley que tras un azaroso recorrido, logra entrar a la Cámara de Diputados en el año 2004 para ser convertido en la Ley N°5.686, el 17 de noviembre de 2005 , promulgada el 17 de julio de 2006 por el Decreto N°1.278 que recién se publica en el Boletín Oficial el día 31 de julio. Vale decir que su décimo sexto aniversario se cumplirá el próximo domingo.

Junta de Historia de Corrientes