Sin reglas, no hay básquet

¿De verdad vemos un enemigo en quienes representan las normas en nuestro deporte? ¿Qué más tenemos que esperar que ocurra para tomar medidas integrales con la violencia en las canchas de básquet?
No podría suponer que los recientes hechos en Reconquista y La Plata de repudiable agresión a árbitros sean situaciones aisladas. En muchas canchas en distintas categorías a lo largo de nuestro país hay un peligroso factor común: la violencia hacia las personas que representan el cumplimiento de los reglamentos que dan vida al juego.
Cánticos que aparecen insultando a los árbitros, incluso sentenciando explícitamente que "hay que matar a un referí" parece algo extremo o sacado de contexto, ¿verdad? Pero todo esto es parte de nuestro patológico inconsciente colectivo, ese supuesto folclore que justificaría cualquier cosa en nombre del color del espectáculo cultural. Pero ahí gran parte del problema: si creemos que eliminar a alguien es válido, estamos en la lógica de la guerra y no en la del básquetbol.
En categorías formativas vemos padres insultando a los gritos a árbitros, entrenadores, jugadores del equipo rival y hasta a veces del propio en la presencia de sus hijos con improperios de todo tipo, enseñando desde un pésimo ejemplo. Porque de eso se trata, en mi humilde consideración: de personas. Los árbitros, al igual que todos, son personas y no villanos indeseados. Sin reglas, no hay básquet. Y los árbitros tienen el desafío de ser los responsables de interpretar y hacer cumplir el reglamento.
Bajo ningún punto de vista podría generalizar en todos los casos, pero tampoco podemos subestimar síntomas que desde hace mucho tiempo vienen enfermando cada vez más a nuestro básquet en todas sus categorías.
¿Podemos competir aceptando los errores propios en lugar de reprochar a los demás porque los resultados no son los deseados? Si la respuesta es sí, estamos ante un escenario de cooperación en el que necesitamos de todos para cuidar y ayudar a seguir creciendo al básquetbol y eso jamás será posible reaccionando con violencia. En su lugar es necesario desarrollar criterios, ser autocríticos y hacernos responsables de los resultados indeseados que podamos tener como protagonistas del juego, y no convertirnos en agresores potenciales.
Si en vez de hacernos responsables de nuestros errores ponemos todo lo malo en los demás, reaccionando de forma agresiva, colaboramos a acrecentar la escalada de violencia.
Y vaya que sí son importantes y necesarias las reglas en el básquet. Quizás sea una de las disciplinas con mayor cantidad de normas y aspectos intangibles que le dan vida al apasionante juego en la categoría que sea.
El básquet argentino no debe buscar la masividad a cualquier costo, incluso el de la violencia. Y esto no sólo se lo vivencia con los árbitros... "Hay que ganar cueste lo que cueste". ¿Eso qué significa? ¿Lastimar a algún rival? Porque si vamos por ese camino, perdemos todos sin importar cómo termine el resultado de algún juego particular.
Hoy más que nunca es necesario volver a esa saludable y competitiva situación lúdica, competir para que gane el mejor y así todos mejoramos.
A modo de aporte desde la salud mental propongo hacer una autocrítica: en búsqueda de resultados, de alto rendimiento, ¿no estaremos resignando salud y generando más presión a nuestros protagonistas? ¿Podríamos reconocer y valorar a muchísimos árbitros que hacen docencia en pleno partido, cuando ante la consulta de algún protagonista comparten los criterios con que tomaron una decisión?
En el deporte, como en la vida, sin respetar las reglas no podremos jugar, ni competir, ni disfrutar juntos. Convivir dentro y fuera de la cancha como personas, sin importar nuestros roles, entendiendo que todos, sin excepción, somos responsables de cuidar a las demás personas, hacen del básquetbol un deporte extraordinario.
(*) Lic. en Psicología /
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