El fallecimiento de un dirigente histórico del Club de Automóviles Clásicos de Corrientes enlutó a la entidad en plena pandemia. Jorge Vertiz, a quien despedimos con profunda congoja, deja un vacío imposible de llenar.
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Adónde van las almas buenas? ¿A qué lugar viajan las energías positivas de una persona que hizo el bien a lo largo de su vida? En el mundo de los autos históricos, el drama de la muerte es abordado con cierta naturalidad en razón de que, en su gran mayoría, los vehículos conservados en el tiempo han sobrevivido a sus propietarios originarios. Sin embargo, cuando un indispensable como Jorge Vertiz cumple su misión en esta tierra y parte rumbo a la eternidad, el dolor es tan grande que las preguntas enunciadas al principio repican en la memoria.
Estamos en un espacio dedicado a las joyas mecánicas de otras épocas, pero esta vez no hablaremos de máquinas. El sorpresivo
fallecimiento de Jorge, un integrante vital del Club de Automóviles Clásicos de Corrientes, obliga a un replanteo profundo sobre el sentido de una actividad que consiste en cuidar el patrimonio histórico de todo un pueblo, con el objetivo de que las generaciones futuras puedan conocer de qué manera y con cuáles herramientas se desarrolló la patria que nos vio nacer.
Esa fue la misión de Jorge Vertiz, expresidente, exsecretario, actual vicepresidente y miembro medular de la entidad correntina dedicada a recuperar vehículos abandonados para conservarlos en condiciones óptimas, en la convicción de que, llegado el momento, pasarán a manos de nuevos custodios que continuarán con el legado.
Jorge cumplió con creces, hasta el último día. Su aporte en el proceso de consolidación del Club de Automóviles Clásicos de Corrientes (CACC), entidad que aquilata 24 años de historia, fue vital en la faz institucional y también en lo que se refiere a la organización de encuentros, carreras y viajes en los que representó a nuestra provincia con sus vehículos, exquisitamente restaurados. En todas sus expediciones, escoltado por su hija e infatigable navegante, Soledad, su gran compañera de aventuras.
A lo largo de su vida, militó a favor de la recuperación de vehículos a su configuración original. Con ese objetivo, fue el principal impulsor de la resucitación de un vehículo emblemático para la historia de Corrientes: la famosa chatita Chevrolet 1927 con llantas de madera que fuera donada hace dos décadas por el miembro benefactor Juan Pedro Zubieta. Jorge fue el primero en conducirla cuando su motor volvió a latir. Gracias a él, la pick up se encuentra en espléndidas condiciones de conservación.
La pandemia lo sorprendió con un sinnúmero de proyectos. Lleno de vida, Jorge se aprestaba a presentar oficialmente su camioneta Chevrolet Brava 1969, que había terminado de restaurar. Y seguía ocupándose de su amado Torino, con el que pudo dar un último paseo rutero en un encuentro monomarca que incluyó un periplo a Saladas.
Con su partida, el CACC queda huérfano, pues Jorge era el "padre del club". Sus opiniones equilibradas, sus consejos aplomados y su experiencia de vida como emprendedor, en los campos de su pueblo natal de La Cruz, resumen una personalidad arrolladora capaz de superar todos los imponderables para lograr los objetivos trazados.
Tanta vitalidad y tan ricos conocimientos históricos lo convirtieron en un ariete irremplazable en cualquier proyecto de rescate de autos antiguos. A lo largo de su vida recuperó motocicletas y automóviles a los que halló en estado ruinoso. Les dedicó tiempo y ahorros, mientras rendía tributo silencioso a su padre, aquel empresario hotelero que le enseñó a manejar en una infancia añorada.
Cuando enviudó, su involucramiento con el club se profundizó al punto de que fue el consejero más requerido para encarar el desafío de la sede-museo, un anhelo que los miembros del CACC acarician desde hace largos años y que se tornó cercano gracias a
los buenos oficios de Jorge, quien registró con su excelente prosa la historia del club, reflejada en voluminosos libros de actas que a partir de ahora pasarán a ser tesoros.
Allí reposa el temple de Jorge Vertiz. Su ejemplo plasmado en el empeño que ponía a la hora de avanzar sin detenerse jamás, con la transparencia de un administrador intachable y la generosidad de quien comparte sus saberes hasta zanjar las dudas de los más jóvenes.
Queda claro entonces: las almas buenas van a los mejores sitiales de una dimensión inasible pero sin dudas verdadera. Tanta fuerza vital no se puede extinguir, por más que un virus despiadado se haya ensañado con el gran Jorge. La fortaleza imbatible de su espíritu prevalecerá siempre, en la lozanía esplendorosa de sus autos, en el crecimiento de su querido club y en todos quienes han tenido la dicha de contar con su amistad.*Caravana de homenaje
Una silenciosa caravana de autos antiguos entre los que se contó una mayoría de Torino (la marca que fue una de sus pasiones), rindió tributo a Jorge Vertiz, en un recorrido que incluyó una breve visita a su casa de Paso de la Patria, donde el recordado vicepresidente del Club de Automóviles Clásicos guardaba sus vehículos antiguos.
La caravana partió desde las inmediaciones del aeropuerto de Cambá Punta, sin que los conductores (socios del CACC y amigos de Jorge) se bajaran de sus vehículos para guardar la distancia social recomendada en contexto de pandemia.
Cada auto llevó en su parabrisas una fotografía de Jorge. La imposibilidad de acompañar sus restos mortales por motivos relacionados con la pandemia dejó para más adelante un encuentro de homenaje con todo el despliegue que este hacedor del mundo de los vehículos clásicos merece.
Llegado el momento, ese reconocimiento se realizará en las condiciones ideales.