Una actuación imaguaré con el traspaso del legado a los hijos
Julio, Nicolás y Federico Cáceres le pusieron la impronta familiar a su show en la novena noche. Además, pase de tiempo entre actuaciones coordinada con los Bofill, dividieron su presentación en bloque de historia, romance, religión y homenaje.

El tiempo imaguaré sobre el Osvaldo Sosa Cordero comenzó con un recitado a cargo de Marta Chemes, quien tuvo la responsabilidad de anunciar la presentación de la familia mercedeña que lidera un conjunto icónico en el universo chamamecero.
La poetisa lo hizo con una recomendación de hacer el chamamé de bandera y a "cuidar a tu chamigo" para aseverar que "estamos entrando en el tiempo azul de la tierra sin mal".
En el preludio de la actuación, una bailarina acompañó el punteo de Fabio Soto con la introducción de "Avío del alma". La grácil silueta dibujaba arabescos sobre el escenario a los acordes previo a "Vengo a decir mi canto" con el que Cáceres inició su actuación vestido de impecable traje y un sombrero que parecía traído de otros tiempos y le dieron un aspecto de cantante de otros géneros de mediados del siglo XX".
Después arremetieron con ese ruego de protección que es "Peregrino de la esperanza" con "ese canto agradecido que levantan" para María de Itatí y ese homenaje a la religión que une los corazones del continente al señalar: "Cuando queremos nombrarte madre, Itatí dice Corrientes; Guadalupe, el continente. En la Argentina, Luján; Aparecida en Brasil, 33 en Uruguay, Copacabana en Bolivia y Caacupé en Paraguay".
A casi todos los temas, Julio Cáceres le puso poesía, como las estrofas "Soy leyenda que renace cada nuevo amanecer. Soy el eco de la tierra, es mi lengua abáñee. Soy la voz del horizonte en la noche de los tapé. Soy el grito de una raza y es mi nombre: chamame", con él iniciaron la interpretación de "Viva el chamamé".
Luego dieron paso al recitado del hijo menor Federico, con esa oda a la patria que es "Yo tengo una muchacha", participación que no se agotó en ese poema, ya que le tocó hacer el recitado cuando la emoción del público llegó hasta las lágrimas con "A orillas de tu silencio", en el que expresa esa preocupación de todos los padres con ese hermoso proyecto que son nuestras hijas.
Ramonita
La nostalgia por quienes dejaron el plano terrenal en estos tiempos de pandemia se lució con un tema inédito en homenaje a Ramona Galarza, a quien el chamán del chamamé dijo "extrañar tu canto en este escenario del Gran Taragüí. Recorriste el mundo, anduviste tanto pregonando siempre que naciste aquí".
Después, como casi todos los años, volvió a alimentar a la concurrencia con el "Avío del alma", recitado que fue repetido por las miles de gargantas que reventaron en sapukái. Ni bien el acordeón y la guitarra hicieron sonar el preludio para el ruego de cambio del tiempo y trasunta, esa sabiduría ancestral que sabe pronosticar la lluvia para "cuando entre la luna". Y la gente que "vence al mal tiempo con sólo rezar" para hacer "ese pedido de que "hijos y nietos" vuelvan a Corrientes "por Dios y la patria".
En ese punto, Julio Cáceres hizo un alto y recordó "a tantos amigos que andan por el mundo, como Riedel de Chavarría que reside en Barcelona, o a los Semhan de Mercedes que viven en Estados Unidos. En nuestro país unos hermanos correntinos y formoseños chamameceros que trabajan en una mina de Santa Cruz cumplen la reclusión porque les tocó el covid".
"Cómo no acercarle este aplauso de ustedes para que sepan que los estamos esperando. Que vamos a poner lo que haya que poner para que puedan quedarse nuestros hijos y realizarse nuestros hermanos en su propia tierra".
Después vino el tiempo del romance, cuando anunció que vivía un "tiempo rosado de lapachos…" para hacer unos doble pasos con la bailarina en la introducción instrumental de "Sin ti no me hallo", para seguir con "Serenata.." y ese ruego de mirarse en los ojos de la amada "Para volver a soñar", sin dejar de lado ese tema que habla de "Nuestros sueños y la distancia", que vuelve con la lluvia para besar los ojos de la amada.
El grito estentóreo cubrió el anfiteatro cuando recitó "qué antiguo payé tan raro…" con el que iniciar el canto de "Compadre que tiene el vino", que tiene ovación asegurada cuando habla de "los que dejaron sus huesos en Malvina y Soledad, como raíz enterrada que algún día ha de brotar…".
Tampoco se olvidó de improvisar: "Pensando en las cosas que queremos para nuestro bendito país, para nuestros hijos y nietos" hizo esa convocatoria "a pintarse el corazón de celeste y blanco y brindar, este año con una copa imaginaria, por "el gran pueblo argentino".
A la hora del pedido de un extra, el acordeón empezó el emblemático preludio de esa oda a todos los chamameceros, tanto al que canta, toca como al que baila a modo de despedida para soltar la rienda del sentimiento que el público cautivo les entregó ni bien abrieron los instrumentos y se inclinaron los músicos, para elegir ese tema "bien de adentro" con el que se inicia el rezo imaguaré.
Texto: Rubén Orlando Giménez de la Redacción de época.