Por esas cosas de la vida, siempre estuve relacionado con el Club Atlético Huracán Corrientes, como bañero primero y con el paso de los años, el periodismo y mis hijos me acercaron más a la institución del barrio Berón de Astrada, allí conocí a mucha gente, pero nadie que me generara tanto respeto como don Humberto Testi, a quien me atrevo a llamarlo “el padre de la criatura”. No era vecino del club, más bien puedo decir que ni siquiera sabía dónde estaba, y por esas cosas del destino un día llegué acompañando a un conocido para cubrir una solicitud de bañero para la temporada de pileta, estamos hablando de los años ‘70, por entonces sólo tenía unos 15 años, habían terminado las clases, y me pareció una buena oportunidad para ganarme unos pesos.
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Por unos años no volví a pisar el club, hasta que el periodismo me volvió a acercar a él, allá a finales de la década del ‘70, cuando comencé a dar mis primeros pasos dentro de esta profesión. En ese entonces, el Club Huracán lejos estaba de ser lo que es hoy. Era la oficina (secretaría) que estaba ubicada donde ahora se encuentran las boleterías, allí se lo podía encontrar a don Testi, estaba la pileta, y unos metros más allá, hacia el centro del predio, había una pequeña construcción que era algo así como los vestuarios que servían para los días de partidos de fútbol.
Pero antes de llegar al campo de juego propiamente dicho, estaba el óvalo de tierra que cada domingo albergaba una fecha del zonal de motociclismo, que congregaba un parque importante de máquinas de distintas cilindradas: 50, 125 y 200, esta última era la más esperada por los presentes porque reunía a los mejores exponentes de la región. Era todo un espectáculo, a tal punto que se llegaron a poner unos pocos reflectores que permitió que hubiera carreras por la noche.
Unos años después vinieron los cambios en el club de la mano del fútbol, primero con la fusión con Atlético Corrientes, de allí que pasó a llamarse Huracán Corrientes, después la construcción del estadio, durante el gobierno de José Antonio Romero Feris, y con ello el incursionar de Mandiyú por la Primera B Nacional y luego en la Primera división.
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Más tarde fue el turno del mismo Huracán, por las dos categorías, en esos tiempos mi relación con el club era más cotidiana, puesto que dos de mis hijos comenzaron a jugar en las divisiones inferiores de la mano de don Pedro Salladarre, uno de los grandes formadores que tuvo la institución.
Nunca me pude alejar del club Huracán, viví de cerca allí la primera práctica de Diego Armando Maradona como técnico de Mandiyú, después por años seguí la campaña de Textil Mandiyú y lo último del Deportivo, ambos jugando los torneos del Consejo Federal de la AFA.
Hoy, desde mi lugar de periodista, veo como estos jóvenes dirigentes, a los que conozco casi desde su infancia, buscan volver a darle vida a un gigante que estaba prácticamente en ruinas, y ello me alegra, porque he vivido las distintas etapas por las que ha pasado el Club Atlético Huracán Corrientes.