
Especial para época
Mandato para el cambio
El resultado es un crédito hacia el futuro. Un mandato abierto para la transformación. Contra lo que muchos dirigentes piensan, Corrientes no es una sociedad satisfecha.
La contundente victoria del gobernador Gustavo Valdés suscitó un explicable interés a nivel nacional. Más allá de su significado como expresión de cambios políticos, que algunos analistas hasta se animan a proyectar a nivel nacional, lo cierto es que la importancia de los resultados trasciende el plano estrictamente electoral.

Los guarismos del pasado 29 de agosto no fueron una sorpresa. Estaban prefigurados ya desde mediados del 2020 en las tendencias de opinión pública y en la percepción de la mayoría de los observadores. En todos los estudios dedicados a la evaluación de desempeño comparado de gobernadores, Valdés encabezaba con claridad todos los ránkings, con porcentajes que superaban el 70% de aceptación. Si caben dudas acerca de la posibilidad de que estos niveles de evaluación de desempeño se concretaran en apoyo electoral, las encuestas lo confirmaron de modo rotundo, ya desde febrero del corriente año.
Junto con un grupo importante de otros gobernadores, Valdés integra una nueva generación de gobiernos locales que han llevado a la política de las provincias que administran a cambios sustanciales en las agendas y expectativas de mayorías sociales que exceden incluso con amplitud a sus propios electorados.
Los nuevos elencos de gobernadores y jefes comunales son parte de un cambio profundo en los estilos y enfoques de gobierno, que en los últimos años dejan atrás tradiciones e inercias organizativas, para asumir con decisión las nuevas demandas y necesidades de sociedades ansiosas e insatisfechas, interesadas en avanzar hacia metas impensables. El país vive una “revolución desde la demanda”, que presiona sobre las ofertas políticas y fuerza cambios hasta no hace mucho inimaginables.
Su triunfo es una victoria plural, conquistada por la totalidad de una alianza electoral como ECO, que desde hace veinte años crece sobre bases de concertación franca y sin exclusiones. El voto de dos tercios del electorado es un premio a esta estratégica de máxima apertura.
Si hubiera que subrayar algunos rasgos comunes a esta nueva generación de dirigentes, habría que destacar su formación técnica y capacidad para asumir problemas complejos, su pragmatismo realista y, en particular, su apertura hacia perspectivas nuevas, superadoras de los círculos viciosos de la política tradicional. Destacan también, sobre todo, su disposición a asumir riesgos políticos y, sobre todo, su destreza para ensayar alianzas y concertaciones con sectores muy diversos de la sociedad. El impacto de la Pandemia sobre múltiples aspectos de la vida colectiva impuso enfoques y reflejos adaptativos que desplazaron a la mayor parte de la dirigencia tradicional. La nueva política premió la audacia, la fortaleza de carácter, la independencia de criterio y la flexibilidad para adaptarse a entornos de incertidumbre creciente.
Las elecciones realizadas a lo largo del corriente año en algunas municipalidades y en provincias como Jujuy, Misiones, Salta y sobre todo Corrientes, marcan un retroceso en la importancia de los partidos y un avance sustancial de otras formas de expresión y organización social, con mayor capacidad de congregar compromisos cambiantes por parte de una sociedad escéptica, muy informada y poco dispuesta a asumir mayores responsabilidades.

Los partidos están lejos de haber perdido vigencia. Todo lo contrario, se adaptan y resignifican, proyectándose hacia otras formas de acción colectiva.
Una coalición del tipo de ECO + Vamos Corrientes convocó a apenas algo más del 20% del voto radical y se nutrió, en cambio, del aporte de más de 30 fuerzas diferentes, algunas de larga tradición política local y nacional, y otras nacidas de la emergencia, la aceptación improvisada del imperio de las circunstancias.
Tiende así a primar un nuevo patrón de agregación política, que nutre su fuerza tanto de tradiciones organizativas consolidadas, como de una flexibilidad para transformarse en vehículo de nuevas formas inéditas de expresión política.
En el caso de la coalición opositora, liderada por el peronismo, los obstáculos fueron mayores, amplificados por la dificultad para superar su tradicional dependencia del impulso central y para asumir mayores dosis de identidad y compromisos locales. Ello le restó credibilidad, competitividad y, sobre todo, posibilidades para canalizar las nuevas demandas de una sociedad cada vez más dinámica y volcada hacia el futuro.
El voto correntino es, como en casi todas las provincias, un voto de carácter prospectivo. Una interpretación generalizada, sobre todo en los ambientes de la militancia, tiende a interpretar los resultados obtenidos por el Gobernador en términos de triunfo en una especie de plebiscito de gestión o de premio por su desempeño en áreas decisivas como el control de la Pandemia. Un análisis factorial más detallado aconseja, sin embargo, matizar esa conclusión.
Si bien la valoración de lo actuado por Valdés ha sido un componente clave en la construcción de vínculos excepcionales de confianza electoral, cabe subrayar también algunos otros factores. Ante todo, que sus indicadores de gestión son anteriores a la Pandemia y que respondieron a un reconocimiento a su capacidad política para reformular su coalición política de base, privilegiando la construcción de una alternativa política multipartidista. Desde este punto de vista, Valdés estuvo protegido en todo momento frente a tendencias internas que pugnaban por acentuar el factor del liderazgo personal y de una nueva fuerza propia por sobre los inevitables costos y compromisos de una herramienta colectiva. Los resultados le dieron la razón. Su victoria es una victoria plural, conquistada por la totalidad de una alianza electoral como ECO, que desde hace veinte años crece sobre bases de concertación franca y sin exclusiones. El voto de dos tercios del electorado es un premio a esta estratégica de máxima apertura.
Otro factor importante es, sin dudas, la importancia atribuida por Valdés a la relación con el electorado de la capital. Por primera vez, un Gobernador hizo suya la agenda de la ciudad de Corrientes. Superando precedentes anteriores, explicables a la luz de la competencia entre gobernadores e intendentes, Valdés empeño toda su energía en demostrar que lo que es bueno para la ciudad es bueno para la provincia y que lo que es bueno para la provincia es bueno para la ciudad. Los logros de una provincia tienen que ver, ante todo, con los logros de su capital y de sus principales ciudades. Agenda urbana y gestión reticular del territorio son hoy componentes claves en las nuevas escalas del territorio y Corrientes no es una excepción. De allí la calidad y la densidad de una victoria política que se extiende a todas las localidades de la provincia. Votaron a Valdés ciudadanos de todos los signos políticos, incluida buena parte del electorado del peronismo.
Valdés comienza su nuevo período en un momento en el que el poder central se sumerge de nuevo en una de sus crisis recurrentes de gobernabilidad.
Sin desdeñar lo que el triunfo electoral pueda tener de reconocimiento de gestión, importa mucho más su componente de futuro. Más que un premio, el resultado es un crédito hacia el futuro. Un mandato abierto para el cambio y la transformación.
Contra lo que muchos dirigentes piensan, Corrientes no es una sociedad satisfecha. Para una amplia mayoría de ciudadanos, el vaso no está medio lleno. Está más bien medio vacío. Las carencias y necesidades sobrepasan ampliamente los recursos y posibilidades. Valdés supo interpretar este rasgo de ansiedad y descontento y acertó en la forma de implementar una propuesta superadora. El crédito electoral se abrió bajo condiciones excepcionales y es importante saber que será monitoreado por una sociedad atenta y poco dispuesta a soportar excusas dilatorias.
Se equivocaron, sin embargo, quienes piensan este crédito como una forma de delegación de responsabilidades. Todo lo contrario, es un mandato para la transformación, que obliga a encarar sin mayores demoras una agenda nueva que tiene que mucho ver con nuevas oportunidades de trabajo, progreso e innovación.
El nuevo gobierno asume en uno de los contextos más difíciles que habría podido imaginarse. Como todos los gobiernos anteriores de Corrientes, poco cabe esperar de la Nación. Valdés comienza su nuevo período en un momento en el que el poder central se sumerge de nuevo en una de sus crisis recurrentes de gobernabilidad. Solo podrá contar con sus propios recursos y con los que puedan generar los propios correntinos desde una nueva formulación de su estrategia provincial.

Corrientes tiene la planificación estratégica dentro de su ADN institucional. Lo que se impone como prioridad es acaso lo más difícil cuando se accede al gobierno desde la seguridad de mayorías absolutas: la disposición y capacidad para implementar nuevos consensos superadores. El nuevo mandato es un mandato para escuchar, reflexionar e implementar alternativas inequívoca e incondicionalmente habilitadas por la voluntad popular.

Especial para época