En 1810 Paraguay atacó varias veces a Corrientes

1810 es el año en cuyo transcurso se pone en marcha el prolongado proceso histórico, doloroso, plagado de azares, a través del cual terminan constituyéndose con identidad propia, el Río de la Plata y el Paraguay. En sólo dos palabras, Asunción y Buenos Aires, paraguayos y porteños, porque en definitiva lo que se da es una puja entre ciudades, en la cual la tercera en discordia fue Montevideo.
Corrientes sin embargo, sostuvo una contienda de larga data con el Paraguay. Es así que de los conflictos diríamos "externos" que intenta dirimir el Cabildo correntino, las disputas con la Villa de Ñeembucú, dependiente de la provincia del Paraguay, configuraron el más intrincado y extenso en relación con el partido y la villa de Curupaití.
Siendo Maestre de Campo y Alcalde de primer voto, Juan Benítez de Arriola fundó, a fines de abril de 1779 con 200 milicianos, un asentamiento en las lomas de Pedro González, y también debió custodiar los pasos de Curupaití y Humaitá de los ataques de los indios. Esa es la primera ocupación efectiva y continuada de un territorio disputado reiteradamente por ambas jurisdicciones, a través de la intervención previa, esencialmente de cuño documental, de las autoridades eclesiásticas, gubernamentales y virreinales.
La primera fundación efectiva desde el Paraguay, se realizó en octubre del mismo año, con el nombre de Villa de Ñeembucú, mutado a Villa del Pilar en 1783.
Durante 1810, entre marzo y octubre, cuando entró el último oficio al Cabildo, una y otra vez arrecian las quejas asociadas a los vecinos del partido correntino de Curupaití, por los perjuicios que les ocasionan los habitantes de la Villa del Pilar, buscando acabar con las discordias que afectan a "la seguridad y defensa de los mismos nuestros vecinos, y no para la de los paraguayos intrusos que miran con abandono su propia y natural defensa".
Estas "escaramuzas", con el crescendo de acontecimientos cruciales de aquel año, escalan hasta convertirse en ataques en regla, el primero de los cuales tiene lugar el 30 de septiembre, cuando una escuadrilla paraguaya al mando de José Antonio Zavala y Delgadillo, comandante de Pilar, fondeó sobre la costa chaqueña a la altura de Punta Aldana, intimando la devolución de algunas naves mercantes asunceñas, retenidas en el puerto por orden de la Junta, que prohibe la navegación Paraná arriba. Al día siguiente, Zavala se apoderó de las naves, desembaró en la Rozada una compañía de miñones que se pasean por la ciudad profiriendo insultos y amenazas, exige 40 reses y el despacho de las naves. A todo acceden el Cabildo y el comandante de armas enviado desde Buenos Aires, Elías Galván. Al mismo tiempo, una fracción paraguaya se adueña del presidio de Curupaití. Habida cuenta de que la orden dada a Zavala propone como objetivo "que nos vistamos con lo de los que nos pueden desnudar", reviste cierta validez que los dos golpes de mano nocturnos dados en canoas por los paraguayos, sobre el establecimiento industrial de José María Durán, el más importante de la ciudad, tienen como fin desbaratar, como lo hacen, las construcciones navales correntinas. Finalmente, la escuadrilla paraguaya levó sus anclas y se retiró, el 3 de octubre.
Grosso modo, entre ese octubre de 1810 y fines de marzo de 1811, tiene lugar un hecho fuertemente disruptivo para las acciones ofensivas de los paraguayos: La llamada "Expedición" de Manuel Belgrano, en la que por diversas razones, Corrientes más que como parte actora cabe percibirla como el pato de la boda.
Decimos esto porque durante todo ese año, los correntinos se desenvolvieron tibiamente en relación con la situación general. Se pronunciaron según se espera que lo hagan y aportaron lo que se les pidió – sin olvidar pasar la cuenta – designan a quien sea necesario, pero en sus documentos principales – Las Actas del Cabildo – sólo hay una única mención tangencial del "general del Norte" que con un número inaudito de soldados, caballos y cañones atraviesa el territorio provincial, y se entiende directamente con un flamante comandante de armas primero, y teniente de gobernador después, confiable para los porteños, y con los comandantes de campaña que le respondieron.
Y hablamos de "porteños", porque en realidad es el puerto el que quiere hacer pie en el Paraguay. Esto lo percibieron claramente los paraguayos, cuyo monumento natural recordando aquella "expedición" es el "Cerro Porteño".
También lo identifica con nitidez, por ejemplo, una discípula de Efraín Cardozo, Hebe Milli de Moglia, que contabiliza a los "precursores" de la revolución paraguaya de 1811, como unos 40 individuos que por su formación y sus relaciones de parentesco exponen vínculos evidentes con Buenos Aires. Son doctores, funcionarios, comerciantes y sacerdotes (no los cuadros militares, emparentados con el patriciado), que constituyen los principales y prácticamente únicos propagadores de las consignas más bien lábiles con las que intentan captar adeptos: las críticas al gobierno local, la oposición a la invasión napoleónica y la necesidad de mantener la unión. Algunas de sus figuras consulares son Somellera, Alcántara y De María.
Una lectura afiatada de toda la correspondencia que Belgrano intercambió con la Junta durante el desarrollo de la expedición, también es evidencia de las grandes y graves reservas que tiene respecto de los correntinos, de su elevada opinión de los "porteños" como los únicos fiables para llevar adelante su empresa, de su opinión crítica también respecto de los paraguayos, y de los resultados que espera de su diplomacia, fallida la suerte de las armas. Resultados reconocidos universalmente.
La segunda invasión paraguaya a Corrientes se desencadena apenas debelada la expedición de Belgrano, en abril de 1811, cuando nuevamente una flotilla pilarense de 7 naves y 300 hombres ataca la ciudad, comandada por el carpintero catalán Jaime Ferrer. Según el oficio que Ferrer envía a Galván, su objetivo fue recuperar naves paraguayas retenidas en el puerto. Empero hay otras versiones; Mantilla afirma que en realidad buscó apoderarse de la ciudad y proteger tres embarcaciones cargadas con armas provenientes de Montevideo, que llegaron el 8 de abril a Goya. Milli de Moglia en cambio, señaló que a Ferrer lo envió a Velazco con la misión de acabar con la intensa propaganda revolucionaria que se hace desde Corrientes hacia el Paraguay. Otras versiones dicen que Velazco, el mandatario paraguayo, pretendía ocupar definitivamente la ciudad, para mantener abierta la vía de comunicación fluvial.
Habiendo sido aceptados sus requerimientos, en los días sucesivos, Ferrer formula otros nuevos: la entrega de dos embarcaciones correntinas, el traslado de los europeos con sus familias al Paraguay, y el reconocimiento del Consejo de Regencia por la ciudad.
Diez días más tarde, Ferrer incorporó los mercantes con armas que manda de Elío y desembarcó con 200 hombres y algunas piezas de artillería. Los europeos realistas "los sarracenos", al mando de Félix de Llano, se le sumaron.
El Cabildo debe jurar al Consejo de Regencia, y un "tomito" del contrato social de Rousseau enviado por Moreno a través de Belgrano, fue quemado en la plaza por mano del verdugo, aunque según Mantilla, lo archivaron sin siquiera leerlo. Galván intentó oponerse militarmente pero es batido y dispersado y debe huir hacia la Bajada (Paraná).
A mediados de mayo, Ferrer zarpó dejando tropas bajo el mando del capitán Blas José Roxas, que cooptado por el correntino Ángel Fernández Blanco, detuvo a los europeos y se apodera de los buques surtos en el puerto. El 17 de mayo de 1811, el mismo Blanco incitó a las milicias de Ensenadas, al mando de José Ignacio Añasco a entrar en Corrientes, el 21 de mayo llega la noticia del pronunciamiento de Fulgencio Yegros en Itapúa, y el 6 de junio Roxas se retiró de Corrientes. La ciudad quedó dividida entre los "Patriotas" y los "Sarracenos". Se inhabilita a los europeos para ejercer cargos públicos y los realistas destacados son deportados a Córdoba y Santa Fe. La Revolución de Mayo ha triunfado abiertamente en Corrientes.
A los fines de la serie de notas que venimos publicando, vale reiterar que los actores son Buenos Aires y Asunción, y Corrientes, el sujeto pasivo que en todos los casos debió sufrir las acciones.