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FUEGO CONTRA FUEGO VI, 1849

Virasoro contra Morgenstern

Una confrontación que revela dos versiones sobre los resultados de la batalla y el uso de militares europeos de parte del gobierno paraguayo.

JOSÉ ANTONIO VIRASORO.

En la guerra abierta contra Corrientes, el dictador paraguayo Carlos Antonio López, para conducir las operaciones, en una primera etapa de la invasión, designa al teniente coronel Francisco Wisner de Morgenstern como Comandante en Jefe, un húngaro que su hijo Francisco Solano había conocido en Europa, reclutándolo para servir a la dictadura.

Se trata de uno de esos personajes todo terreno tan comunes en aquella época: militar, cartógrafo, ingeniero y arquitecto, que además de su servicio de armas escribe por encargo del dictador Carlos Antonio una biografía de Gaspar Rodríguez de Francia, construye el palacio de gobierno que aún hoy presta servicios, y en campaña se habría hecho cargo tanto de las posiciones artilleras de Bruguez en Riachuelo como de las fortificaciones de Curupaití.

Una vez invadida Corrientes por el ejército paraguayo, Carlos Antonio López ordena establecer tres piquetes de enlace entre las posiciones de los Cuais, Candelaria y la Tranquera de Loreto. Ubicados en San Carlos, Itaembé y Santo Tomás, no superaban los cincuenta hombres.

Los pasos considerados puntos llave también eran tres y dependían de Encarnación, Mboícaé, Yhú y Tacuarí. El todo dependía de Encarnación.

Aquella invasión paraguaya, también se vincula estrechamente al fortalecimiento del comercio con el Imperio del Brasil. Lo primero que tiene ordenado Wisner una vez en su poder el Hormiguero, es darle aviso al comandante de San Borja, a fin de que los súbditos del Imperio se desplacen libremente hasta Encarnación con fines comerciales donde, a diferencia de las normativas del gobierno correntino de Benjamín Virasoro, no devengarán impuesto alguno.

También se faculta a Wisner para entablar conversaciones con el Presidente y el Comandante General de Armas de la provincia de San Pedro del Río Grande del Sur del Brasil, en caso de quedar franco y libre el comercio brasileño en la zona.

Asimismo, debe solicitar autorización para que las fuerzas paraguayas franqueen libremente el curso de agua, como si se tratase de una misma jurisdicción territorial, acompañando todo ello de pedidos de compra de materiales de guerra para potenciar la invasión. Para concretar la parte comercial de los acuerdos, acompaña a Wisner con los documentos y los fondos necesarios, un hombre de confianza de López, el alférez Martín Olivera.

Wisner tiene, además, orden de entablar relaciones amistosas con los empleados y militares del Imperio, dándoles protección, especialmente a aquellos que transiten el territorio correntino invadido en el desempeño de funciones públicas.

A fines de junio de 1849, los invasores paraguayos a las órdenes de Morgenstern inician sus movimientos desde la Trinchera de San José. Una división marcha hacia el Sur atravesando las Misiones correntinas rumbo a la ribera derecha del Alto Uruguay, con el Hormiguero como objetivo. Otra, maniobra hacia el Oeste por la ribera izquierda del Alto Paraná, en pos de la Tranquera de Loreto, aproximadamente a unos ciento cincuenta kilómetros hacia el Este de la capital correntina. Ambos desplazamientos buscan ensanchar el territorio invadido entre ambos ríos. La columna tiene además la misión de mantener expeditas las comunicaciones con Brasil y, de modo especial, tomar contacto con los proveedores de armamentos. La columna Oeste busca asegurar militarmente a las guarniciones de Candelaria y de la Trinchera de San José, a fin de evitar sorpresas y derrotas, lo que en la situación anterior a la invasión las obliga a enviar sus partidas de exploración a grandes distancias para mantenerse a cubierto. Con la ocupación hasta la Trinchera de Loreto, en cambio, la posición ocupada es muy fuerte y brinda una gran protección al terreno que se halla en poder del invasor. Además, constituye una formidable base de operaciones, no sólo contra los departamentos del área, sino para el caso de operar contra la misma ciudad de Corrientes. La Columna del Oeste, al no enfrentar oposición alguna a su penetración invasora, alcanza el 4 de julio de 1849 la Trinchera de Loreto y la ocupa, acantonándose tras fortificarse convenientemente.

El principal obstáculo que enfrentan los invasores paraguayos es la sequía excepcional de aquel invierno de 1849, que a través de la falta de agua, habilita diversos lugares de pasaje no previstos en los planes de invasión. Asimismo, la zanja que en la Tranquera de Loreto conecta los esteros con el Paraná, reduce su caudal limitando severamente su valor como obstáculo para la defensa del territorio invadido.

Enterado Carlos Antonio López del problema, ordena priorizar la incautación de equinos, que luego de confiscados se deben reunir en el Rincón de Santa María. También da gran importancia a la obtención del ganado para el consumo, con éxito parcial porque los hacendados correntinos que colaboran, lo hacen a cambio del cobro en metálico de las cabezas suministradas.

En su correspondencia, el 7 de julio el dictador expresa preocupación por la sequía y por la vulnerabilidad del sistema de postas, frágil ante posibles incursiones y emboscadas correntinas.

La división invasora del Sur, según el informe del comandante militar correntino de Santo Tomé, sargento mayor Juan Saturnino Miño, franquea el Aguapey el 2 de Julio por el paso de San Carlos, en una columna calculada en mil hombres entre infantería y caballería, con dos carretas y una remonta considerable, con dirección al paso de Garruchos. Mientras tanto, el comandante correntino, José Antonio Virasoro, recluta efectivos entre los habitantes de los Cuay, y además de entablar tiroteos aislados con los invasores, libra exitosamente el primer enfrentamiento el día 9, sobre el que la versión correntina y la de los invasores difieren: mientras los paraguayos pretenden haber puesto en fuga a los correntinos, sin que se produjeran muertos o heridos en ninguno de los dos bandos, Virasoro, comandante general de la Frontera del Uruguay, en carta a su hermano Benjamín del día 18 de julio le informa desde el Cuay Grande que en la noche del día 6 "se desprendió de la columna una fuerzaà de 400 infantes e igual número de caballería" en dirección suya, que los dejó atravesar el Cuay Grande y "los circulé con tiradores, escopeteándolos a un tiempo en todas direcciones. Esta sola simple operación bastó para envolverlos y ponerlos en una precipitada retirada hasta el pueblo de Santo Tomé, donde permanece encerrada toda la columna. No pude cortar la reincorporación de esta fuerza, por no tener más que cuarenta tiradores y cien lanceros". Tuvo por resultado este choque cinco paraguayos muertos y probablemente muchos heridos". Virasoro informa también de una incursión que con "sólo 200 hombres" hace sobre Santo Tomé, cuya sola presencia "y uno que otro tiro de carabina fue suficiente para estrecharlos con todas sus caballadas en el reducido local que ocupa el pueblo". Virasoro afirma haber muerto algunos y que toma un prisionero, 300 caballos "y todo el ganado que allí tenían". Finaliza afirmando que emprenderá acciones mayores cuando se le incorporen el "resto de la división de esta frontera y la del Coronel Cáceres". Sin embargo, el correntino oficia desde Paso de los Libres, lo que indica que hasta completar sus efectivos ha debido replegarse, por lo que, expeditas las comunicaciones entre el Hormiguero y Brasil, desde San Borja ingresa un convoy con fusiles y municiones traído por Fernández Chaves, que es remitido hacia Asunción de inmediato.

Recibido el cargamento, Carlos Antonio López paga con holgura a Fernández Chaves, pero el hijo del dictador, Francisco Solano, al tanto de la transacción, se traslada al Hormiguero, se apodera del mando del Ejército, destituye a Francisco Wisner de Morgenstern y lo pone preso y aún en riesgo de ser fusilado. Posteriormente, se reconcilia con el húngaro, que será su Comandante de Ingenieros durante toda la Guerra del Paraguay.

En la próxima nota, seguiremos historiando los sucesos de esta "Guerra olvidada" (Soria dixit), en la que aquella Corrientes Federal, como tantas otras veces, se bastó sola a sí misma.