
Junta de Historia de Corrientes
El "Corredor Franciscano" sobre el Paraná

Tal parece que la idea de "corredor", según las diversas acepciones del diccionario, se relaciona especialmente con un fenómeno contemporáneo de primera magnitud, el turismo, porque viene a hacer referencia a "…una amplia franja geográfica que sigue un flujo direccional general o que conecta generadores importantes de viaje", o sea que se asocia a los movimientos de personas con fines recreativos.
De suyo que se trata de un concepto eminentemente contemporáneo, que entre nosotros comienza a tomar cuerpo a partir de la enunciación de un "corredor jesuítico" fogoneado por los habitantes de la actual provincia de Misiones, en especial cuando hacia los años 1997 y 1998, con la polémica traslación de los restos de los padres de San Martín, también se habla por primera vez de la conversión de Yapeyú en una suerte de epicentro de ese "corredor", del que se ofrecen como atractivo principal los restos del propio Padre de la Patria, a ser removidos desde su Mausoleo en la Catedral de Buenos Aires, con fines comerciales enunciados sin demasiado disimulo.

Es curioso que justamente ahora, después de casi un siglo, se vienen retirando de los museos los restos osteológicos de los grandes jefes indios para darles acceso a una sepultura digna, sustrayéndolos al manoseo antropológico que épocas pretéritas reivindicaban como científico, y se haga perceptible una tendencia social todavía más degradada, pensando en dar un uso mercantil a nuestros símbolos.
Pero lo concreto es que, como parte substancial del proceso histórico de evangelización desarrollado por las grandes órdenes religiosas en Corrientes, los Jesuitas y los Franciscanos, transitando las grandes "autopistas" de la época, los ríos Paraná y Uruguay, realizaron un conjunto de fundaciones que hoy sirven de soporte a esa noción de "corredor".
Para el caso, creo que la primera que enarbola el concepto vinculándolo a los franciscanos, es la Licenciada Rosa Leonor Laffont, en el año 2007, en una tesina final para optar al grado que se titula "La reducción franciscana de Santiago Sánchez. 1591 - 1825", y se convierte así en tema para estas notas, cuando uno de los lectores, de aportes siempre relevantes, pide datos sobre las reducciones de Ohoma y Santiago Sánchez. Como yo había saltado un poco a la torera todo lo relativo a los indios durante la época colonial, liquidando con tres líneas una cuestión de trescientos años, sin demasiado entusiasmo, pensé "echarle un ojo", porque, eso sí, ya sabía que se trataba de una de esas cuestiones donde lo que mejor se sabe, es justamente que se sabe poco y nada, tipo Mansión de Invierno. Cuando me puse a leer (tenía tiempo porque estaba aislado por Covid), descubrí toda una serie de interpretaciones posibles, asociando nuestro proceso histórico con el de las parcialidades indígenas con las que, a tuertas y a derechas, tuvo que vérselas nuestra Patria antes de ser lo que alguna vez fue.
Para partir de una noción generadora, yo diría que todo arranca de un choque de culturas. Y aquí tropiezo con otro escollo, porque probablemente uno de los vocablos con más acepciones según sea el metier, los juicios y prejuicios y, especialmente, la ideología del usuario, es éste de "cultura", pero no voy a meterme en honduras que me limiten el espacio, lo que quiero decir es que en nuestra América conviven hombres del barroco con comunidades que en sus estadios más elevados han alcanzado niveles del Paleolítico Superior, con algunos elementos, someros, del Neolítico. Aunque extraordinariamente lubricado por la fe religiosa, el choque subsiguiente tuvo sus más y sus menos, según los actores y sus circunstancias (Ortega dixit), y el primer trabajo, el elemental, del que trata de hacer historia, es intentar la interpretación de aquellos hechos a partir de una visual tipo "dron", que le permita identificar lo que cabría llamar "lugares comunes" entre todos los protagonistas, tiempos y lugares en juego.
El primer elemento a destacar, por comparación con las conquistas y colonizaciones análogas, es precisamente la importancia superlativa de los evangelizadores, en un proceso de conquista y colonización que con sus excesos, porque los tuvo, fue infinitamente más benévolo que el desarrollado por los anglosajones. Un ejemplo tangencial de los resultados se desprende de las consideraciones del Teniente Coronel Alejandro Gillespie, un prisionero inglés que en 1807 afirma "…Entre los más amables rasgos del carácter criollo no hay ninguno más conspicuo y ninguno que más altamente diga de su no fingida benevolencia que su conducta con los esclavos…".
Yo diría que también se impone resaltar en primerísimo término, yendo a lo material, el protagonismo central del ganado. El papel jugado por las vacas y los caballos, una vez que los indios se acostumbraron a ellos, es absolutamente capital, no sólo en sus hábitos y conductas dentro de las reducciones, sino en sus acciones comunitarias. Revisando toda la época colonial, los ataques de los indios no evangelizados a las reducciones y asentamientos indígenas fueron tan sistemáticos y permanentes que hicieron desaparecer a varias de ellas. La Real Academia define al malón como "La irrupción o ataque inesperado de un grupo de indígenas, con saqueo y depredaciones". Si bien el vocablo se asocia por lo común a las agresiones perpetradas por los indios, especialmente en la pampa, es evidente que sus asaltos al "corredor franciscano", eran malones en toda regla, que llevaron incluso a la desaparición de algunas reducciones.
Las fundaciones en el corredor fueron cuatro: Santiago Sánchez (1591), La Candelaria de Ohoma (1593), Itatí (1615) y Santa Lucía de los Astos (1615).
Así, Santiago Sánchez y La Candelaria de Ohoma son las más antiguas. Las otras dos, omito tratarlas en esta oportunidad.
A través de la monografía de Laffont, sabemos bastante de Santiago Sánchez: que fue una reducción emplazada al parecer en cercanías de donde hoy se ubica la Escuela Agrotécnica Lomas de Empedrado, que -a juicio de Laffont- está íntimamente relacionada con el proceso histórico de fundación de la localidad de Empedrado; que a partir 1670, en base a las Ordenanzas de Alfaro, el Cabildo indígena lo integran exclusivamente regidores españoles; que el nombre de Santiago Sánchez habría sido el de un antiguo poblador de la zona; que el río cercano lleva el mismo nombre, y que, a diferencia de las otras reducciones, carece de santo patrono.
El lugar del emplazamiento estaba inserto en una estancia del Escribano Nicolás de Villanueva, quien firma el Acta de Fundación de la ciudad.
El devenir de la reducción, Laffont lo extrae de las actas capitulares y los documentos de gobierno de 1659, 1660, 1668, 1701, 1720, 1722, y 1739. Los documentos restantes los obvio por ser posteriores al proceso reduccional.
Es relevante asimismo, y común a todos los asentamientos del corredor, la gran mortalidad que producen las epidemias de viruela. Para Santiago Sánchez, hacia 1653, cuando se hace presente el Visitador Real Andrés Garabito de León, el estado de la reducción es "desesperante".
Las principales quejas de los indios se refieren al alquiler que hacen sus encomenderos de sus servicios como remeros en las balsas que son el medio usual de transporte de personas y mercaderías, y para vaquear ganado montaraz del que se aprovechan los cueros, las pezuñas y partes menores de la carne. Garabito de León prohibe que se los emplee por cuenta de terceros para balsear y vaquear.
Los malones más graves son:
El de 1722, que mata 29 personas, un sacerdote y secuestra mujeres y niños. Los pobladores huyen a Saladas, Santa Lucía e Itatí con el doctrinero. El Cabildo envía a Juan Benítez de Arriola y Agustín Insaurralde a perseguir al malón. Logran darle alcance en una zona de islas, matan a todos los asaltantes y recuperan el botín del saqueo. Una consecuencia es que en 1723 se cambia el emplazamiento a un lugar cercano. Para esa época hay un encomendero, 8 encomiendas, 79 personas y 24 familias, de las cuales 21 tributan impuestos y además, gracias a ello actúan en el Cabildo. Me resta señalar que en los censos, los habitantes de Santiago Sánchez incluyen sus vacas y caballos, y sus hijos a partir de los 18 años, pero no siempre sus mujeres, y que dentro de su pobreza, tienen fama de buenos comerciantes, constructores de canoas y herreros de aperos de labranza y curtidores de cueros para calzado, que resuelven sus conflictos por mediación, y que en algún momento, como tantas veces sucede con los indígenas, "extinguieron" sus ganados (llegaron a tener 2800 vacas y caballos, 130 bueyes, y 103 ovejas con cría), usándolos para alimentarse.
El 23 de octubre de 1739: Mocovíes, Vilelas y Avipones, perpetran el malón definitivo y la población supérstite se ruraliza y dispersa hasta la fundación de Empedrado.
En la próxima nota, haré cabeza con La Candelaria de Ohoma, que reconoce un proceso histórico análogo, periodizado con pestes, malones y traslados.

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