1820 - 2020. A dos siglos de un año aciago (I)

Uno de los años que probablemente habría que señalar con piedra negra siguiendo a los romanos, es aquel ya lejano 1820 en que muriera Manuel Belgrano, pero además colapsaran las siempre inestables posibilidades organizacionales rioplatenses, entregando a "los pueblos", como se decía entonces, en manos de mandamases que muchas veces se arrogaron una autoridad poco menos que omnímoda. Un quiebre de tal envergadura que los porteños, siempre dispuestos a ver su mundo y el ajeno con un único prisma, el propio, no dudaron en caratularlo como la época de la anarquía. Corrientes no resultó ajena al desbarajuste generalizado. Habiendo integrado la Liga Federal desde 1814, su proceso histórico hasta 1820 reconocía varias crisis de extrema gravedad, como la conspiración de Perugorría, la lucha por el poder entre el clan Bedoya -Cossio y los Escobar, y el sometimiento de la ciudad por varios meses a la fuerza de ocupación encabezada por "Andresito". Con todo, el respeto innato de Artigas por la voluntad de "los pueblos", y la instauración de congresos como forma de expresión de lo que entonces se consideraba la voluntad popular, había permitido a los notables correntinos, pese a sus reiterados devaneos conspirativos con el puerto, mantener una cuota nada despreciable de poder a través del Cabildo, ese "cerebro" que les permitiera, mal que bien, imperar sobre las campañas, con una figura reiterativa como nexo obligado entre todas las partes, Juan Bautista Méndez. Sin embargo, a partir de Tacuarembó, 22 de enero de 1820, las derrotas militares fueron minando el prestigio y el poder real de Artigas, y, paralelamente, la victoria compartida de uno de sus principales tenientes en Cepeda, 1 de febrero de 1820. Ya el 23 de febrero de ese mismo año se cristalizó en el Tratado del Pilar, a través del cual el sibilino ingenio de Sarratea supo poner en obra las ambiciones de Francisco Ramírez empoderándolo para la destrucción de su antiguo jefe.
Una seguidilla de sucesos capitales, que en Corrientes comenzaron a repercutir el 22 de marzo, apenas transcurrido un año desde que las fuerzas de "Andresito" abandonaran la ciudad, cuando el Cabildo sesionó para decidir qué posición adoptar frente al Tratado del Pilar y, como era previsible, el sector de los notables se pronunció por no impugnarlo en todas sus partes como era el deseo de Artigas.

Poco después, el 11 de abril, invitados a participar del Congreso convocado en Ávalos por el Protector, resuelven concurrir, porque el artiguismo siguió siendo el principal factor de poder en las campañas correntinas, y la flotilla de Campbell todavía señoreaba el Paraná. Pero además, también temían a la ya identificada ambición de Francisco Ramírez. En definitiva, el 24 de abril, los representantes de Corrientes suscriben el Acta del Congreso de Ávalos, conjuntamente con la Banda Oriental y las Misiones. Empero, un mes más tarde, los intereses del patriciado correntino vuelven a entrar en juego porque la suspensión de las hostilidades entre los porteños y los entrerrianos y santafesinos, incentiva necesariamente sus posibilidades comerciales. En ese contexto, desfavorable al artiguismo, Méndez resolvió convocar un nuevo Congreso en Saladas, centro neurálgico del artiguismo correntino, y el 19 de mayo fue reelecto Gobernador. El 7 de junio, Méndez instaló el nuevo Cabildo, pero las acciones militares esmerilan cada vez más el prestigio y el poder de Artigas, que vencedor en Las Guachas, el 13 de junio, fue enfrentado por un Ramírez reforzado por Sarratea con armas, artillería y soldados que comandó Lucio Mansilla, quien entra así en la historia de Entre Ríos. Ambos triunfaron sobre Artigas en la Bajada el 24 de junio, sobre los correntinos de "López Chico" en Sauce de Luna el 17 de Julio, sobre los misioneros de Perú Cutí en Yuquerí el día 22 de julio y sobre Matías Abucú poco después.

El 24 de Julio, Ramírez derrotó nuevamente a "López Chico", y el 25, Francisco Javier Sity, comandante artiguista de Misiones, se pasó a sus filas. El 27, Artigas fue derrotado en Las Tunas y el 28 de julio en Las Osamentas. Su derrota final tiene lugar en Ávalos, el día 29. Mientras tanto, la flotilla de Monteverde, también aportada por Sarratea al esfuerzo bélico de Ramírez, el 3 de agosto aplasta a Campbell y los suyos en proximidades de la embocadura del Río Corriente. Apenas cinco días después, el 8 de agosto, Ramírez dio un Bando dirigido sobre todo a los correntinos que no se comprometieron en el esfuerzo artiguista, afirmando que "sin otro objeto que asegurar la felicidad de mi Provincia y libertar a los pueblos del yugo vergonzoso que les impuso la bárbara ambición de Artigas, yo piso con mis divisiones el territorio de Corrientes". Méndez por su parte, al igual que Campbell, se retiró a la capital luego de licenciar sus tropas. Allí fueron ambos detenidos por orden del mismo Cabildo, junto con otros notables artiguistas, ese mismo 8 de agosto, siendo nombrado gobernador militar Juan José Fernández Blanco. El 27 de agosto, el Cabildo dio un bando imponiendo la obediencia al triunfador y destituyó a todos los comandantes militares artiguistas. Al día siguiente, Ramírez se manifestó en contrario con la intención de empoderar a los cabecillas artiguistas, que por su estado militar y su experiencia le resultó invalorables para sus futuros proyectos. Al mismo tiempo, los notables correntinos intentaron negociar por separado con él, que les dio largas hasta que hace su entrada en la ciudad al frente de sus hombres el 19 de septiembre.

Una de sus primeras medidas es disolver el Cabildo, retener en sus manos el poder político y militar, y designar al frente de la administración civil a un magistrado que crea al efecto, el Alcalde Mayor Ordinario, cargo para el cual designó a una figura que resulte potable al establishment anterior, al igual que el Comandante de Armas. Para ello escogió sujetos en apariencia no comprometidos con el orden artiguista, un Lázaro o Sebastián de Almirón, y Juan José Fernández Blanco, que ya es el jefe de la Legión Cívica. Para los cargos de alcaldes de barrio que también son creación suya, escogió hombres "nuevos", que estimó iban a brindarle colaboración. Por su parte, fue Fernández Blanco quien propone a Pedro Ferré para ponerlo al frente de una fuerza naval a conformarse con calafates, carpinteros de ribera y dueños de embarcaciones. Resultó en extremo interesante la obsequiosidad de la correspondencia de Blanco con Ramírez, en la que espera "de la benignidad de V.E....lo que sea de su supremo agrado..." que le pide "...se digne por un afecto de su bondad...", que dispense "...estas molestosas insinuaciones a que la bondad de V.E. me da margen..." y que le da "...los más expresivos parabienes..." enfatizando que "...me servirá del mayor placer que V.E. siga en sus victorias, que no lo dudo por un sólo momento..." y "...que lo guarde Dios muchos años...". Inclusive, cerró sus oficios deseándole "Salud, felicidad", la misma locución que empleó Ramírez. En este sesgo dado a la relación entre el poder y los notables correntinos, el entrerriano, a fin de prevenirse contra los tradicionales movimientos armados germinados desde la campaña, realiza un empadronamiento, prohibe la radicación de nuevos vecinos sin conocimiento previo de la autoridad militar y requisa el armamento de los particulares, que queda en poder de los Comandantes de Armas.

En síntesis, a través de esa vertiginosa sucesión de hechos de armas que constituyen el ocaso y la caída definitiva de Artigas, en el lapso de seis meses, la provincia pasa de ser tratada de igual a igual, aliada del Gran Oriental, a posesión conquistada de un auténtico capitanejo que ve a "hombres y cosas", como señalara Mantilla, "...con la altanería de un conquistador caprichoso, inculto y malo". En la próxima nota, intentaré reseñar el lapso restante de aquella fallida "república". Los sucesos hasta que Ramírez abandona el territorio correntino para marchar hacia su propia muerte, y el modo como la provincia inicia entonces lo que quizá haya sido uno de los mejores momentos de su historia.