Los itálicos llegan a crear una red potencial de aproximadamente 250-300 millones de personas: una red formidable, un gran mercado aún por cultivar a pesar de las concurrencias fraudulentas, capaz de dar vida a una civilización.
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Italia se ha convertido en la primera potencia cultural al mundo. Puede sorprender, pero la confirmación proviene de importantes fuentes internacionales.
La última, en orden cronológico, del reconocido Us News &WorldReport, establece que desde este año Italia ocupó el primer lugar en el ranking de países culturalmente más influyentes al mundo, países que son creadores de tendencias. Superó a Francia (seguido en el orden: Estados Unidos, España y Gran Bretaña).
La combinación extraordinaria y única de arte, belleza, diseño, gusto, estilo, artesanía de calidad, industria fina, emprendimiento vanguardista, excelencia gastronómica conforman un poder sutil que, lentamente, los medios, la política y las instituciones están comenzando a descubrir.
Es un "poder cada vez más extendido a nivel internacional, pero que, a diferencia de los otros poderes más conocidos y obvios -económicos, políticos, militares - no es invasivo y ciertamente no quiere ser colonizado.
¿Quiénes son los protagonistas de esta realidad?
Por primera vez, no sólo los italianos se están haciendo cargo de este proceso. Es la conclusión de Niccolò D’Aquino en su libro "La rete itálica-Idee per un Commonwelth", inspirado por el mismo concepto propuesto inicialmente por Piero Basseti.
Millones de hombres y mujeres que en los cinco continentes, a menudo sin darse cuenta todavía, se han vuelto embajadores involuntarios de una cultura milenaria que se difundió primero en Europa y sucesivamente, a partir del Renacimiento, el mundo entero.
Se ha calculado que, en conjunto, los itálicos (incluimos a los italianos en esta definición y centenares de millones de descendientes distribuidos en todo el planeta), llegan a crear una red potencial de aproximadamente 250-300 millones de personas: una red formidable, un gran mercado aún por cultivar a pesar de las concurrencias fraudulentas, capaz de dar vida a una civilización, asumiendo un papel cultural único y distinto del sistema global que está surgiendo.
Utopía?
¿Sueño?
¿Es realmente posible una civilización itálica?
Es cierto que una real comunidad no existe, todavía. Sin embargo, las bases para crearla estarían disponibles dice Niccolò D’Aquino, si la política escuchara y comprendiera la importancia estratégica de lo que está en juego.
Este es el problema principal: la ausencia de una política capaz de pensar en sí misma como elemento en condiciones de proyectar en el tiempo y modificar una realidad.
Es el primer límite real la presencia de una política, absolutamente incapaz de ver más allá de un horizonte muy limitado. El segundo límite está impuesto por aquellos que, los definidos itálicos, son igualmente incapaces de ver más allá de una huertita inmediata y condicionante. Individuos que, a pesar de un absurdo querer hacer referencia a antepasados y momentos gloriosos, en realidad funcionan como elemento frenante y, peor aún, disgregante. Sin embargo también sabemos que, frente a la realidad con la que empezamos esta nota, muy poco podrán los mencionados sujetos.
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La música de los árboles
Tranquilos... no nos hemos alistado entre los paladines del Amazonas ToutCourt. No estamos sentados en el margen del bosque deleitándonos con la música de los árboles.
Desde la Dante estamos haciendo referencia a otra realidad.
Hay un bosque en los Dolomitas, donde la música también crece con los árboles. Lo llaman el bosque de los violines, o bosque de Stradivari, y la leyenda dice que el gran violinista fue allí para seleccionar personalmente la madera con la que quería fabricar sus instrumentos.
Todavía hoy, la madera de estos árboles que crecen en el corazón de Val di Fiemme en las Dolomitas italianas (foto), representan la materia prima necesaria para fabricar los instrumentos musicales de cuerda más cotizados en el mundo entero.
El mérito es todo del abeto, único en su tipo, que durante siglos ha nacido, crece y retiene en sí la música de estas montañas.
Hasta ahora, quizás todos pensaban que los violines, los contrabajos, las guitarras y los pianos veían la luz en las manos expertas de un luthier.
Pero deben saber que, antes de llegar a su pequeño taller, la madera de la que nacerán esas herramientas se selecciona y trabaja para ofrecer al artesano un material de la mejor calidad posible, a fin de permitirle sacar lo mejor.
Es un proceso de cinco años, en el que el violín surgirá de un tronco cubierto de corteza a una forma dibujada a lápiz en una tableta de fibra perfecta que se deja madurar. Sólo después de eso esa madera se convertirá en lo que están tocando.
Por lo cual, volviendo al comienzo, nosotros nos colocamos entre aquellos que mantienen hacia la naturaleza una actitud activa y no contemplativa; estamos entre aquellos que aprecian, disfrutan de la música natural de los árboles y del viento que corre entre sus ramas, y que sin embargo, nunca renunciarían a las Czardas de Vincenzo Monti.