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Compromiso: la identidad Imaguaré

Conoció la historia de Corrientes desde los cinco años por intermedio de su abuelo. Pronto encontraría su rol de recitador, dando principal importancia a los antepasados y a nuestra cultura.

Na­ci­do en la lo­ca­li­dad de Pe­dro R. Fer­nán­dez, más co­no­ci­da co­mo Man­ti­lla. La cua­li­dad de ar­ti­cu­lar las pa­la­bras le lle­gó des­de chi­co y mu­cho tu­vo que ver su abue­lo Ju­lio Cé­sar Cá­ce­res, quien le re­ci­ta­ba ver­sos com­ple­tos del Mar­tín Fie­rro in­cul­cán­do­le ade­más la cu­rio­si­dad de co­no­cer la his­to­ria de Co­rrien­tes.

Siem­pre cuen­ta que su abue­lo fue el que lo in­tro­du­jo en el mun­do de la mú­si­ca Mi abue­lo se lla­ma Ju­lio Cé­sar. Ha­blo de él siem­pre por­que ha si­do el res­pon­sa­ble de es­to en lo que fi­nal­men­te me con­ver­tí, un mú­si­co po­pu­lar. Él era co­lo­no y arren­da­ba una par­ce­la de tie­rra pa­ra tra­ba­jar­la. A los cin­co años yo me tras­la­dé a Mer­ce­des pa­ra em­pe­zar la es­cue­la pri­ma­ria. Sin em­bar­go, en esos años al­gu­nas co­sas me en­se­ñó.

¿Có­mo cuá­les? Me en­se­ñó co­mo an­dar a ca­ba­llo, arre­glar­me en el rí­o. Lo ve­ía to­car la gui­ta­rra y can­tar te­mas re­fe­ri­das al cam­po y las que te­ní­an que ver con la his­to­ria. Eran una suer­te de no­ve­las can­ta­das. Me mos­tró al­gu­nos acor­des de la gui­ta­rra y me fue con­tan­do. So­bre to­do me fue con­tan­do his­to­rias de la fa­mi­lia. En Co­rrien­tes hay una tra­di­ción muy lin­da que se guar­da de có­mo fue­ron nues­tros an­te­ce­den­tes. Có­mo par­ti­ci­pa­ron las fa­mi­lias en las lu­chas in­ter­nas que hu­bo des­gra­cia­da­men­te du­ran­te mu­chí­si­mo tiem­po. La gue­rra del Pa­ra­guay, las lu­chas en­tre uni­ta­rios y fe­de­ra­les.

¿To­do eso con ape­nas cin­co años? Bue­no sí (ri­sas). El abue­lo me tras­la­da­ba es­tas his­to­rias en con­ver­sa­cio­nes lar­gas que te­ní­a­mos. Me acuer­do que ha­bía un gua­ya­cán gran­do­te en la ca­sa, y ahí él pe­la­ba unas na­ran­jas y me con­ver­sa­ba esas co­sas. Yo por lo vis­to fui un buen es­cu­cha­dor, por­que él se en­tu­sias­ma­ba con­mi­go y me na­rra­ba to­das esas his­to­rias. Eso me fue cre­an­do po­si­ble­men­te una in­quie­tud muy sin­gu­lar por to­do lo que tie­ne que ver con la his­to­ria, so­bre to­do la de Co­rrien­tes.

UN CREADOR QUE BUSCA EN LA HISTORIA Y EN LA GENTE.
UN CREADOR QUE BUSCA EN LA HISTORIA Y EN LA GENTE.

¿Su abue­lo era his­to­ria­dor? Era un au­to­di­dac­ta de la cam­pa­ña, buen lec­tor, y te­nía una me­mo­ria pro­di­gio­sa. Por ejem­plo, me re­ci­ta­ba pá­rra­fos en­te­ros del Mar­tín Fie­rro. To­das es­tas co­sas que me en­se­ña­ba me fue­ron mo­de­lan­do. Co­mo di­ce Rú­ve­da "an­tes que el li­bro, un vien­to ro­man­ce­ro, mo­du­lan­do su li­bre abe­ce­da­rio. Me fue de pa­tria, mo­de­lan­do el al­ma del si­glo del mon­te le­gen­da­rio". Así, an­tes de le­er na­da, yo ya te­nía to­da una his­to­ria en el co­ra­zón.

¿Cuán­do em­pie­zan los re­ci­ta­dos ? Me pa­só una co­sa muy cu­rio­sa. Yo ve­nía del cam­po y en­tré un po­qui­to tar­de a la es­cue­la. Pe­ro el 22 de mar­zo se ce­le­bra­ba al tam­bor de Ta­cua­rí y tu­ve la po­si­bi­li­dad de de­cir un pe­que­ño ver­so. Por lo vis­to te­nía fa­ci­li­dad pa­ra es­tas co­sas. Par­ti­ci­pé de un ac­to de la es­cue­la co­mo el tam­bor­ci­to de Ta­cua­rí, y mi pá­rra­fo era: "Yo ser­vi­ré de la­za­ri­llo al co­man­dan­te Vi­dal", y to­ca­ba mi tam­bor. Esa fue la pri­mer par­ti­ci­pa­ción que re­cuer­do.

¿A par­tir de allí se dio cuen­ta que se­ría al­go en lo que se po­día des­ta­car? No me da­ba cuen­ta, era al­go que me sa­lía con fa­ci­li­dad. Es así que al año si­guien­te una ma­es­tra me lle­vó a su ca­sa y me en­se­ñó un po­co a de­cla­mar. Me en­se­ñó una po­e­sí­a, y fue muy ra­ro por­que era en ho­nor a la ma­dre tie­rra, a la pa­cha­ma­ma. Se ve que lo di­je muy bien por­que se ar­mó to­do un re­vue­lo en el cur­so. Me lle­va­ron a la di­rec­ción, me re­ga­la­ron bom­bo­nes, y me que­dó co­mo so­bre­nom­bre "Pa­cha­ma­ma" du­ran­te to­da la pri­ma­ria. A par­tir de ese mo­men­to me con­ver­tí en el re­ci­ta­dor ofi­cial de mi gra­do y de la es­cue­la.

¿Cuán­do fue el pri­mer con­tac­to con el cha­ma­mé? Co­mo me crié con mi abue­lo, a mis tí­os les di­go her­ma­nos. Uno de mis tí­os ma­yo­res, mi her­ma­no Ig­na­cio, era gui­ta­rre­ro y me fue pa­san­do co­sas. Así a los seis o sie­te años ha­cí­a­mos dú­o. Can­tá­ba­mos co­sas de Co­co­ma­ro­la y al­gu­nas pol­cas pa­ra­gua­yas. Así trans­cu­rrió to­da mi es­cue­la pri­ma­ria can­tan­do con mi her­ma­no en las ca­sas. Siem­pre lla­mó la aten­ción un ni­ño que can­ta, en­ton­ces me lla­ma­ban to­das las ve­ces. Así apren­dí mu­chí­si­mas co­sas.

¿Pen­sa­ba en de­di­car­se a la mú­si­ca? Nun­ca pen­sé que yo iba a ser un mú­si­co po­pu­lar. De he­cho me fui a La Pla­ta a es­tu­diar Ad­mi­nis­tra­ción de em­pre­sas. Cuan­do en­tré a la es­cue­la se­cun­da­ria cam­bió un po­co mi rol de re­ci­ta­dor. Pe­ro, co­mo yo era gui­ta­rre­ro, en­se­gui­da me hi­ce un gru­po de ami­gos y sa­lí­a­mos de se­re­na­ta can­tan­do te­mas. El cha­ma­mé no era muy bien vis­to en el sec­tor en el cual es­tu­dia­ba. Es­ta­ba un po­qui­to re­le­ga­do y no se acep­ta­ba ha­cer al­gu­nas co­sas co­mo Sar­gen­to Ca­bral o Mer­ce­di­tas.

Y en­ton­ces ¿có­mo lle­ga a la mú­si­ca? Es una co­sa muy cu­rio­sa. Mi her­ma­no Ig­na­cio te­nía un ami­go en Mer­ce­des que se lla­ma Ru­per­to Ale­gre y lo bus­ca­ba pa­ra mu­si­que­ar (sic) en to­dos la­dos. Me acuer­do que ve­ní­an, se jun­ta­ban con dos o tres ami­gos y se iban. Abrí­an la puer­ta can­cel que te­ní­a­mos y se iban. Yo me que­da­ba en la puer­ta mi­ran­do. Que ga­nas de ir con ellos que te­nía (ri­sas). Pe­ro bue­no, nun­ca me lle­va­ron. Pe­ro sí pa­só al­go ra­ro, por­que es­te hom­bre se fue a ha­cer la cons­crip­ción en Bue­nos Ai­res, y al re­gre­so nos en­con­tra­mos en la es­ta­ción de Bue­nos Ai­res. Mi her­ma­no se en­con­tró con Ru­per­to y es­te se ha­bía com­pra­do un acor­de­ón cin­co hi­le­ras co­mo Pe­dro Mon­te­ne­gro. Le pi­dió mi her­ma­no que me cui­de en el via­je. Su­bi­mos y te­ní­a­mos pa­sa­je en pri­me­ra. Cuan­do em­pe­zó a ano­che­cer me di­ce Ru­per­to "¿vos tra­és una gui­ta­rra?", sí le di­go, "mi­rá, me re­ga­ló mi pa­pá". "Yo ten­go un acor­de­ón, ¿qué tal si va­mos a mu­si­que­ar en se­gun­da?". "Y va­mos" le di­go yo. Fui­mos a los va­go­nes de se­gun­da con to­da la mu­cha­cha­da.

¿Ru­per­to fue el que lo ini­ció co­mo mú­si­co? A la se­ma­na un hom­bre gol­pea la puer­ta y atien­de mi abue­la. Era "La­cho" Se­na. Me di­ce "ven­go a ha­blar con vos por­que me con­tó Ru­per­to que can­tás muy bien y te­nés bue­na pri­me­ra. Yo es­toy ar­man­do un dú­o, si te pa­re­ce va­mos". Así em­pe­zó mi vi­da de mú­si­co. Y di­go em­pe­zó, por­que cuan­do me iba a can­tar con "La­cho" y Ru­per­to, ya me pa­ga­ban. Ya era mú­si­co pro­fe­sio­nal (ri­sas).

¿Re­to­mó su rol de re­ci­ta­dor? Lo que ha­cía era ani­ma­ción, al es­ti­lo Ya­ca­ré Agui­rre. Eran ra­ros en aque­lla épo­ca los cha­ma­me­ce­ros que tu­vie­ran esa cua­li­dad. Les cos­ta­ba mu­cho di­ri­gir­se al pú­bli­co. En­ton­ces cu­brí un es­pa­cio muy im­por­tan­te, pe­ro no te­nía to­da­vía los re­ci­ta­dos. Eso ha­bía que­da­do en la es­cue­la pri­ma­ria don­de sí re­ci­té en ca­si to­das las fies­tas.

¿En qué mo­men­to lo co­no­ció al pa­dre Zi­ni? Ca­mi­nan­do por las ca­lles de Mer­ce­des pa­so por el te­nis club y veo a un gru­po de mu­cha­chos ro­de­an­do a al­guien. Me acer­co y es­ta­ba un jo­ven con una gui­ta­rra can­tan­do. Me pon­go a es­cu­char "por eso es­toy aquí can­tan­do, por eso es­toy aquí so­ñan­do. Por el hom­bre fe­liz, el hom­bre nue­vo, el hom­bre que te de­bo mi pa­ís". El hom­bre era Ju­lián Zi­ni y lo que can­ta­ba era una can­ción que com­pu­so él.

¿Y có­mo se ini­cia el gru­po? Un día voy a la ca­sa de mi pro­fe­so­ra de mú­si­ca y me en­cuen­tro con un gru­po en­sa­yan­do. Eran cua­tro per­so­nas: Ju­lián Zi­ni, un mu­cha­cho Ra­mí­rez, Car­los Nú­ñez y el "Grin­go" She­ri­dan. Ha­bía ocu­rri­do que el pa­dre Zi­ni te­nía una ofer­ta de gra­ba­ción que le ha­bía he­cho a Vera-­Monzón pa­ra que gra­ba­ra. Pe­ro co­mo al­gu­nos lo acep­ta­ban y otros no, sus can­cio­nes te­ní­an el mis­mo pro­ble­ma. En­ton­ces el "Grin­go" le di­jo que él iba a gra­bar con su con­jun­to. Pa­sa­ba que no te­nía nin­gún con­jun­to, re­cién lo es­ta­ba ar­man­do (ri­sas).

¿A­sí na­cen Los hi­jos del Paiu­bre? Fue así. Te­ní­a­mos una in­vi­ta­ción pa­ra can­tar en Co­rrien­tes. La pro­fe­so­ra nos dio una can­ción que se lla­ma­ba Pe­on­ci­to de Es­tan­cia, de Li­na­res Car­do­zo. Ni lo co­no­cí­a­mos. Ade­más no era cha­ma­mé, pe­ro cu­rio­sa­men­te tam­bién la can­ta­ba el pa­dre Ju­lián. Apren­di­mos la can­ción, vi­ni­mos, y ga­na­mos el pri­mer pre­mio. Co­mo era una pla­ca, y na­die iba a po­der que­dár­se­la, la pu­si­mos en la cruz Gil. Ele­gi­mos co­mo nom­bre del trí­o: Los Hi­jos del Paiu­bre, y así an­du­vi­mos un tiem­po has­ta que "Ti­to" se ena­mo­ró de una guai­na y se fue. Nos que­da­mos sin na­da, y nos se­pa­ra­mos.

Era un gru­po que ha­cía co­sas di­fe­ren­tes a lo que se te­nía acos­tum­bra­do en el Cha­ma­mé ¿Qué bus­ca­ban mos­trar? Mi­rá, a mi me des­per­tó otra cues­tión di­fe­ren­te de mú­si­co po­pu­lar co­mo la co­no­cí­a. Pa­sé a ser un mi­li­tan­te de la cul­tu­ra. Por aquel tiem­po leí una fra­se de un bra­si­le­ño que de­cía que los mú­si­cos po­pu­la­res no po­de­mos ha­cer una trans­fu­sión, si­no que lo que de­bí­a­mos ha­cer era man­te­ner vi­va la iden­ti­dad del pue­blo quien es el que va ha­cer la re­vo­lu­ción. En­ton­ces yo me di­je "bue­no acá es­tá mi lu­gar. Voy a tra­ba­jar por la iden­ti­dad de mi pue­blo, por la je­rar­qui­za­ción de nues­tra mú­si­ca".

¿E­sa es la prin­ci­pal ca­rac­te­rís­ti­ca de Los Ima­gua­ré? Pa­só que "Grin­go" que­ría que co­brá­se­mos por­que él que­ría vi­vir de es­to, co­sa que no ha­cí­a­mos con Los hi­jos del Paiu­bre. Él se ha­bía ido a ha­cer su ser­vi­cio mi­li­tar y en uno de sus re­gre­sos me pro­po­ne for­mar un gru­po. Yo tam­bién te­nía ne­ce­si­dad de ha­cer co­sas dis­tin­tas y le di­je "bue­no grin­go yo me voy a ocu­par de ha­cer una re­co­pi­la­ción de can­cio­nes y po­e­sí­as, y vos po­ne­le la mú­si­ca. Y des­pués va­mos a can­tar las can­cio­nes de amor y fa­mi­lia que tie­ne Ju­lián". Ocu­rría que no­so­tros can­tá­ba­mos can­cio­nes tes­ti­mo­nia­les, pe­ro Ju­lián tam­bién ha­bía com­pues­to otras can­cio­nes co­mo Ni­ña del Ñan­ga­pi­rí, Nues­tro sue­ño y la dis­tan­cia, Can­to agra­de­ci­do, A ori­llas de tu si­len­cio. Así ar­ma­mos el gru­po los dos y nos vi­ni­mos a Co­rrien­tes.

¿El nom­bre có­mo sur­ge? Me acuer­do que So­sa Cor­de­ro ha­bía gra­ba­do un dis­co con to­dos los po­e­mas del ro­man­ce­ro gua­ra­ní. Una tía me pres­tó ese dis­co y cuan­do lo es­cu­ché me vo­ló la ca­be­za. Di­je: "Bue­no, es­ta es la for­ma de de­cir nues­tros po­e­mas". Uno de ellos se lla­ma "Co­rrien­tes tie­ne Pa­yé", y en una par­te di­ce: "Tie­ne ta­lis­mán de un in­fa­li­ble po­der, que fra­guó la he­chi­ce­ría gua­ra­ní, Ima­gua­ré". Ahí me que­dó la pa­la­bri­ta. Nos ha­bí­a­mos en­te­ra­do que Er­nes­to Mon­tiel ha­bía fa­lle­ci­do y Ju­lián le com­pu­so un po­e­ma que ha­cía una com­pa­ra­ción con Co­co­ma­ro­la: "En uno, la tris­te­za la­gu­ne­ra, san­cos­me­ña y azul en el mi­rar, y la ye­rra vi­ril de nues­tros cam­pos, la­zo, do­ma, pia­la­da y sa­pu­cay". En­ton­ces le di­je ¿por qué no po­ne­mos es­to? "Los dos co­mo dos ma­nos cre­a­do­ras, mo­de­lan­do aquel vien­to Ima­gua­ré, que ya ex­ta­sia­ba al in­dio en las mi­sio­nes y hoy per­du­ra en tu tiem­po, cha­ma­mé". Que­ría tra­er el vien­to de las mi­sio­nes, el vien­to Ima­gua­ré, de an­tes y po­ner­lo en el cha­ma­mé de aho­ra.

¿Les cos­tó mos­trar ese nue­vo es­ti­lo? No­so­tros vi­ni­mos con un re­per­to­rio to­do ar­ma­do que de­cía "des­de la pa­tria chi­ca ha­cia la pa­tria gran­de". Un día re­ci­tan­do en el club Spor­ti­vo me es­cu­chó Ro­te­ta La­ca­rré que te­nía el no­ti­cie­ro de ca­nal 13. Su se­ño­ra tra­ba­ja­ba en la uni­ver­si­dad y nos pu­so en con­tac­to con la ex­ten­sión uni­ver­si­ta­ria pa­ra que po­da­mos ha­cer un re­ci­ta­do. Ahí tam­bién nos con­tra­tó el di­rec­tor de cul­tu­ra pa­ra el fes­ti­val de Pa­so de la Pa­tria pa­ra ac­tuar en la hos­te­rí­a. Ac­tua­mos seis ve­ces ese fin de se­ma­na. Cuan­do ter­mi­na­mos nos com­pra­mos nues­tro pri­mer au­to (ri­sas). Adap­tar­se a los cam­bios res­pe­tan­do lo de an­tes Don Ju­lio se di­ri­ge con res­pe­to, una de las prin­ci­pa­les ca­rac­te­rís­ti­cas que ha lle­va­do a Los de Ima­gua­ré. Pien­sa que la adap­ta­ción del cha­ma­mé a los nue­vos tiem­pos es al­go que se es­tá dan­do de for­ma len­ta. Eso sí, pi­de a los jó­ve­nes que siem­pre man­ten­gan las tra­di­cio­nes de nues­tro pue­blo.

¿Có­mo ve el fu­tu­ro del cha­ma­mé con los cam­bios tec­no­ló­gi­cos y la gen­te jo­ven que se su­ma? Mi­rá, siem­pre di­go que el cha­ma­mé no es otra co­sa que el ha­cer del cha­ma­me­ce­ro. To­das las co­sas en la vi­da son una per­ma­nen­te evo­lu­ción, que a ve­ces es len­ta y no se per­ci­be, pe­ro siem­pre cam­bia. La in­for­ma­ción que hoy se re­ci­be es mu­chí­si­ma. Con eso el cha­ma­me­ce­ro de­be dar res­pues­tas de su tiem­po. Ten­go mu­cha fe en nues­tros mu­cha­chos. Lo úni­co que les pi­do es que es­tu­dien, que co­noz­can su pa­sa­do, su ima­gua­ré. Que co­noz­can su ayer y ten­gan fe en su ma­ña­na. Creo que el Cha­ma­mé tie­ne mu­chí­si­ma vi­da, y es im­por­tan­te que no­so­tros si­ga­mos sien­do no­so­tros. Esa fra­se que se usa aho­ra, ñan­de­re­kó, nues­tra ma­ne­ra de ser.

¿Se sien­te un re­fe­ren­te del cha­ma­mé? Qué se yo. Sien­to que la gen­te me tie­ne ca­ri­ño. Ca­mi­no por la ca­lle y me sa­lu­dan, me pi­den fo­tos. Son ca­ri­cias que te ha­ce la gen­te y yo se lo agra­dez­co to­do a Dios. Creo que él es res­pon­sa­ble de to­do es­to. Me pu­so des­de el co­mien­zo en es­te ca­mi­no y aquí es­toy.

Pe­ro, hi­zo un gran apor­te a la cul­tu­ra con can­cio­nes e in­ves­ti­ga­cio­nes. ¿Lo sien­te así? No sé si gran­de o chi­co, pe­ro al­go apor­ta­mos. No he­mos pa­sa­do de bal­de, pe­ro tam­po­co me con­si­de­ro im­por­tan­te. Lo que hay que ha­cer es su­mar to­das es­tas cues­tio­nes e ir sa­can­do con­clu­sio­nes nue­vas, ir me­jo­ran­do. Por eso con Ju­lián nun­ca qui­si­mos po­ner­le otra co­sa que no fue­ra apor­te a nues­tro tra­ba­jo. Eso otra gen­te lo va a to­mar, cri­ti­car, me­jo­rar. Pe­ro es­ta­mos cum­plien­do una eta­pa.

¿Có­mo le gus­ta­ría que si­gan Los de Ima­gua­ré? Co­mo siem­pre. Te­ne­mos un rum­bo es­ta­ble­ci­do con el res­pe­to de las tra­di­cio­nes de nues­tros an­te­pa­sa­dos. Pe­ro tam­bién un com­pro­mi­so con el fu­tu­ro que es la cre­a­ti­vi­dad. Mien­tras Los de Ima­gua­ré man­ten­gan esos dos pi­la­res: el res­pe­to y la cre­a­ti­vi­dad, va a se­guir.

JULIO CÁCERES, UN COMPROMISO CON LA PATRIA.
JULIO CÁCERES, UN COMPROMISO CON LA PATRIA.